Tras 10 meses de trabajo a contrarreloj, el Gobierno argentino comenzó el llenado del gasoducto Néstor Kirchner, en cuya primera etapa llevará el gas producido en la formación geológica Vaca Muerta (sur) hasta la provincia de Buenos Aires (centro), la zona de mayor consumo a nivel nacional. Mientras el ahorro en importaciones rozará los 2.000 millones de dólares en 2023, la obra augura posicionar al país como un jugador central en el mapa global.
La elección del 20 de junio no fue casual. Que la “obra de ingeniería más importante de los últimos tiempos” —como la denomina el Gobierno de Alberto Fernández— fuera puesta en marcha el Día de la Bandera es todo un símbolo en relación al tan ansiado autoabastecimiento energético. Además, la fecha se sitúa en las vísperas del inicio del invierno austral, la época de mayores picos en el consumo de gas.
El proyecto de infraestructura —que empezará a funcionar formalmente el 9 de julio, en el Día de la Independencia— transportará en esta primera etapa el gas desde la localidad de Tratayén, en la provincia sureña de Neuquén, donde se ubica Vaca Muerta, hasta la ciudad bonaerense de Salliqueló, a 573 kilómetros de distancia.
Un antes y un después
“Es fundamental que la inauguración ya esté en marcha. Que el llenado empiece el Día de la Bandera es una elección acertada: sin dudas el evento tiene cierta épica”, dice a Sputnik Juan José Carbajales, ex subsecretario de Hidrocarburos de la Nación durante el actual Gobierno del Frente de Todos y titular de la consultora Paspartú.
Se tenía previsto que la obra iniciada en agosto de 2022 finalizara en dos años, pero demoró apenas 10 meses. El especialista remarca este avance como un logro cuyo impacto no es exclusivamente simbólico: “Que se haya terminado en tiempo récord es relevante por el gas que va a eyectar este invierno porque supone un importante ahorro de divisas de la energía que no vamos a importar”.
“El proyecto se concretó con tecnología de punta que no existía en el país. El know-how [saber hacer] de los trabajadores formados para hacer el gasoducto es un recurso que queda acá”, remarca el exministro.
El precedente que sienta la concreción del gasoducto acaso resulta más trascendental que la inauguración en sí. Carbajales asegura que exhibe el hallazgo, en los abundantes recursos disponibles en el país, de una llave para la salida del laberinto económico: “Lo central es el mensaje de que empezó la etapa de las obras de infraestructura, que son claves para desarrollarse a pesar de las dificultades económicas como la falta de dólares”.
El impacto en números
Los 1.500 millones de dólares de inversión que insumió la obra surtirán un efecto inmediato: al incrementar en un 30% la capacidad de transporte del recurso, supondrá un ahorro más de 2.000 millones de dólares en importación de gas este año, que hoy Argentina compra principalmente a Bolivia, en medio de una acuciante crisis por falta de divisas en el Banco Central. Mientras que en 2024 esa cifra alcanzará, según datos oficiales, los 4.200 millones de dólares.
Sin embargo, es la segunda etapa de la obra la que cambiará de lleno el tablero energético del país. Fijado para agosto, el siguiente tramo de 467 kilómetros de extensión conectará a la localidad de Salliqueló con la de San Jerónimo, en la provincia de Santa Fe (centro), donde se unirá al Gasoducto Centro Oeste, que llevará el gas hasta las provincias de Córdoba (centro), Tucumán y Salta (norte)
Si la primera fase expandirá el suministro de gas en 22 millones de metros cúbicos/día (MMm3/d), la segunda ampliará la oferta a unos 44 MMm3/d, con lo cual no solo se abastecerá al mercado local, sino que brinda la posibilidad de obtener saldos exportables al resto de la región.
“Hoy Argentina importa cerca de 30 barcos de gas natural licuado por año y 15 barcos de gasoil para generación eléctrica: toda esa importación va a reemplazarse con los recursos argentinos, lo que además supone una generación de trabajo e inversión directa en el país”, explica el exfuncionario gubernamental.
“Los beneficios van a sentirse de lleno desde el 2024, con la unión de todas las obras que deben conectarse. La idea es llegar al año que viene con cantidades mínimas de importaciones, lo que definitivamente da oxígeno a las reservas del Banco Central”, destaca Carbajales.
Mientras que la panacea exportadora aún aparece lejana en el horizonte, lo cierto es que el beneficio inmediato que ofrece la puesta en marcha de la obra es tangible. Para el consultor, “la garantía de abastecimiento de gas a precio razonable es fundamental tanto para los usuarios como para la industria. Siempre las exportaciones están sujetas a que antes se alcance el abastecimiento interno”.
“Vaca Muerta es una joya a nivel nacional. En el mediano plazo podría permitir a Argentina revertir la balanza comercial energética, y proveer un monto de divisas similar al complejo agroexportador, constituyendo un vector clave para el desarrollo económico del país”, sostiene Carbajales.
Oasis de calma en medio de la tempestad
El trabajo desarrollado desde hace años en Vaca Muerta se inscribe en un marco de estancamiento económico generalizado y una creciente crisis económica, que se refleja en el 114% de inflación interanual, la más alta en 32 años.
Lejos de ver en este cuadro de situación un motivo de alerta en torno a la explotación de los recursos del sur del país, Carbajales destaca la capacidad de aislar el desarrollo hidrocarburífero de la inestabilidad generalizada: “Esto parece una cápsula dentro del tembladeral. Este impulso constructor no se veía hace décadas y plantea un escenario que puede ofrecer importantes soluciones a la economía”.
“Vaca Muerta ha crecido en los últimos años a pesar del contexto macroeconómico. Pese a que no llegaron numerosas inversiones internacionales, hoy todos los grandes jugadores están actuando en el offshore argentino. Esto puede llegar a tener otra escala si ciertas variables empiezan a ordenarse desde el próximo año”, señala el exfuncionario.
El mérito de sortear los distintos obstáculos no remite exclusivamente a la economía, sino que también atañe a la política. Desde 2011, cuando la firma pública Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) confirmó la concreción de las investigaciones en Vaca Muerta, se sucedieron a la fecha tres Gobiernos de diferente signo político: Cristina Fernández (2007-2015), Mauricio Macri (2015-2019) y Alberto Fernández, quien asumió en 2019 y cuyo mandato culmina en diciembre de 2023.
Pese a las abiertas diferencias marcadas entre cada uno de los mandatarios, pareciera haber emergido un consenso en torno al aprovechamiento de los recursos. Según Carbajales, “en el plano político aparecen líneas de continuidad desde el año 2010 en cuanto a las políticas públicas en materia de desarrollo de los hidrocarburos no convencionales“.
En medio de un año atravesado por las elecciones presidenciales, el investigador remarca la voluntad por apostar a la explotación de una formación que alcanzaría para satisfacer la demanda local de gas de los próximos 150 años.
“El perfil exportador despierta el respaldo del oficialismo y la oposición, y eso da la perspectiva de que ante posibles cambios en la composición del Congreso, las leyes necesarias puedan ser votadas. Pese a los matices, los programas de los distintos espacios son consistentes en promover el desarrollo de Vaca Muerta”, sostiene el consultor.