España logra encaramarse a lo más alto del escalafón europeo por primera vez desde 2007
La vicepresidenta económica del Gobierno español, Nadia Calviño, lleva casi dos décadas de idas y vueltas entre Madrid y Bruselas. Un largo periplo personal durante el que la futura presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha mutado su piel tecnócrata por un caparazón político y en el que ha visto en primera fila el hundimiento de su país en las simas de la gran recesión y su remontada hasta convertirse en el país grande de la UE con mayores tasas de crecimiento económico. Calviño emprende de nuevo el vuelo hacia una capital comunitaria (esta vez, Luxemburgo, sede del BEI), lo que permite a España obtener por primera vez la presidencia de un brazo bancario de la UE que, solo en 2022, financió proyectos por valor de casi 76.000 millones de euros.
España, además, se alza por primera vez desde la crisis bancaria de 2008 con uno de los máximos puestos de la UE, tras haber cosechado la vicepresidencia del BCE (con Luis de Guindos) y la vicepresidencia de la Comisión Europea (con Josep Borrell, responsable también del Servicio Europeo de Acción Exterior).
La vicepresidenta y ministra de Economía deja así a España en lo más alto de la UE, en términos institucionales y económicos. El reto para el gobierno actual y para su relevo en Economía será mantener el pabellón igual de alto durante la próxima legislatura y en el reparto de altos cargos comunitarios que tendrá lugar después de las elecciones europeas de junio de 2024.
Calviño ha llegado a la cúspide europea tras una doble trayectoria que le ha permitido rentabilizar políticamente en España el capital de prestigio técnico acumulado en Bruselas. Pero no se trata solo de un salto personal. Con ella se eleva también la talla de España en los organismos europeos. España no ocupaba una presidencia desde 2007, cuando expiró el mandato de Josep Borrell al frente del Parlamento Europeo.
Los pasaportes españoles fueron barridos de los principales organigramas comunitarios a raíz de la crisis financiera (2008-2012), cuando Berlín lideró el castigo a España por su presunta irresponsabilidad fiscal y económica al permitir la creación y estallido de una descomunal burbuja inmobiliaria y bancaria. Paradojas de los dados geoeconómicos: el cubilete europeo vuelve a sonreír a España justo cuando Alemania atraviesa dificultades presupuestarias, una crisis de su modelo económico y ha perdido varios altos cargos en la UE (como el MEDE o el SRB).
El ascenso europeo de Calviño también coincide con el final de la presidencia española de la UE, que ha permitido a la ministra dejar su impronta en la reforma de un Pacto de Estabilidad que se librará en gran parte del dogmatismo alemán en torno a las cifras de déficit y ganará flexibilidad y coherencia gracias a una regla de gasto adaptada a las circunstancias económicas de cada momento. La tambaleante figura del actual ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, siempre al borde de la dimisión, no podía ilustrar mejor el cambio de suertes entre Madrid y Berlín.
Para Calviño también supondrá, en cierto modo, una nueva vida tras cinco años en la trinchera nacional y en el punto de mira de muchos medios de comunicación. La presidencia del BEI era, al menos hasta ahora, un lugar plácido a salvo de grandes sobresaltos. Pero todo indica que el Banco puede entrar en una etapa mucho más ambiciosa, tanto por el perfil de la primera mujer que asume su presidencia como por las grandes tareas que tiene por delante: participar en la reconstrucción de Ucrania tras la guerra y asumir un papel creciente en unos fondos estructurales europeos en plena evolución hacia un modelo basado en subvenciones y préstamos a cambio de reformas. En todos esos terrenos, la experiencia de la española juega a favor de que el BEI se convierta en uno de los grandes protagonistas de la Unión Europea reformada que se vislumbra en el nuevo escenario geoestratégico mundial.