Alemania no es un país acostumbrado a capear tiempos políticos complejos, pero ahora no le va a quedar otra. Las elecciones del 23 de febrero han sido un “alivio” para Europa por dos motivos: se podrá reeditar una gran coalición con conservadores y socialdemócratas, y la ultraderecha, pese a lograr su mejor resultado histórico, se quedará fuera de las negociaciones para el nuevo Gobierno porque se mantiene el “cordón sanitario” contra ellos. Los comicios han ido de victorias pírricas y de castigos, con una CDU fuerte, pero no tanto, una AfD que rompe moldes y un SPD que paga los platos rotos de un Ejecutivo inestable con su peor registro electoral de siempre.
¿Cuáles han sido las claves de las elecciones alemanas? Muchas y variadas. Primero, la CDU. Entraba dentro de lo lógico vistas las encuestas y Friedrich Merz será el nuevo canciller: quiere tener el Gobierno formado antes de Semana Santa y sus prioridades son la economía y la inmigración. Pero en términos relativos su casi 30% de voto no es tan potente como parece. Por poner en contexto, el peor resultado de Angela Merkel fue un 33% de apoyos. Ahora, Merz buscará devolver a su formación y al país a la esencia del centroderecha, pero asumiendo más responsabilidades que Olaf Scholz en clave europea: ya dejó claro que su prioridad es que la UE se “despegue” de EEUU en cuanto a las dependencias en materia de seguridad.
El SPD fue el gran derrotado. La victoria de la CDU es la imagen de una alternancia en el poder que llega rápido por inacción de un Scholz que deja el partido en su peor resultado de siempre; además, no negociará el nuevo Ejecutivo ni será ministro en un potencial nuevo gabinete. El todavía canciller no ha sabido corregir, reformar, ni dar estabilidad a Alemania, y en las filas ‘rojas’ ya se le busca relevo, con el nombre del ministro de Defensa, Boris Pistorius, como el que suena con más fuerza. El SPD no tiene ni siquiera la sartén por el mango para ahora buscar un espacio fuerte en el nuevo Ejecutivo. El castigo que le han dado los ciudadanos es severo, y el centroizquierda además pierde su gran bastión en Europa: solo queda Pedro Sánchez como líder socialista al frente de uno de los países más importantes de la UE.
AfD sonríe… pero a medias. Su 21% coloca a la derecha radical con su mejor resultado histórico, marcando además una tendencia que ya viene de atrás, con un éxito en las europeas de 2024 o con triunfos a nivel regional el año pasado también. Ahora, el ‘veto’ a pactar con ello se mantiene: nadie quiere hablar con la ultraderecha, aunque dentro del partido asumen que la caída de ese bloqueo “es cuestión de tiempo”. Su candidata, Alice Weidel, tendió la mano a la CDU justo después del cierre de los colegios, pero con la boca pequeña: saben que en condiciones normales se quedarán como única fuerza de oposición real y eso les puede permitir canalizar el descontento ciudadano que haya con el nuevo Gobierno. Ya sucedió por ejemplo en Italia, con la actual primera ministra Giorgia Meloni, que se quedó como contrapeso solitario frente al Ejecutivo de Mario Draghi.
Y quienes salvaron los muebles fueron los Verdes. Perdieron dos puntos respecto a 2021, pero al mismo tiempo no van a ser necesarios para una nueva coalición, aunque desde sus filas prefieren reforzar ese Gobierno; su ‘derrota’ fue más suave que la socialdemócrata, por lo que se puede entender que los ciudadanos les responsabilizan menos del fracaso de la coalición semáforo. Cal y arena: la izquierda de Die Linke vio premiados sus dos buenos meses de campaña con una “resurrección” hasta casi el 9% de los votos y siendo la opción preferida de los jóvenes progresistas, además de ganar en la ciudad de Berlín. Otra muestra de cómo se ha dividido Alemania en los últimos tiempos.
Que pueda haber una gran coalición es posible porque tanto BSW como los liberales del FDP se han quedado fuera del Parlamento. Los primeros, la escisión prorrusa de Die Linke, ha acabado reforzando a estos: no podrán condicionar ninguna política en un momento decisivo también para la guerra en Ucrania. Los liberales, por su parte, creen que han pagado “un precio muy alto” por sus años en el Gobierno. Christian Lindner, hasta ahora su líder, dimitió en la misma noche del domingo… después de que se repitiera la historia: cada vez que entran en el Ejecutivo, en las siguientes elecciones desaparecen del Bundestag. Dos veces ya no es casualidad.
Alemania necesita “un cambio”, reconoció Merz. Tiene prisa: bajar impuestos, controlar las fronteras y reducir dependencias son tres grandes prioridades para quien será el nuevo canciller. “El mundo no nos está esperando”, avisó. Al mismo tiempo, sabe que tiene que convencer a los socialdemócratas, pero es consciente de que ahora quien decide es él. La CDU no quiere volver a los tiempos de Merkel, pero tampoco toma demasiada nota de los años de Scholz. La derecha alemana reinicia ahora su propio camino… como el país en sí mismo.