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Economía

Bolivia se queda sin dólares: un tipo de cambio asfixiante y dependencia a las importaciones

ALuis Arce le falta un año y medio para terminar su mandato como presidente de Bolivia. Legalmente, puede reelegirse, aunque haya sido expulsado de su partido en octubre pasado. Por ello, su gobierno se esfuerza porque el camino electoral esté libre de obstáculos y esto implica vender una imagen optimista del país. De este modo, hace una semana, el ministro de Economía, Marcelo Montenegro anunció que, en abril, el país altiplánico registró una inflación anual del 1,31%, la segunda más baja de América Latina.

Son unas cifras envidiables que parecen darle un respiro al oficialismo boliviano, aquejado por la fragmentación del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS), entre la facción de Arce y la que apoya al expresidente Evo Morales, ayer protector del mandatario, hoy su más acérrimo rival.

Pero la solidez de las finanzas bolivianas también es un espejismo: la escasez de dólares es apremiante y el desgaste del tipo de cambio fijo es un hecho. De liberarse, la inflación se sinceraría a cifras mucho menos amigables y Arce, alguna vez reconocido como el artífice del “milagro económico boliviano” por su rol como ministro de Economía en el gobierno de Morales (2006-2019), podría sufrir el golpe final en su popularidad de cara a las elecciones de 2025.

La falta de divisas norteamericanas es un problema de larga data para Bolivia y todo apuntaría que, si bien hay factores externos detrás, el gobierno habría actuado con negligencia.

“Bolivia tiene una problemática con los dólares por dos motivos. El primero de ellos tiene que ver con la caída de sus exportaciones de una manera fuerte y acelerada, sobre todo después del “veranito” que hemos vivido ante la estabilización de los precios de las materias primas que exporta Bolivia y también por la caída drástica de las exportaciones de gas que le permitían al gobierno y, sobre todo, al Banco Central acumular reservas. Esto se ha notado principalmente desde 2021”, señala José Gabriel Espinoza, economista y ex director del Banco Central de Bolivia (BCB) para AméricaEconomía.

A su vez, Espinoza critica que el gobierno del MAS ha consumido las reservas internacionales sin tomar medidas para frenar esta caída. A tal punto que el BCB no dispone de la liquidez suficiente para enfrentar las obligaciones que tiene Bolivia, según afirman organismos internacionales y calificadoras de riesgo.

Por ejemplo, en febrero de 2024, Fitch Ratings rebajó la calificación del país de B- a CCC, una decisión que fue rechazada por el gobierno boliviano. En su momento, Montenegro acusó a la calificadora de reducir su análisis a la caída de las reservas internacionales en lugar de considerar la compra de oro del Estado a productores y comercializadores.

Más recientemente, el pasado 27 de abril, el ministro de Economía tuvo una reacción similar, cuando Moody’s rebajó la calificación de Bolivia de Caa1 a Caa3. “El informe no muestra una evaluación exhaustiva de todos los factores que influyen en la economía boliviana, limitando su análisis a las presiones de liquidez en moneda extranjera, tampoco considera las acciones concretas asumidas por el gobierno para acordar estos temas”, declaró Montenegro en una nota institucional.

Mientras tanto, la caída en la demanda internacional de hidrocarburos, tendencia que ha perjudicado las exportaciones de otros países como Perú y Colombia, ha acentuado en Bolivia la dependencia a las importaciones. “De hecho, gran parte del déficit comercial y fiscal que Bolivia hoy enfrenta tiene que ver con la importación de combustibles. El año pasado alcanzaron los US$ 3.000 millones, casi US$ 1.000 millones más que las exportaciones totales de hidrocarburos”, aclaró Espinoza.

Según Felipe Encinas, director de inversiones de BeFX y Rodrigo Castillo, director general del bróker chilenola estrecha relación del crecimiento económico de Bolivia y las exportaciones de gas natural ha influido en la crisis, al bajar los precios de este recurso.

“La demanda de sus principales compradores, como Argentina y Brasil, tampoco ha sido constante. Además, podemos decir que las reservas internacionales han ido disminuyendo por un mayor déficit comercial y salida de capitales. Esto va de la mano con una inversión insuficiente en sectores estratégicos, lo que limita la capacidad de generar dólares a muy pocas fuentes”, sostuvieron los representantes de BeFX para AméricaEconomía.

Si añadimos la necesidad constante de la industria boliviana por importar insumos, así como la alta demanda interna de combustibles, se obtiene una situación en que todos los sectores económicos del país se ven afectados por la escasez de dólares.

Ante dicho panorama, Espinoza opina que si bien, los sectores tratan de lidiar con el impase al reducir la dependencia a las importaciones, una reconversión productiva es poco factible a corto plazo, porque eleva los precios que paga el consumidor final. El impacto se agrava si consideramos que Bolivia aún afronta las consecuencias de la pandemia del COVID-19 como alza del desempleo y reducción en los ingresos del ciudadano promedio.

