Las empresas tecnológicas han dado la bienvenida a 2024 con ajustes. En las primeras dose semanas del año han confirmado más de 7.500 despidos, una cifra que, no obstante, queda muy por debajo de la anotada en el inicio del pasado ejercicio, que se saldó con un total de más de 260.000 ceses y es considerado el auténtico ‘annus horribilis’ para el sector. Pero siguen multiplicando casi por 15 las anotadas en el arranque de 2022, que finalizó con 164.969, lo que apunta no solo a que los recortes no se pueden dar por acabados, sino que las compañías siguen contando con ellos para hacer frente a los cambios que traerá la irrupción de la inteligencia artificial.
Los datos recopilados por la web Layoffs.fyi en lo que va de mes arrojan una tendencia similar a la que se venía anotando a finales de 2023, teniendo en cuenta que se compara meses completos con la mitad de uno. El nuevo año ha venido marcado por la comunicación de 1.000 despidos en en Google. A cierre de 2023, el ajuste más sonado fue el de Spotify, que tres semanas antes de Navidad comunicó 1.500 ceses, equivalentes al 17% de la plantilla.
En conjunto son ya 48 empresas las que han despedido o prevén despedir a 7.528 trabajadores, una cifra que no es comparable con los 89.709 de los que 277 empresas prescindieron en enero del pasado año. Pero si supera los 510 anotados en el mismo mes de 2022, llevados a cabo por apenas 5 empresas. La comparación con lo ocurrido hace dos años es pertinente porque fue a partir de ese momento cuando comenzó una cascada de ajustes que hasta hoy ha llevado a un total de 2.640 empresas a extinguir 435.044 empleos.
Por cantidad de ceses, el ranking lo lideran Amazon con 27.410, Meta con 22.10, Google con 13.115, Microsfot con 11.158 y Salesforce con 10.140. Hay que tener en cuenta que hablamos de empresas con un elevado volumen de plantilla. Otros casos sonados como el de X, antigua Twitter, que acometió un draconiano ajuste tras la entrada de Elon Musk, se materializaron ‘solo’ en 3.940 despidos (si bien es más del 50%de su antigua plantilla). Curiosamente, Layoffs no registra despidos en Apple.
Aunque el foco mediático se sitúa en estas grandes empresas, el sector se caracteriza por una enorme capilaridad. Es decir, un gran número de compañías de mediano y pequeño tamaño, en gran parte startups, pero que se han visto arrastradas por las graneds en este vendaval.
Las explicaciones a este fenómeno han sido diversas. La mayoría de los expertos achacaron la debacle a una racionalización del sector tras el ‘boom’ de la digitalización vivido entre mediados de 2020 y 2021, que disparó la demanda de mano de obra cualificada en las nuevas tecnologías y con ello sus salarios y la ‘guerra por el talento’. Aunque también benefició a profesionales de áreas menos especializadas, como los comerciales o los responsables de atención al cliente, cuyos puestos sufren ahora el mayor recorte.
Pero a pesar de este recorote, la situación sigue aún lejos de volver a los niveles de 2022, lo que indica que ni las empresas ni los trabajadores ven el fondo de los ajustes. Algo que puede responder a los numerosos vaivenes sufridos en la estrategia de estas compañías, ante los desiguales resultados de los últimos años de sus ‘aventuras’ en campos tan variopintos como la industria audiovisual la robótica o incluso la industria aeroespacial.
Esta iversificacón ha llevado a muchas de las grandes compañías, desde Amazon a Google, a ver comprometidas sus cuentas de resultados, lo que en un contexto de endurecimiento de la política monetaria les obliga a dar muestras de mayor austeridad de cara a sus accionistas. Algo que afecta aún más a las pequeñas empresas emergentes, lastradas por la restricción del grifo inversor.
Especialmente afectadas aquellas especializadas en actividades intensivas en mano de mano obra, como las de comerciales y atención al cliente, pero que también son fácilmente automatizables a través de ‘chatbots’ de inteligencia artificial. Les siguen otras que se han visto resentidas por el fin de la pandemia, como la atención sanitaria o el reparto de comida.
Dudas ‘apocalíticas’
Aunque no solo la situación económcia o financier han marcado los acontecimienots: el propio devenir de la tecnología tras la pandemia ha tenido mucho que ver. No olvidemos que en 2021 el sector parecía apostarlo todo a la carta del teletrabajo y la educación a distancia, bajo el paraguas de una ‘realidad virtual 4.0’ ahora rebautizada “metaverso”. Un término abrazado por Marck Zuckerberg, que lo aprovechó para rebautizar la marca Facebook, ‘quemada’ por innumerables polémicas, por Meta.
Apenas año y medio después, ante el retorno a la presencialidad tras la pandemia y las carencias de la propia tecnología, esta idea se ha visto desbancada. con la irrupción de la inteligencia artificial generativa. Sin embargo, el impacto de esta tecnología no solo parece mucho más real que el metaverso, sino más cerca de ser rentable, como demostró Open AI al presentar ChatGPT al gran público y obtener el respaldo de Microsoft, que la está introduciendo en cada vez más productos, desde su buscador, a su suite de Office o incluso en productos de compañías subsidiarias como LinkedIn.
Pero el impacto de la inteligencia artificial es incierto. Un reciente informe del FMI afirma que el 40% de los empleos se verá afectado por ella, porcentaje que se eleva al 60% en los países más avanzados. Cuándo ocurrirá esto sigue siendo la gran pregunta que nos seguimos haciendo. En este escenario, muchos miran al sector tecnológico como un ‘termómetro’ de lo que está por venir. A fin de cuentas, es el pionero a la hora de adoptar estos avances.
La inteligencia artificial generativa ha supuesto un punot de inflexión, ampliando el foco de actividades automatizables, desde la redacción de textos, imágenes y otros contenidos a la programación informática, y no han sido pocas las empresas “innovadoras” que lo están aprovechado para reducir costes laborales. Esto se ha visto ya en las actividades comerciales y de atención al cliente, más fáciles de automatizar que otras. Sin embargo no ha creado la necesidad de nuevos empleos: si así fuera, el número de despidos sería mucho menor.
Este balance genera cierto pesismismo y no solo para los trabajadores. A medio y largo plazo las empresas no pueden limitarse a sobrevivir ajustando costes, y necesitan que una nueva tecnología cree verdaderas oportunidades de negocio. Y el potencial de la inteligencia artifical para lograr esto sigue siendo incierto, en especial e los que se refiere a su variante más mediática, la generativa.
Ocurre que el diagnóstico sobre su verdadero peso en el modelo productivo se ve sesgado por una agresiva campaña publicitaria que apremia a las empresas para adoptar este tipo de tecnologías antes de analizar las ventajas y riesgos para sus negocios. Esta urgencia surge de la necesidad de prepararse ante un futuro que se presenta en términos casi apocalípticos. Una estrategia de marketing que en 2023 han explotado con éxito figuras como la del CEO de Open AI, Sam Altman, pero que pueden propiciar errores que cuesten empleos.
Aunque casi nadie cuestiona el papel que tendrá la inteligencia artificial, aún subsisten muchos problemas intrínsecos de una tecnología cuya adaptación a las exigencias éticas, de protección de datos, derechos de autor, relaciones laborales y muchos otros ámbitos que siguen sin haberse resuelto.
La manera en la que se aclaren estas incertidumbres, será la clave que determine cómo enfocar la adopción de esta tecnología. Y con ello los cambios en las plantillas, hablando no solo de despidos sino de contratación para cubir los nuevos puestos de trabajo que demande su implantación.