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Economía

Irlanda tiene un plan para convertirse en Noruega y el petróleo no tiene nada que ver

Alcanzar la prosperidad económica es, probablemente, el sueño de buena parte o todas las sociedades del mundo. Cómo lograrlo es la parte compleja y la gran pregunta que cientos de economistas han tratado de resolver en informes, libros… Aunque hay muchos factores necesarios para alcanzarla (unas instituciones sólidas, por ejemplo), no existe un factor único ni una receta mágica. Buena prueba de ello son los dos países más ricos de Europa, que han logrado llegar a cima de la economía europea por caminos muy diferentes. Uno ha construido el mayor fondo soberano del mundo gracias al petróleo, mientras que el otro ha comenzado el suyo hace alrededor de un año, pero sin producir ni una gota de crudo y sin tener recursos naturales notables. Irlanda quiere seguir los pasos (tras haber reducido su deuda de forma impresionante) de Noruega y convertir los ingresos por el impuesto en sociedades en su particular petróleo.

Noruega tiene una de las rentas per cápita más altas del mundo gracias a los ingresos por petróleo del país (y su buena gestión). Esta economía nórdica tiene unos 5,5 millones de habitantes y produce alrededor de 2 millones de barriles de crudo por día, lo que le ha permitido amasar una fortuna que supera los 1,4 billones de dólares (Noruega tiene el equivalente a casi todo el PIB de España acumulado en su fondo soberano).

Irlanda, por su parte, quiere hacer algo similar, aunque en menor medida. El ‘tigre celta’ lleva años ajustando su política fiscal (bajos impuestos a las empresas, incentivos a la inversión e innovación…) para que las grandes multinacionales se establezcan en la isla como puerta de entrada a la UE. Esto no va a durar para siempre, en principio, puesto que puede surgir rivales (competencia fiscal) o porque la Unión Europea se puede cansar de la situación, ya que, al fin y al cabo, las empresas que se marchan a Irlanda dejan de pagar impuestos en otros países europeos. Por ello, Irlanda está intentando calcar la ‘hoja de ruta’ noruega. Hasta ahora, aunque el fondo soberano apenas tiene dinero (está muy lejos del objetivo de 100.000 millones), la jugada le ha salido bastante bien. El país tiene unos 5,2 millones de habitantes, (parecido a Noruega), pero recauda cada año miles de millones de euros por el Impuesto de Sociedades. Este impuesto sobre los beneficios de las empresas recauda el 27% de todos los ingresos del país.

El prestigioso semanario británico The Economist explicaba hace unas semanas que “los responsables políticos irlandeses son conscientes de que la base impositiva es estrecha y muy abundante a la vez. En 2022, solo diez empresas representaron tres quintas partes de los ingresos del impuesto de sociedades. Además, el impuesto de sociedades ascendió al 27% de todos los ingresos ese año, más del doble de la media de la OCDE. Reconociendo esta vulnerabilidad, el gobierno irlandés pretende tratar los beneficios extraordinarios de Apple de la misma manera que Noruega trató los ingresos del petróleo del Mar del Norte: con un fondo de riqueza soberana. Se están ‘engordando’ dos fondos separados. Los políticos esperan que su valor combinado alcance los 100.000 millones de euros en 2040, momento en el que comenzarán a gastar los ingresos generados”.

El objetivo, al igual que el de Noruega, no solo es ahorrar para el futuro y lograr una redistribución de la renta con un largo horizonte intergeneracional, sino que también pretende evitar que se generan burbujas y desequilibrios en la economía. Las finanzas son más complejas de lo que parece. A veces, crecer muy deprisa o tener mucho dinero puede ser un problema conocido como ‘enfermedad holandesa’. ¿Por qué se llama así? En los años sesenta, la riqueza de los Países Bajos aumentó considerablemente tras el descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural en el Mar del Norte. Sin esperarse, esta aparente buena fortuna repercutió gravemente en sectores importantes de la economía, ya que el florín (la divisa del país entonces) se apreció y perjudicó la competitividad de las exportaciones no petroleras del país. De ahí el nombre de ‘mal, enfermedad o síndrome holandés’, que si bien se lo relaciona con el descubrimiento de algún recurso natural, puede ser el resultado de cualquier hecho que genere grandes entradas de divisas, como un notable repunte de los precios de un recurso natural, la asistencia externa y la inversión extranjera directa”, señalan desde el FMI en un artículo divulgativo.

