Hasta hace pocas semanas, la economía de China se encontraba en pleno proceso de reapertura y recuperación. Pero el COVID ha vuelto a golpear y parece que lo está haciendo más fuerte que nunca entre la población de la potencia asiática.
La desaceleración de la economía mundial, con alzas de las tasas de interés e inflación elevada, amenazan con restar varias décimas de PIB a una economía que ya se enfrenta a su peor ejercicio en medio siglo, sin tener en cuenta 2020.
China es uno de los principales motores de la economía mundial. Si empieza a funcionar a menos revoluciones el impacto será global. Pero además tiene una presencia cada vez más relevante en las economías de América Latina.
Un retroceso en el consumo privado de magnitud similar al del segundo trimestre de 2022 dañaría el pronóstico de crecimiento anual del PIB de China para 2022, al quedar el crecimiento en un 2,0% frente a la estimación de referencia del 3,1% actual.
“En 2023, una reapertura posterior a lo que esperamos actualmente (es decir, hasta el primer semestre de 2024) podría reducir casi un punto porcentual de nuestra previsión de crecimiento del 4,2% para 2023”, asegura Louise Loo, economista senior de Oxford Economics.
Entonces, del mismo modo que la región sufre cuando EEUU ingresa en una fase recesiva y suba de la tasa de interés, si China comienza un ciclo de desaceleración del crecimiento también afectará la dinámica de la economía latinoamericana.
Comercio e inversiones
Las relaciones entre China y los países de América Latina son esencialmente comerciales y económicas, y la presencia de Pekín y sus inversiones se ha estado incrementando desde principios de la década de 2000.
En cambio, además de inversiones y comercio, EEUU tiene una marcada injerencia en la vida política interna de los países.
China es el principal destino de las exportaciones de Brasil, Chile y Perú, y también el principal origen de las importaciones de estos tres países, según datos del Observatorio de Complejidad Económica.
Es también el segundo destino de las exportaciones y el segundo origen de las importaciones de Argentina —después de Brasil— y de Colombia —luego de Estados Unidos—; el segundo origen de las importaciones de México, por detrás de EEUU, y un socio comercial de importancia también para Bolivia, Ecuador y Costa Rica, entre otros.
Fermín Koop, de Diálogo Chino para el Cono Sur, precisó que el comercio entre América Latina y China se incrementó significativamente en la última década, alcanzando un máximo en 2021 de 450.000 millones de dólares.
Al mismo tiempo, los países de la región han firmado cientos de acuerdos con China y han trabajado en decenas de proyectos de energía, transporte e infraestructura.
La atracción china
La mayoría de los países latinoamericanos han incrementado el vínculo con China por las oportunidades de financiamiento como de acceso a ese gran mercado consumidor. EEUU no brinda esas oportunidades con tanta intensidad.
Por ese motivo, en la disputa por la hegemonía global entre estas dos potencias, la región trata de hacer equilibrio teniendo en cuenta que forma parte del área de influencia de EEUU.
China es un fuerte demandante de minerales y productos agrícolas. Un menor crecimiento económico por el impacto de la estrategia “COVID cero” y la desaceleración de la economía mundial implicaría una menor demanda de estos productos.
Los eventuales menores requerimientos repercutirán en el ritmo de recuperación pospandemia de la economía latinoamericana.
Pese a ello, en el caso de Argentina, el embajador de China en este país, Zou Xiaoli, informó en conferencia de prensa, que es “un inversor relativamente reciente respecto de otros países extranjeros, pero hoy el stock es de 12.800 millones de dólares [en Argentina]” y se pasó “de 10 a 80 empresas chinas radicadas” en pocos años. Repasó inversiones recientes en minería y particularmente litio, petróleo y energía, además de sectores como el agro o la pesca.
Acuerdos comerciales
Pese a esta coyuntura desfavorable, China avanza con nuevos acuerdos comerciales con países de América Latina para asegurar el acceso a recursos naturales.
El sitio web del Ministerio de Comercio chino, informa que están negociando un acuerdo con Panamá, están realizando un estudio conjunto de viabilidad para un pacto con Colombia y han firmado uno con Nicaragua. A la vez, funcionarios de Pekín ya iniciaron conversaciones con Ecuador en junio, y con Uruguay se estaría buscando un amplio acuerdo comercial.
Informa además que China es, por volumen total de intercambio, el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe después de EEUU, pero el primero en magnitud en Sudamérica, donde el peso de Brasil es mayor.
Inversión extranjera directa
América Latina fue estrechando la relación con China a partir de los proyectos de inversión que se fueron concretando en lo que va de este siglo.
La relevancia de la Inversión Extranjera Directa (IED) en la región fue destacada en el último informe de la CEPAL. “En una región con bajos niveles generales de inversión, la inversión extranjera directa es fundamental para el diseño de una política productiva”, afirma el Secretario Ejecutivo de la CEPAL, José Manuel Salazar-Xirinachs.
“Las crisis en cascada que vive la región nos obligan a definir estrategias para posicionar a los países de América Latina y el Caribe en el panorama mundial de inversiones”, advierte el máximo representante de la CEPAL.
En ese sentido, 21 países de América Latina y el Caribe han ingresado en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida también como la Nueva Ruta de la Seda, un desarrollo global de infraestructura impulsado por China desde 2013 que se ha convertido en una de las banderas del Gobierno de Xi Jinping.
Covid, deslocalización y oportunidades
El menor dinamismo de la economía china se produce en el marco del conflicto bélico en Ucrania y las transformaciones en la cadena de suministro en la pospandemia, lo que ha iniciado un proceso de desacoplamiento del mundo desarrollado respecto a China.
Esto podría tener consecuencias positivas para América Latina, dice Margaret Myers, directora del programa sobre Asia y América Latina. Explica que, además de las razones comerciales que impulsaron la deslocalización de proximidad adoptada por empresas como Nike y Hasbro cuando trasladaron su producción de China a México, ahora existe también un notable respaldo político a favor de repensar las cadenas de suministro centradas en China.
Menciona la Ley de Relocalización en América Latina (Latin American Nearshoring Act) propuesta por el congresista estadounidense Mark Green, que trata de incentivar a las empresas a trasladar sus plantas de producción o a invertir en fabricación y servicios en el hemisferio occidental.
Préstamos para depender menos de China
En esta línea de acción, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ofrece una línea de préstamos políticos para facilitar la relocalización de operaciones comerciales a mercados de América Latina, y países como Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala, Panamá y Uruguay han sido identificados como posibles destinos clave.
Algunos países de la región están mejor posicionados que otros para beneficiarse de estas medidas.
El candidato más prometedor para una deslocalización de proximidad a gran escala es México, como ha señalado el Peterson Institute of International Economics, debido a su posición geográfica, al alto nivel de integración económica que mantiene con Estados Unidos, y a su participación en el USMCA, el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá.