La estructura del comercio mundial está experimentando profundos cambios, y su nueva configuración es cada vez más visible con las empresas sacando sus fábricas de China y reubicándolas en otros países, mientras EE.UU. impulsa el proceso, informa el diario británico The Economist.
Estos cambios surgieron en 2018, con el entonces presidente estadounidense Donald Trump, quien emprendió una guerra comercial contra Pekín. La reconfiguración continuó con la pandemia de covid-19, y se ha agudizado con las políticas de la Administración Biden. El comercio mundial parece haberse recuperado tras la recesión provocada por el covid-19, pero no todas las rutas comerciales muestran la misma intensidad.
Los datos económicos de EE.UU. publicados a inicios de noviembre, revelaron que sus importaciones aumentaron en un tercio respecto a 2018, pero a diferencia de otros años, en esas cifras el volumen de productos chinos apenas ha crecido un 6 %. Las compras estadounidenses a la Unión Europea también han experimentado un incremento “deslucido” del 12 %, y las importaciones desde países “amigos” como Canadá (39 %) y México (34 %) tampoco son significativos.
Los principales beneficiarios
Los principales beneficiarios de esta nueva configuración se encuentran en el sur y el sudeste de Asia. Las exportaciones a EE.UU. por parte de naciones como Bangladés, Tailandia, la India, Vietnam o Indonesia experimentaron un incremento de entre un 60 % y 170 %. Hasta hace poco, China solía representar casi la mitad de los envíos asiáticos al mercado norteamericano, pero ahora su participación es de poco más de un tercio, detalla The Economist.
Algo similar se está observando en China, que está comprando más a otros países de la región, mientras que sus importaciones provenientes de EE.UU. y la UE han caído. En la Unión Europea también se registra un aumento de las importaciones desde el sur y sudeste de Asia. Por otro lado, ni Pekín ni Bruselas han visto crecer sus ventas a otras regiones del mundo.
Según el diario, la redistribución del comercio mundial se habría producido de todas formas, debido al aumento de los costos laborales en China, lo que habría hecho que fuera atractivo trasladar la producción a otros países como Bangladés. Pero las medidas adoptadas por Washington y la situación geopolítica han jugado un papel importante en la aceleración del proceso.
Ahora EE.UU. depende menos de los productos chinos, pero posiblemente muchos de los componentes utilizados para fabricar productos en la India o Vietnam seguirán elaborándose en China. La caída de la participación de las exportaciones de Pekín al mercado estadounidense coincide con el aumento de las ventas chinas a los países de la región.