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Así es el ISIS-K, la rama afgana del Estado Islámico detrás del atentado en Rusia

En un mundo marcado por los conflictos en Ucrania y en Gaza, el terrorismo islámico volvió a escena el pasado viernes en Moscú tras el atentado a una sala de conciertos de la capital rusa, en el que murieron al menos 137 personas. Un atentado que pilló desprevenida a la inteligencia rusa y que, pese a los esfuerzos del Kremlin por relacionarlo con Ucrania, fue reivindicado por el Estado Islámico del Jorasán, algo que también señala la inteligencia de Estados Unidos.

El Estado Islámico del Jorasán (ISIS-K, por sus siglas en inglés) ha pasado desapercibido en los últimos años para Occidente, debilitado desde 2018 por sus enfrentamientos con Estados Unidos y con los talibanes, contra quienes guardan una gran enemistad. Sin embargo, nunca han dejado de ser una gran amenaza en Oriente Medio y para Rusia. ¿Qué es el ISIS-K, quienes lo forman y por qué Rusia es uno de sus principales objetivos?

El Estado Islámico está compuesto por una gran cantidad de subgrupos, células y agentes con sus propios orígenes, unidos por su naturaleza islamista suní, fundamentalista y yihadista.

Uno de ellos es el Estado Islámico del Jorasán, que recibe su nombre de una antigua región histórica ubicada entre Irán, Turkmenistán y Afganistán (un término en desuso fuera de los círculos yihadistas). Formado por militantes radicalizados de diferentes zonas de Oriente Medio, nació como una rama del ISIS en Afganistán y comenzó a operar en ese país y en Siria, en el contexto de la guerra civil en el país.

En poco tiempo comenzaron a ganar notoriedad por su extrema brutalidad y sus atentados indiscriminados a la población civil y contra contra objetivos occidentales, internacionales y humanitarios, incluyendo ataques a mezquitas en Afganistán. Aunque a partir de 2018 perdieron poder por sus enfrentamientos con las fuerzas estadounidenses desplegadas en Oriente Medio y con los talibanes, han continuado siendo una de las células más activas del ISIS en la región: un informe de la ONU en 2021 cifraba sus miembros entre 1.500 y 2.200.

La inteligencia estadounidense, de hecho, no los había perdido de vista: el pasado mes de marzo el general Michael Kurilla, del Comando Central de Estados Unidos, alerto al Congreso de que el grupo estaba desarrollando su capacidad para atentar en Europa y Asia, y que en seis meses sería capaz de hacerlo “con poca o ninguna advertencia”, según informa Reuters.

Los talibanes son, desde los orígenes del ISIS-K, uno de sus principales enemigos más allá de los países occidentales. De hecho, muchos de sus militantes son talibanes descontentos con el régimen afgano por no ser suficientemente extremistas, según explican desde Newtral.

Las conversaciones de paz entre Estados Unidos y los talibanes en 2020 acrecentaron la enemistad entre el ISIS-K y el actual régimen de Kabul, por lo que se convirtieron en sus principales enemigos. Ahí es donde entra en juego Rusia: el ISIS-K considera al Kremlin uno de los principales aliados de los talibanes.

No es el único motivo del ISIS-K para tener a Rusia en el punto de mira: los yihadistas no olvidan la guerra soviética en Afganistán y el conflicto de Chechenia, además del apoyo de Putin a Bashar Al-Asad durante la guerra civil siria. De hecho, el presidente ruso ha aparecido en los últimos años en la propaganda de los yihadistas como un enemigo del Islam.

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