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Economía

El FMI calcula que el aumento de los márgenes empresariales representa casi la mitad de la subida de la inflación en Europa

Un nuevo dato ha caído en medio del latente debate sobre el papel de los márgenes empresariales en la elevada inflación que vive la Eurozona. Según los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), los beneficios corporativos son responsables del 45% de la subida de precios desde principios de 2022.

Así se desprende del estudio llevado a cabo por Niels-Jakob Hansen, Frederik Toscani y Jing Zho, economistas del FMI, que desglosa la inflación, medida por el deflactor del consumo, en costes laborales, costes de importación, impuestos y beneficios. Los costes de importación representaron alrededor del 40% de la inflación, mientras que los costes laborales supusieron el 25%. Los impuestos tuvieron un impacto ligeramente deflacionista.

“El aumento de los beneficios empresariales explica casi la mitad del incremento de la inflación en Europa en los dos últimos años, ya que las empresas subieron los precios más de lo que lo hicieron los costes de la energía importada. Ahora que los trabajadores exigen subidas salariales para recuperar el poder adquisitivo perdido, es posible que las empresas tengan que aceptar una menor participación en los beneficios si quieren que la inflación siga en camino de alcanzar el objetivo del 2% fijado por el Banco Central Europeo (BCE) para 2025, según las previsiones de nuestro último informe Perspectivas de la economía mundial”, señalan los tres autores en el post publicado en el blog del FMI.

“En otras palabras, hasta ahora las empresas europeas han estado más protegidas que los trabajadores frente al impacto adverso de los costes. Los beneficios (ajustados a la inflación) se situaron en torno a un 1% por encima de su nivel anterior a la pandemia en el primer trimestre de este año. Mientras tanto, la remuneración de los asalariados (también ajustada) se situó en torno a un 2% por debajo de la tendencia”, explican los economistas.

La inflación en la zona del euro alcanzó un máximo del 10,6% en octubre de 2022, cuando los costes de importación se dispararon tras la invasión rusa de Ucrania y las empresas repercutieron en los consumidores más que este aumento directo de los costes. Desde entonces, la inflación ha retrocedido hasta el 6,1% en mayo, pero la inflación subyacente -una medida más fiable de las presiones subyacentes sobre los precios- se ha mostrado más persistente. Esto mantiene la presión sobre el BCE para que aumente los tipos de interés, a pesar de que la zona euro entró en recesión a principios de año. En junio, las autoridades subieron los tipos hasta el 3,5%, el nivel más alto en 22 años.

Según se explica en el estudio, los anteriores episodios de encarecimiento de la energía sugieren que la contribución de los costes laborales a la inflación debería crecer en el futuro. De hecho, ya ha repuntado en los últimos trimestres. Al mismo tiempo, la contribución de los precios de importación ha caído desde su máximo a mediados de 2022. “Este retraso en los aumentos salariales tiene sentido: los salarios reaccionan más lentamente que los precios a las perturbaciones. Esto se debe en parte a que las negociaciones salariales se celebran con poca frecuencia. Pero después de ver cómo sus salarios caían en torno a un 5% en términos reales en 2022, los trabajadores están presionando para conseguir aumentos salariales. Las cuestiones clave son a qué ritmo aumentarán los salarios y si las empresas absorberán los mayores costes salariales sin aumentar aún más los precios”, señalan desde el FMI.

E incluyen otro cálculo revelador: suponiendo que los salarios nominales aumenten a un ritmo de alrededor del 4,5% en los próximos dos años (ligeramente por debajo de la tasa de crecimiento observada en el primer trimestre de 2023) y que la productividad laboral se mantenga prácticamente plana en los próximos dos años, la participación de las empresas en los beneficios tendría que volver a caer a niveles anteriores a la pandemia para que la inflación alcance el objetivo del BCE a mediados de 2025. Estos cálculos parten del supuesto de que los precios de las materias primas sigan bajando, según las previsiones de abril de Perspectivas de la economía mundial del Fondo.

Las cábalas van más allá: si los salarios aumentaran más significativamente -por ejemplo, a la tasa del 5,5% necesaria para que los salarios reales vuelvan a su nivel prepandémico a finales de 2024-, la participación de los beneficios tendría que caer al nivel más bajo desde mediados de los años 90 (salvo un aumento inesperado de la productividad) para que la inflación volviera al objetivo, advierten los economistas del organismo. “Las políticas macroeconómicas deben seguir siendo restrictivas para anclar las expectativas y mantener una demanda moderada. De este modo, las empresas aceptarían una compresión de la participación en los beneficios y los salarios reales podrían recuperarse a un ritmo moderado”, plantean como recomendación.

