El sol y el viento generaron la tarde del sábado suficiente electricidad para abastecer todo este Estado con 40 millones de personas
El valle de Coachella no solo genera música. La zona al este de Los Ángeles donde se celebran los festivales de pop y country (Stagecoach) es también responsable de uno de los mayores hitos en la lucha de California contra el cambio climático. Sucedió el sábado 10 minutos antes de las tres de la tarde. El sol y el viento permitieron al Estado, el más poblado del país, producir suficiente energía para cubrir la demanda inmediata. El récord fue posible gracias a los paneles y molinos colocados a lo largo de la carretera I-10, justo en el Valle de Coachella. La noticia ha dado esperanza a los ambientalistas en una entidad que está en una carrera contrarreloj para disminuir su dependencia del gas natural.
El operador independiente del sistema de energía de California, a cargo de la red estatal, informó que las renovables produjeron a las 14.50 del sábado el 99,87% de la demanda. La combinación de varios factores fue necesaria para que se alcanzara la marca. Uno de estos son las temperaturas moderadas que permiten mantener bajo el uso de electrodomésticos. El verano trae con él los aires acondicionados. El invierno, la calefacción, sobre todo en norte del Estado. La primavera y sus días más largos permiten, en cambio, mayor almacenamiento de luz solar, que representa el 13% de la energía que consumen los californianos.
El Estado ha dado saltos ejemplares en esta materia en los últimos años. En 2015, las renovables rozaban apenas una cuarta parte de la demanda en un Estado con casi 40 millones de personas. En 2017 estas produjeron el 67% de la demanda y en tres años aumentaron hasta el 81%. El 14 de abril llegó al 97%. El sábado, las temperaturas moderadas lograron que por fin se alcanzara el anhelado 100%. “No fue todo el día ni todo el fin de semana. Tenemos un largo camino por recorrer antes de dejar de utilizar los combustibles fósiles, pero podemos lograrlo”, afirmó en un comunicado Laura Deehan, directora estatal de la organización Environment California.
Las renovables representaron el 33% de la energía empleada por el Estado en 2020, según las últimas cifras disponibles de la Comisión de Energía estatal. Si el clima lo permite, las energías limpias son suficiente para abastecer más del 70% de la demanda, lo que podría servir a la red unas ocho horas en promedio. En otras ocasiones, estas quedan 5.000 megavatios por debajo de lo necesario, una cantidad que le toma cinco horas producir a una planta de 1.000 mW. El gas natural, no obstante, representa todavía el 37% en la región. Diversas leyes e iniciativas han sido aprobadas en los últimos años para acelerar el paso del gigante del oeste a un futuro sin dependencia del petróleo y el carbón. El exgobernador Jerry Brown se fijó esa meta para 2045.
Para llegar a ella, las autoridades estudian diversas opciones. Una de las más polémicas es la reforma de la planta nuclear del Cañón del Diablo, ubicada a medio camino entre Los Ángeles y San José, en el centro de California. La planta produce el 6% de la energía del Estado de forma continua y sin estar sujeta a caprichos meteorológicos como sucede con el sol, el viento y la falta de agua. El Gobierno de Gavin Newsom estudia el uso de una parte de los 6.000 millones de dólares que ofrece Washington en dinero federal para rehabilitar la central, que iba a ser clausurada en 2025. El incidente de Fukushima aumentó la preocupación de algunos sectores de la sociedad en un Estado con alta actividad sísmica.
De momento, las energías solares y eólica prometen el camino menos espinoso. Phil Anschutz, el magnate conservador que tiene entre sus propiedades los festivales Coachella y Stagecoach, ha iniciado la construcción de una gigantesca granja eólica de 1.300 kilómetros cuadrados en un vasto rancho de ganado en Wyoming. El sitio podrá generar 3.000 mW en el futuro, lo que supera la capacidad de producción de la planta de Cañón del Diablo. Esto podrá abastecer principalmente la región metropolitana del sur de California. Los molinos se han convertido en parte del paisaje del oeste americano, una región que construyó durante décadas presas y refinerías como infraestructuras energéticas. La sequía y el cambio climático obligan hoy a cambiar los planes.