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Alianza del Pacífico: la diplomacia al estilo Boric

Hace 10 horas

El presidente chileno imprime un sello diferente a la política exterior del país, que ahora se ha anotado un éxito. ¿Podrá hacer escuela el caso de la Alianza del Pacífico?

Es una clásica jugada de ajedrez diplomático la que ha colocado a Chile a la cabeza de la Alianza del Pacífico provisional. Con ella se logró destrabar el impasse surgido cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se resistió entregar la presidencia de turno del grupo a Perú, para no validar al gobierno de Dina Boluarte, a quien en una oportunidad calificó de “usurpadora”. En su lugar, ocupará el sitial Chile por un mes, al cabo del cual pasará la batuta a Lima.

Ya antes de asumir como canciller mexicana, Alicia Bárcenas, entonces embajadora en Santiago, se anotó así un éxito con sus gestiones. Y también lo hizo la diplomacia chilena.

Visiones diferentes

“Había bastante preocupación por este entrampamiento en que estaba la Alianza del Pacífico, que es una de las iniciativas más exitosas a nivel regional, en momentos en que la región necesita más dinamismo”, dice a DW Paz Milet, académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Considera, en consecuencia, que fue “una salida adecuada, porque hay una discrepancia sustantiva en cuanto a la visión que tienen Chile y México respecto a lo que ocurrió en Perú”.

Efectivamente, a diferencia de lo que ocurre en México, en Santiago se considera que fue Pedro Castillo quien atentó contra la lógica democrática y que a Boluarte le correspondió asumir, por ser la vicepresidenta. Esto ha quedado más claro todavía desde que asumió la cancillería chilena, en marzo, Alberto van Klaveren, una reconocida figura de gran experiencia, en reemplazo de Antonia Urrejola, que había tenido que lidiar con varios traspiés durante su gestión.

Continuidad con nuevo sello

“Desde mi punto de vista, en los principios fundamentales de la política exterior chilena hubo continuidad. Por ejemplo, con respecto a los tratados, el trabajo en derecho internacional… Puede haber habido ciertos errores de forma, pero en el fondo, no ha habido un cambio sustantivo. La política exterior chilena se reconoce por su continuidad”, subraya Paz Milet.

Pero, más allá de lo anterior, el presidente Gabriel Boric ha marcado un nuevo estilo de hacer política, también en el escenario internacional. Controversia causó, por ejemplo, la renuencia inicial del gobierno a recibir las credenciales del nuevo embajador de Israel en Santiago, que se atribuyó al disgusto por la muerte de un joven palestino en una operación israelí. Y no ha sido el único episodio que escapa a la norma.

Por otra parte, ha llamado también la atención la firmeza con que el presidente chileno condena atropellos de derechos humanos o medidas antidemocráticas, vengan de donde vengan. Sus pronunciamientos suelen tener un sello valórico, más allá de las camisetas ideológicas. “Vemos a un líder que, por ejemplo, es muy gráfico en mostrar empatía; y que no duda en condenar ciertas lógicas que van en contra de sus principios”, destaca la académica, y recuerda la reacción de Boric en la reciente cumbre convocada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, ante la bienvenida que se tributó a Nicolás Maduro. “Nos alegra que Venezuela retorne a las instancias multilaterales (…) Eso, sin embargo, no puede significar meter debajo de la alfombra principios importantes para nosotros”, declaró el mandatario chileno, quien en ocasiones anteriores ya había criticado duramente también al régimen de Nicaragua.

Dos fotos: Gabriel Boric y Daniel Ortega.
Ser de izquierda no ha impedido a Boric criticar con fuerza al régimen de Ortega.Imagen: Matias Delacroix/AP/picture alliance / CANAL 6 NICARAGUA/AFP

¿Liderazgo regional?

La defensa de los derechos humanos y la coherencia democrática son postulados básicos para Boric en materia de política exterior, que ahora lleva también en Chile el rótulo de “feminista”. Además, pone el foco en la voluntad de propiciar iniciativas de cooperación, por ejemplo, en materia de desarrollo y medioambiente. No en vano, una de sus primeras medidas fue la firma del acuerdo de Escazú.

Sin embargo, sus posibilidades de liderazgo regional son limitadas. “Inicialmente, cuando asumió el poder, se hablaba mucho de un posible liderazgo conjunto con Alberto Fernández, de una visión nueva de la izquierda, pero después ha ido transitando hacia un mayor énfasis en lo interno, sin abandonar lo externo. Boric está muy involucrado en el proceso de gestación de un nuevo contrato social, a través de la constituyente”, precisa Milet. Y recuerda que también hay que considerar que “muestra ciertas discrepancias con otros liderazgos que puede haber en la región”.

De momento, sin embargo, la diplomacia chilena ha logrado sortear al menos las discrepancias que mantenían empantanada a la Alianza del Pacífico y ha abierto una puerta al entendimiento, más allá de las brechas ideológicas. Pero es difícil prever si el ejemplo hará escuela.

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