El debate ha oscilado entre aquellos actores que han hablado de greedflation (concepto que se podría traducir como inflación de la avaricia o de la codicia) o exclusaflación y aquellos que han negado la mayor. En el caso de la Eurozona, el BCE se dilató en reconocer la tendencia. Fue en la reunión de marzo cuando el economista jefe del banco, Philip Lane, dijo a sus colegas que “muchas empresas habían podido aumentar sus márgenes de beneficio en sectores que enfrentaban una oferta restringida y una demanda resurgente”, argumentando que “los salarios solo habían tenido una influencia limitada en la inflación durante los últimos dos años y que el el aumento de las ganancias había sido significativamente más dinámico”.

Tras esa misma reunión de marzo, la propia presidenta del BCE, Christine Lagarde, reconoció en rueda de prensa la dinámica e instó a “un reparto de la carga de lo que realmente es un cuasi impuesto (la inflación)”. Después, ha insistido en evitar la inflación ‘ojo por ojo’ (tit-for-tat en inglés) en la que el aumento de los márgenes de las empresas impulsa al alza los salarios y los precios. Las subidas de los precios por parte de las empresas llevan a los trabajadores a pedir actualizaciones de sus salarios, que una vez concedidas hacen subir los precios ante una mayor fuerza de la demanada y llevan a las corporaciones a aumentarlos aún más para mantener los márgenes. Una espiral ciertamente peligrosa.

“Existen claros riesgos de que el descenso de la inflación sea más lento de lo previsto debido al aumento de los márgenes empresariales”, explica Piet Christiansen, estratega jefe de Danske Bank. Esto se debe a que las empresas tienden a subir los precios más rápidamente para compensar el aumento de los costes de los insumos que a recortarlos cuando caen sus gastos, lo que les permite disponer de mayores márgenes durante más tiempo, expone. “Esta dinámica es muy difícil de abordar para el BCE”.

Sin embargo, desde el mismo BCE, otros miembros han rebajado el temor a este fenómeno. El croata Boris Vujcic afirmó la semana pasada que un crecimiento económico más débil mermará la capacidad de las empresas para subir más los precios. Un día antes, Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo, reconoció que el BCE “no prestó suficiente atención a los beneficios”, pero dijo que probablemente no pueden desencadenar el mismo tipo de temida espiral que los salarios. “En el caso de los beneficios, la autocorrección es más fuerte, porque la gente tiene que pagar estos precios más altos de alguna manera”, apuntó. “No veo que se pueda extrapolar esto continuamente al futuro, pero hay que vigilarlo y lo estamos haciendo más de cerca que antes”.

“En la eurozona, los datos de beneficios del conjunto de la economía procedentes de las cuentas nacionales sugieren que los márgenes se dispararon en el segundo semestre de 2022 hasta alcanzar su tasa más alta desde 2008. Pero estos datos son volátiles y propensos a revisiones, por lo que, al menos por ahora, tomaríamos el aumento de finales de año con cautela. Y si el aumento es exacto, puede estar dominado por el aumento de los beneficios en uno o dos sectores, como la energía”, defendía Ben May, director de investigación de macro global en Oxford Economics en un informe para clientes del pasado mayo. May admitía que los datos sobre los márgenes de explotación de las bolsas de la zona euro, excluidos los sectores energético, tecnológico y financiero, muestran que los márgenes son más elevados que antes de la pandemia. Sin embargo, aclaraba, los márgenes eran incluso más altos en 2017.

Para el analista, aunque “las empresas de la eurozona parecen haber aumentado un poco los márgenes y han superado a sus homólogas británicas, hay indicios de que, como en EEUU, esta tendencia puede haber empezado a cambiar”. “Los datos de las encuestas de la zona euro y el Reino Unido confirman que es probable que continúe la tendencia a la baja de los márgenes. La encuesta de la Comisión Europea sobre la posición competitiva de las empresas manufactureras -un indicador adelantado de los márgenes de las empresas- cayó constantemente durante 2022 y se mantuvo muy por debajo de su media a largo plazo en el primer y segundo trimestre, lo que sugiere que los márgenes en la eurozona seguirán comprimiéndose”, escribía May.

El camino parece marcado, según el economista de Oxford: “La disminución sustancial de los problemas de la cadena de suministro en los últimos seis meses y la continua normalización de los patrones de gasto sugieren que las empresas pueden tener más dificultades para obtener beneficios inesperados temporales de aquí, ayudando a reducir los márgenes de beneficio. Al mismo tiempo, la caída de los precios de las materias primas dificultará a algunas empresas aumentar sus márgenes mediante subidas de precios y achacarlo al aumento de los costes. La debilidad del crecimiento y, en el caso de EE.UU., la posibilidad de una recesión en la segunda mitad del año, también exacerbarán probablemente las fuerzas a la baja sobre los márgenes de las empresas”.

Sin embargo, admite, algo ha cambiado: “Si los márgenes se comprimen pero los costes de todo el sector siguen aumentando, las empresas pueden estar más dispuestas que antes de la pandemia a intentar repercutir más de estos aumentos de costes a los clientes. Después de todo, muchas empresas han informado de que la demanda ha resistido bien las crisis de precios hasta la fecha”.

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