Para Encinas y Castillo, las divisas estadounidenses podrían regresar con fuerza si se dan incentivos a las exportaciones a través de mecanismos como beneficios tributarios. “Por otra parte, se podrían generar acuerdos bilaterales como tratados de libre comercio para que los productores bolivianos puedan acceder fácilmente a otros mercados”, añaden.

En los últimos meses, el gobierno de Arce ha optado por reunirse con algunos sectores empresariales para establecer acuerdos que limiten el costo de la divisa de los importadores. Desde la perspectiva de Espinoza, estas reuniones descuidan la realidad que este costo disminuido refleja la menor disponibilidad de divisas.

De esta forma, el Ejecutivo boliviano trata de limitar los efectos de la crisis, pero no se atacan los dos verdaderos problemas: la escasez de fuentes de dólares y la insostenibilidad del tipo de cambio fijo, que aumenta la demanda de divisas. “La contracción de divisas en Bolivia no es coyuntural, sino más bien, estructural”, define el economista.

Las consecuencias no se hacen esperar: surgen mercados paralelos de divisas que ocasionan que algunos importadores adquieran divisas a tipos de cambio relativamente bajos y otros obtengan dólares mucho más caros. Se trata de un escenario muy similar ya visto en otras economías proteccionistas, que van desde la Argentina de Alberto Fernández hasta la Venezuela chavista.

Para remediar esta problemática, el exdirector del BCB recomienda que las reuniones entre el gobierno y el empresariado de Bolivia se centran en levantar las restricciones de exportaciones a clave como el oro y las agroindustriales. Así, se facilitaría el desarrollo empresarial de actividades que puedan sustituir las importaciones en el país altiplánico.

Tanto Espinoza como los directivos de BeFX coinciden en una salida para la crisis boliviana: el tipo de cambio actual debe abandonarse. Encinas y Castillo están a favor de una transición a un tipo de cambio flotante o elevar la cotización del cambio fijo, siempre y cuando se tomen precauciones.

“Al liberar el T/C, éste encontrará su equilibrio natural y deberían llegar más dólares al país. Si sumamos esto a más medidas pro mercado podría verse que la cotización libre después de un periodo de volatilidad inicial debería encontrar un equilibrio muchas veces más bajo como lo que está pasando en Argentina. Ahora si la liberación se ejecuta sin medidas pro mercado puede ser un arma de doble filo”, advierten los miembros del bróker chileno.

Por otra parte, el exdirector del BCB es más tajante con su pronóstico: “Si el Banco Central decidiera cambiar el régimen cambiario, probablemente deberíamos ir a uno flotante, ya que no se cuentan con las divisas suficientes para adoptar otro tipo de cambio, que sea una cotización distinta o algún régimen mixto”, admite Espinoza.

Este callejón sin salida llevaría al gobierno de Arce a afrontar una inminente alza de precios, que han estado largamente reprimidos tanto por el tipo de cambio como por la propia subvención de hidrocarburos. Incluso, si se adopta una cotización libre del dólar, los subsidios a los combustibles tendrían los días contados.

“Es prácticamente imposible para el gobierno sostener un régimen fijo de precios de hidrocarburos y, por lo tanto, esto minaría completamente la posibilidad de mantener precios bajos en la economía. Así que, si bien es necesario revisar el régimen cambiario en Bolivia, la tardía respuesta del gobierno en aceptar esta crisis nos ha llevado a un punto muy difícil. Cualquier medida que se tome será compleja para el mercado y podríamos tener altos costos para la economía en general”, lamenta Espinoza.

A largo plazo, los expertos del BeFX aseguran que Bolivia está obligada a abandonar la dependencia a los hidrocarburos y diversificar su economía. Seguir el ejemplo del vecino Chile, potencia minera que ha impulsado sus agroexportaciones y ventas de salmón en los últimos años, es una opción.

Por otro lado, en la arena política, Espinoza reconoce que la administración Arce trata de “ganar tiempo” minimizando el impacto de la crisis y maniobrando por la eliminación de rivales fuertes como Morales. Pero el economista se muestra escéptico ante la posibilidad que la incongruencia entre el discurso y la realidad económica no se manifieste antes de las elecciones.

“Se quiere también dividir a la oposición para tratar de aglutinar la mayor cantidad de votos a su favor y forzar así, una segunda vuelta. Aunque en todo caso, el costo electoral para el gobierno ya se siente en la medida que la crisis se va acentuando en la población y va a ser muy difícil para el gobierno mitigar el impacto si no quiere emprender los cambios estructurales que no está muy dispuesto a hacer”, señala Espinoza. Es así como los meses siguientes serán clave para descubrir si el constructor del “milagro económico boliviano” será también su verdugo.

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