Siete días en el desierto sin dinero y rodeados de fuego. Así es el Burning Man, uno de los festivales más extravagantes del mundo, que reúne cada año a más de 50.000 asistentes en Black Rock (Nevada), conocida como la ciudad invisible por ser una ciudad temporal construida por los participantes, que desaparece al finalizar el festival.
Las dos reglas de oro son la autosuficiencia y el respeto. En eso se resumen los diez principios en los que se basa este macroevento neohippie, que pretende desligarse del capitalismo y el consumismo.
Los burners, que es así como se llama a quienes participan en el evento, construyen campamentos comunales y enormes obras de arte bajo temperaturas de más de 37 grados a su llegada, y se encargan de dejar el lugar limpio y vacío cuando se marchan. Lo hacen así porque esta es una de las reglas del encuentro: “leave no trace”, (no dejar rastro, en español).
Además, allí no tienen cabida los comercios ni las marcas, y por tanto, el dinero no tiene ningún valor. Cada participante se encarga de llevar consigo todo lo necesario para vivir allí durante los siete días y la única forma de comercio es el trueque. De hecho, es muy común encontrar puestos donde se regala comida, ropa e incluso abrazos besos y sonrisas.
Aunque lo normal es vestir con prendas estrafalarias y llamativas de todo tipo, en el Burning Man festival el nudismo está bien visto porque la autoexpresión radical es uno de sus principios básicos. Por ello, se espera que todos los asistentes respeten la manera de expresarse del resto.
De la playa de San Francisco al lago de Nevada, la historia del Burning Man festival
La historia de Burning Man es la suma de dos historias de amistad e irreverencia: La primera se remonta a 1986, cuando un grupo de amigos se reúne para quemar una estatua de madera de más de dos metros con forma de hombre, en la playa Baker Beach en San Francisco, para celebrar el solsticio de verano.
Tras esa celebración con fines de expresión artística, los jóvenes celebraron, al menos, dos quemas más del hombre de madera, que fue creciendo de los dos a los cuatro metros, hasta alcanzar los casi 12 metros de altura en 1988. Por aquel entonces, esta reunión ya era una conocida fiesta en la zona.
Sin embargo, en 1990 la policía prohibió el evento por el peligro que suponía el fuego para las malezas de alrededor, por lo que los jovenes trasladaron su escultura a «Zone Trip n.º 4», -donde comienza la segunda historia- el evento dadaísta que estaba naciendo a manos de dos amigos en el desierto de Nevada.
Desde entonces, este encuentro anual a medio camino entre festival de contracultura y retiro espiritual no ha dejado de crecer. Actualmente alberga todo tipo de actividades lúdicas y artísticas y finaliza con la quema del hombre de madera.
Los 10 principios del festival
Inclusión radical, donaciones, desmercantilización, autoexpresión radical, autosuficiencia radical, esfuerzo comunitario, responsabilidad cívica, inmediatez, participación y no dejar rastro. Esos son los diez valores sobre los que se sostiene el festival.