En el caso de Irlanda, la apreciación de su divisa no es un riesgo, puesto que el pequeño país tiene el euro como divisa oficial y el impacto de sus ingresos sobre el tipo de cambio de una moneda tan líquida y grande es escaso. No obstante, la puesta en circulación (gasto) de grandes cantidades de dinero puede distorsionar la economía, llegar a generar burbujas en ciertos activos o reducir la diversificación de una economía que confía excesivamente en los ingresos que generan las multinacionales. Por ahora, Irlanda lo ha gestionado relativamente bien, porque los ingresos por el Impuesto de Sociedades han supuesto una mínima parte de lo que obtienen los grandes países productores de petróleo por el crudo. Pero también porque Irlanda ha preferido ahorrar parte de ese dinero manteniendo un gasto público a raya (Irlanda gasta el equivalente al 21,2% del PIB, es gasto público más bajo de Europa). El país ha disfrutado en las últimas décadas de un desarrollo más que notable.

Irlanda tiene hoy un PIB per cápita que supera los 100.000 dólares por habitante, según los datos del Fondo Monetario Internacional (70.000 euros según Eurostat), siendo con diferencia el país más rico de la zona euro si se excluye al pequeño Luxemburgo. Según las estadísticas, los irlandeses más que duplican la renta per cápita media de la eurozona y la de Reino Unido.

Habrá quien diga, con razón, que el PIB per cápita no vale en Irlanda, puesto que las multinacionales con su inversión y beneficio distorsionan el dato. Pero aun corrigiendo eso, el milagro sigue siendo evidente e Irlanda está logrando acercarse a Noruega. Depurando el dato de PIB a través de varios filtros que utiliza el propio Banco de Irlanda se obtiene un indicador conocido como ingreso o renta modificada, que podría equivaler al PIB per cápita sin las distorsiones de los beneficios de las multinacionales. El resultado sigue siendo el de un ingreso superior a los 50.000 euros, lo que sigue mostrando que lo de Irlanda es un milagro real. Aunque los beneficios de las multinacionales distorsionan el PIB per cápita, estas empresas también han generado miles de empleos de calidad que están ocupados en muchos casos por irlandeses. Esto no es casualidad. Más allá de la fiscalidad, hay otros factores que han llevado a que las empresas (y la inversión) lleguen de forma masiva a la isla.

El milagro se debe principalmente al bajo tipo del Impuesto de Sociedades de Irlanda (un impuesto del 12,5%, frente al 23% del tipo medio de la zona euro), pero también una población formada, que habla inglés, a que el país forma parte de la Unión Europea y la Eurozona y a la buena ubicación geográfica (zona horaria GMT entre EEUU y Europa), todos factores importantes que han hecho de Irlanda un país más rico y próspero. El idioma o la buena situación geográfica son factores que no tienen que ver con el buen hacer de los irlandeses y que, sin duda, han influido en el milagro económico.

Con todo, Irlanda va a lograr este 2024 un superávit histórico. Las previsiones ya contemplaban unas finanzas públicas saludables a principios, dada la evolución de la economía y de los ingresos fiscales (sobre todo por el Impuesto de Sociedades), que iba a permitir que el fondo siguiera nutriéndose. Pero en septiembre llegó una sorpresa inesperada (un regalo que Irlanda no quería): Apple tiene que abonar 14.000 millones de euros a Irlanda, unos miles de millones que se suman al superávit previsto. Ahora la cuestión es si seguir engordando el fondo soberano irlandés o dar uso a ese dinero.

