El dólar se encaminaba el viernes hacia su mayor caída semanal desde mediados de enero, al afianzarse entre los inversores la opinión de que la Reserva Federal no subirá las tasas de interés este mes, lo que disminuiría el atractivo del billete verde para los compradores no estadounidenses.
La aprobación en el Senado estadounidense de un proyecto de ley para suspender el techo de la deuda y evitar un desastroso impago también eliminó un pilar de apoyo para el dólar, que paradójicamente había sido un beneficiario clave de la incertidumbre por su condición de refugio seguro.
El índice dólar, que mide el desempeño de la divisa estadounidense frente a una cesta de seis monedas, ha caído casi un 0,8% esta semana, su mayor pérdida semanal desde mediados de enero y operaba prácticamente sin cambios el viernes a las 1124 GMT.
El presidente de la Fed de Filadelfia, Patrick Harker, dijo el jueves que “es hora de pulsar al menos el botón de parada durante una reunión y ver cómo va”, en referencia a la reunión de la Fed del 13 y 14 de junio.
Un día antes, el gobernador de la Fed, Philip Jefferson, afirmó que “saltarse una subida de tasas en una próxima reunión permitiría al comité ver más datos antes de tomar decisiones sobre el alcance de un endurecimiento de política adicional”.
La debilidad de los datos manufactureros de Estados Unidos el jueves respaldó la idea de una pausa, aunque las cifras de empleo siguen siendo buenas, lo que hace que el informe mensual sobre las nóminas no agrícolas sea más importante de lo habitual.
En los mercados monetarios, la probabilidad de una subida de tasas en junio se sitúa en torno al 29%, frente al 70% de principios de semana.
El dólar entró en terreno positivo frente al yen, después de haber registrado su mayor racha de pérdidas diarias frente a la moneda japonesa desde el pasado mes de noviembre, con cuatro días de descensos. El dólar operaba estable a 138,8 yenes.
El euro subía un 0,1% a 1,07695 dólares, su nivel más alto en aproximadamente una semana, gracias al impulso dado el jueves por la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, que afirmó que era necesario un mayor endurecimiento de la política monetaria.