Pekín está considerando paralizar el arancel del 125% que aplica a algunas importaciones estadounidenses debido a los altos costos económicos que suponen para sectores industriales estratégicos de China, según recogen Bloomberg y Reuters. El Gobierno chino está estudiando, en concreto, eliminar los gravámenes adicionales para equipos médicos y algunos productos químicos industriales como el etano; así como relajar el aumento tributario en el alquiler de aviones que costean las aerolíneas chinas. Safran, fabricante militar francesa, ha comunicado que las exenciones se ampliarán a componentes de aeronaves, como motores de jet. Esta posibilidad llega después de que Donald Trump, presidente de EEUU, publicara mensajes en los que invitaba a negociar con Pekín y eximiera ciertos productos tecnológicos de los aranceles del 145% a los productos chinos.
A pesar de la retórica de ambas capitales —con más insistencia por parte de Washington—, la guerra comercial es un mal negocio para ambas potencias. Aunque las relaciones comerciales han disminuido desde la primera guerra comercial, China es el segundo socio comercial de Estados Unidos. En 2024, el país norteamericano importó bienes por valor de 420.000 millones de dólares y exportó por valor de 144.000 millones, según cifras recogidas por la Oficina de Análisis Económico estadounidense.
La escalada arancelaria iniciada por Trump, que ha derivado en impuestos aduaneros del 145% a los productos procedentes de China y del 125% en sentido contrario, está golpeando a la industria a ambos lados del Pacífico. Conscientes del impacto económico, la presión de los mercados y los mensajes de miembros del Ejecutivo estadounidense, Trump ha relajado su discurso comercial: primero pausó durante 90 días el grueso de sus arbitrarios “aranceles recíprocos” y en los últimos días está mostrando mensajes más conciliadores, aunque China sigue exigiendo la retirada de los impuestos a las importaciones.
La posible exclusión de ciertos productos estadounidenses de los aranceles del 125% sería un reflejo de la retirada de los aranceles del 145% a las manufacturas electrónicas chinas por parte de la Casa Blanca. Sin embargo, aunque la desescalada comercial es vista como algo positivo, no está claro si a largo plazo se alcanzaría un estado comercial previo a la escalada. El grueso de los impuestos y restricciones establecidos por Trump en su primer mandato fueron continuados por el siguiente presidente estadounidense, Joe Biden, quien mantuvo una política arancelaria focalizada en ciertos sectores industriales.
Las relaciones comerciales comprenden más áreas que la compraventa de bienes físicos, como teléfonos móviles, ropa o alimentos. La política comercial de Trump ha ignorado las transferencias procedentes de las importaciones y exportaciones de servicios, las inversiones directas y la deuda. Aunque el volumen de servicios no es tan alto como los bienes (en 2024, China importó de Estados Unidos servicios por valor de 54.000 millones de dólares y exportó 23.000 millones de dólares), contempla productos muy relevantes como TikTok.
Un nuevo paso en la desescalada podría ser un acuerdo comercial sobre la red social de vídeos. Trump ha ido aprobando prórrogas —de dudosa legalidad— de la norma que obligaba a ByteDance a vender la división norteamericana. Muchas empresas como Amazon, Oracle o incluso X, cuyo dueño es Elon Musk, han comunicado mensajes de interés sobre la plataforma sin haber alcanzado un comprador claro hasta el momento.