Este es un problema inusual para cualquier país. El Tribunal de Justicia Europeo dictó un veredicto en una larga batalla legal sobre si Apple se había beneficiado de lagunas injustas (y ahora cerradas) en el código tributario de Irlanda. La disputa legal comenzó en 2016, cuando la Comisión Europea dictaminó que Irlanda había otorgado a Apple ventajas fiscales ilegales. Irlanda y Apple impugnaron la reclamación y, como Irlanda estaba obligada a recuperar la ayuda estatal a pesar del litigio, la cantidad en cuestión ha estado en una cuenta de depósito en garantía desde 2018. El valor del fondo de depósito en garantía era del orden de 14.100 millones de euros el 9 de septiembre, unos 13.000 millones de euros, más de 1.000 millones de euros en intereses, una cantidad equivalente al 4,8% del ingreso nacional anual del país. Para sorpresa de otros gobiernos con problemas de liquidez, las autoridades irlandesas se pusieron del lado de Apple en sus batallas con los tribunales europeos, argumentando que la empresa no había hecho nada malo. El Gobierno de Irlanda no quería ese dinero que al final va a recibir.

Desde la agencia Fitch también se hacen eco de este curioso dilema al que se enfrenta el Gobierno de Irlanda. “Irlanda cuenta con un marco fiscal interno prudente diseñado para mitigar los riesgos derivados de los grandes y altamente concentrados ingresos extraordinarios del impuesto de sociedades. El gobierno pretende limitar el crecimiento nominal del gasto básico al 5% a medio plazo (basándose en estimaciones de crecimiento de tendencia del 3% y un supuesto de estabilidad de precios del 2%) y los ingresos extraordinarios del impuesto de sociedades se ahorrarán en el Fondo Future Ireland y el Fondo de Infraestructura, Clima y Naturaleza“, explican desde la agencia Fitch.

Ahora mismo, ambos fondos tienen una liquidez de 10.400 millones de euros, una cantidad todavía pequeña, que equivale al 2% del PIB. La multa pagada por Apple podría dar un empujón al fondo soberano de Irlanda (en realidad son los dos fondos comentados anteriormente). Sin embargo, este fondo tiene enemigos entre los políticos. Los partidos quieren votos y saben que algunos votos se pueden obtener con dinero. Hay propuestas que piden que se entregue 1.000 euros por cada recién nacido, otros que proponen reducir aún más los impuestos y otros gravámenes sobre los ingresos. “Tienen este superávit fiscal enorme que es posible gracias a los beneficios de las multinacionales estadounidenses”, asegura Aidan Regan, profesor de economía política en el University College de Dublín. “Pueden prometerle todo a todo el mundo y esa es una posición envidiable”, explica este experto en declaraciones a Bloomberg.

Es probable que las elecciones sean reñidas. Simon Harris, primer ministro de Irlanda que asumió el cargo en abril, convocó elecciones unos meses antes de lo previsto para sacar provecho de su ventaja en ese momento. Pero ha perdido parte de esa ventaja y una encuesta reciente reveló que no había gran diferencia entre los tres partidos más importantes. Las cifras siguen sugiriendo que el Fine Gael de Harris estará en condiciones de intentar formar otra coalición con Fianna Fail.

El plan de casi todos es seguir utilizando el actual bote fiscal (los dos fondos) para crear un colchón para el futuro. El plan es añadir el equivalente al 0,8% del PIB anualmente. Los pasos a seguir para convertirse en Noruega están claros, pero algunas propuestas políticas ponen en duda que este objetivo se pueda poner en práctica todos los años.

 

Además, el fondo no está exento de críticas, ya que Irlanda tiene algunas necesidades de gasto inmediatas, especialmente en vivienda. Partes de su red eléctrica son insuficientes y se quedan anticuadas a medida que aumenta la demanda de energía de los usuarios, como los centros de datos. Si no se abordan estos problemas de infraestructura, también se reducirá el atractivo de Irlanda para la inversión internacional, con implicaciones, a su vez, para los ingresos fiscales que pretenden ‘engordar’ estos fondos que prometen convertir a Irlanda en la futura Noruega.

“Estos ingresos o riqueza inesperada de Irlanda hace que su fondo sea similar al que tienen países como Noruega, que se basan en el petróleo y el gas”, según Javier Capapé Aguilar, director del Laboratorio de Riqueza Soberana de la Universidad IE en España, en declaraciones a la agencia Bloomberg. “Parece un fondo de recursos naturales, porque el flujo de recursos parece bastante estable y fuerte”, asegura. “Pero, al igual que los fondos petroleros, saben que probablemente algún día esta fuente de ingresos puede desaparecer”.

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