El responsable de la Fundación Yncyde de las Cámaras de Comercio Españolas, José Luis Bonet, explica cuáles son los desafíos a los que se enfrenta la industria alimentaria para seguir siendo uno de los motores de la economía española.
El sector agroalimentario en España es un gran dinamizador que contribuye a la economía y genera crecimiento, empleo e innovación en los distintos eslabones de la cadena alimentaria. De hecho, la calidad que presentan nuestros productos sitúa a España como cuarta potencia agroalimentaria en Europa, y décima en el mundo. Esta excelencia se traduce en una significante aportación de este sector al PIB, que ya en 2021 supuso el 9,2%. El papel del sector como agente económico es uno de los ejes que centrará el debate de la I Cumbre Internacional del Sector Agroalimentario que se celebrará en Barcelona los próximos días 22 y 23 de marzo, a la que asisten 800 ponentes de 25 países que plantearán nuevas formas para fomentar el crecimiento del sector.
Buscamos impulsarlo para que se sitúe por encima del 10%. El inherente papel estratégico que tiene este sector, ligado a un crecimiento continuo, y la predisposición de todos los actores en cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria permite fomentar soluciones que, ligadas a una mayor sostenibilidad y proyección internacional, potenciarán el sector y, por ende, su aportación al PIB.
Vivimos en un contexto económico y políticamente adverso que, por primera vez en mucho tiempo, nos ha enfrentado con una guerra que ha afectado y sigue afectando la normalidad de la cadena de suministro, sobre todo al precio de las materias primas. Esto, sumado a la evolución de la inflación y a los efectos del cambio climático, afecta considerablemente a la cadena alimentaria, y tiene serias consecuencias sobre ella. Pese a esto, el sector busca el equilibrio, a través de nuevos procesos basados en la eficiencia. La I Cumbre Internacional Agroalimentaria será un espacio que reúna a todos los agentes del sector en un ejemplo de colaboración público-privada.
Tras la crisis originada por la pandemia se ha producido un cambio en nuestros modelos de consumo que exigen unas prácticas cada vez más responsables y sostenibles. El consumidor exige saber de dónde viene su producto y cómo ha llegado hasta su mesa; desde que se cultiva, pasando por el procesamiento y el empaquetado, hasta que se compra en el supermercado. En vista de estos cambios de tendencia, el sector está realizando un gran esfuerzo para adoptar nuevas formas de cultivar, procesar, transportar y vender los alimentos que satisfagan las demandas de un consumidor cada vez más exigente.
Cuando hablamos de darle una visión 360 grados a la cadena de valor, nos referimos a todos los eslabones de la cadena de suministro que forman parte del procesamiento de los alimentos, “de la tierra a la mesa”. Todos y cada uno de los pasos que forman parte de este proceso son igual de importantes para afianzar valores como la transparencia, la sostenibilidad y la responsabilidad que hoy están en el eje del debate social y que serán tratados en la I Cumbre Internacional Agroalimentaria. Estamos hablando de industria, agricultura, turismo, medioambiente y consumo, ya que somos un sector transversal.
La sostenibilidad, la digitalización y la ciberseguridad se han convertido en factores esenciales que tienen que incorporar los sectores para agilizar los procesos de producción. Pese a la existencia de un coste a la hora de incorporar estos retos al sector agroalimentario, éste debe ser interpretado como una inversión. En este sentido, cabe destacar el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del sector, que dota a la cadena agroalimentaria de las herramientas necesarias para afrontar los retos como la sostenibilidad medioambiental y la digitalización
