La deuda de China marcó su propio récord en 2023 al ascender al 287,8% del PIB al cierre del ejercicio. Esto supone 13,5 puntos porcentuales más que en 2022, según un informe de la Institución Nacional de Finanzas y Desarrollo.
El índice de apalancamiento macro, que es de donde se extrae esta cifra, mide la deuda no financiera total pendiente en proporción al PIBnominal.
De ese total, el Instituto de Finanzas y Desarrollo, junto con el Centro de Balances Nacionales de China, cifra la deuda pública (que aglutina la del gobierno central, regiones y ayuntamientos en el 111,8%, frente al 77,2% que acumulaban en el año 2019, antes del estallido de la pandemia del Covid.
Precisamente, el mayor problema al que se enfrenta China es la cantidad ingente de deuda oculta que presentan sus administraciones locales. Las últimas estimaciones la elevan a más de 70 billones de yuanes (9 billones de euros). Esto supone más del doble del PIBde Alemania.
El problema que tiene ahora China es cómo colocar esa deuda en los mercados y cada vez le va a ser más difícil. A la rebaja de calificación que emitió la agencia Moody’s de diciembre de 2023 a A1 en moneda local y extranjera, se suma la reciente rebaja de Fitch.
La agencia de calificación hizo lo mismo que Moody’s, un movimiento que “es poco probable que este movimiento sea una sorpresa para los mercados, dados los acontecimientos de los últimos años”, aseguró Lynn Song, economista jefe de Gran China de ING Economics.
Los factores clave que han considerado en la agencia de calificación para darle esta rebaja a la moneda local china está en los riesgos de los LGFV. Estas son empresas estatales creadas para pedir préstamos en nombre de las autoridades locales y son responsables de la mayor carga de las deudas ocultas de los ayuntamientos. Generalmente, este tipo de deuda se contrae para invertir en proyectos públicos como carreteras y puentes.
Estos pasivos no registrados, que incluyen bonos LGFV con respaldo oficial implícito, se han acumulado a lo largo de los años hasta alcanzar entre 30 y 70 billones de yuanes, según algunas estimaciones , y se convierten en una amenaza para la estabilidad y sostenibilidad fiscal y financiera del país.
Al mismo tiempo, también lo achacan a una desaceleración del crecimiento económico y una transición del modelo de financiación pública amnnterior, que fue impulsado por los gobiernos locales que impulsaron la venta de tierras.
En este sentido Fitch aseguró que el gobierno central de China “asumirá una mayor parte de la carga fiscal, lo que tendrá el efecto de elevar su deuda en relación con el PIB, que ha sido comparativamente muy baja”, aseguran.
El ministro de Finanzas del país, Lan Foan, aseguró en una entrevista en el Diario del Pueblo en enero de este año que elevarán el gasto fiscal tras un año marcado por la incertidumbre en la recuperación económica del gigante asiático tras los años de la política de ‘covid cero’. En su momento no aclaró la cifra pero, tras las Dos Sesiones, el primer ministro, Li Qiang, confirmó que sería en torno al 3% del PIB.
Lynn Song aseguró que este incremento, junto con una baja probabilidad de que se adopten medidas significativas de consolidación fiscal antes de que se estabilicen las perspectivas económicas “hacen posible que las agencias de calificación den el siguiente paso de un ajuste negativo de las perspectivas a una rebaja real de calificación crediticia en el próximo año o dos”.
La última vez que China recibió una ola de rebajas de calificación crediticia fue en 2017 para Moody’s y Standard and Poor’s y en 2013 lo hizo Fithc.
“Por lo general, después del ajuste de las calificaciones soberanas, también se revisarán las calificaciones a nivel de empresa, y podríamos ver movimientos similares en las próximas semanas para las perspectivas de los emisores de crédito chinos”, adelantó el experto de INGEconomics.
Las rebajas de calificación por parte de las agencias crediticias ponen ahora a China en la dicotomía de aplicar medidas de estímulo al crecimiento o, por otro lado, aplicar correcciones para abordar una consolidación fiscal a largo plazo.
En el caso de los estímulos, está claro que necesitan apuntala el crecimiento a corto plazo, ya que este año se fijaron un objetivo de expansión del PIB del 5% para este año.
Lynn Song califica esta medida de “importante para evitar caer en la trampa de la japonización“. Con este término se refiere a que la economía caiga en el bucle de retroalimentación negativa de débil confianza, con una caída de los precios de los activos y un crecimiento económico más lento. “Esto hará que los niveles de deuda pública aumenten en el corto plazo”, advierte.
En el caso de las medidas de consolidación fiscal, el experto de INGasegura que es posible “que pasen a un segundo plano frente a las preocupaciones de estabilización a corto plazo, y las expectativas de la deuda podrían empeorar antes de empezar a mejorar”.
La clave está ahora en cómo casar medidas de consolidación fiscal a la vez que se establece un estímulo de la economía. Todo esto en un contexto de un mercado inmobiliario totalmente devastado y un consumo interno que cada vez está más mermado, lo que provoca una caída atronadora de los precios al consumo.