Uno de los retos que tendrá el nuevo gobierno para el próximo quinquenio es concretar la diversificación de los motores de crecimiento del país, los cuales se han centrado en las últimas décadas en el desempeño de los sectores minero y agroindustria.

Su relevancia, incluso, se sustenta en la necesidad de tener una mayor recaudación de ingresos, indicó recientemente el ministro de Economía, Waldo Mendoza.

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Para Javier Dávila, exviceministro de Mype e Industria del Ministerio de la Producción, este reto no solo debería contemplar que se piense en nuevos sectores, sino en otro tipo de segmentación: impulsar las microempresas, pequeñas y medianas empresas (mipymes)

“Estas son las que más rápido pueden escalar y recuperar el empleo perdido. Hay rubros que no son nuevos, pero son activos y pueden reconvertirse”, mencionó.

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Pendientes de años

Luego de haber evolucionado en los últimos años, la llegada de la pandemia al país originó un nivel importante de quiebra entre las mipymes, señaló Dávila. Sin embargo, su capacidad de reacción y reconversión ha sido destacada durante el transcurso de este año, agregó.

Para Jorge Ochoa, representante del Gremio de la Pequeña Empresa de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), los problemas para que estas empresas terminen desapareciendo del mapa responden a la falta de competitividad y productividad. Pero no son los únicos.

“Hace falta una reforma que simplifique la tributación, además de otra orientada al campo laboral que atienda los altos niveles de informalidad que se dispararon con la pandemia. Otro factor que este segmento debe entender es que el mundo no es solo el barrio, Gamarra o Villa El Salvador, sino apuntar a trabajar con los tratados comerciales vigentes”, comentó.

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Ochoa agregó que otro aspecto apunta al financiamiento. “La gran mayoría de estas empresas no accedió a créditos durante la pandemia. Ahora, las tasas son mucho más altas que las que reciben en tiempos normales las empresas grandes”, dijo.

Por su parte, Jorge Delgado, presidente de la Asociación de Instituciones de Microfinanzas del Perú (Asomif Perú), comentó que las tasas entre las microfinancieras “son competitivas” y varían entre el 35% y 38% anual.

“Los clientes que por primera vez ingresan, lógicamente, no acceden a estas tasas. Pero de acuerdo a su comportamiento de pago lo hacen. El problema radica en la falta de información, que permite acortar los riesgos. Por ahí pasa la solución para tener tasas más competitivas”, indicó.

A estos apuntes, Dávila consideró que es importante agregar la promoción de políticas públicas sobre estas aristas, y que se deben brindar los impulsos necesarios para mejorar la producción vía la innovación.

Por sector

  • Dávila indicó que algunos rubros que se deben ver con prioridad son el metalmecánico, textil y confecciones y el de alimentos.
  • “En muchos países no se sabe que la quinua viene del Perú, por lo mismo que se exporta a granel, sin valor agregado”, señaló.