El avión fue introducido en 2017 pero la eficiencia de la industria china hace que siga “actualizándose constantemente con la integración de nuevas tecnologías”.
Un año atrás los medios militares especializados informaban que “la rápida modernización de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación de China (EPL) y de los activos de guerra aérea de otras ramas de las fuerzas armadas del país, ha provocado un cambio en el equilibrio de poder sobre los cielos de Asia-Pacífico, desfavorable para los Estados Unidos y sus socios occidentales, que anteriormente conservaban el dominio militar indiscutible de la región”.
La publicación Military Review considera que “la adquisición más simbólica que representa el surgimiento de China como un competidor de los EEUU en términos de la calidad de sus activos de guerra aérea, es la introducción del primer caza furtivo del país, el Chengdu J-20, en servicio en 2017”.
Junto con el Su-57 ruso, el J-20 y el F-35 estadounidense son los únicos cazas de quinta generación que están en producción en el mundo. Sin embargo, el caza chino “tuvo un costo de investigación y desarrollo de aproximadamente 4,5 mil millones de dólares, menos del 10% del F-35, debido a las eficiencias en el sector de defensa de China”.
La diferencia a favor de China, siempre según Military Review, es que “su diseño ha mejorado significativamente desde que entró en servicio con la integración de nueva aviónica, revestimientos furtivos y motores”. Una de esas mejoras es la variante de dos asientos, lo que permite que el segundo piloto se dedique en exclusiva a manejar los sistemas de la guerra electrónica y armamentos.
Inicialmente el Pentágono había confiado en el F-22, “con mucho el caza occidental más capaz jamás diseñado para el combate aire-aire”, pero ya no puede confiar en su despliegue porque la producción se interrumpió prematuramente en 2009, cuando se habían entregado apenas 187 cazas, el 25% de lo previsto.
La decisión se tomó “debido a los costos operativos excepcionalmente altos de la plataforma”, así como los elevados requisitos de mantenimiento “que hicieron que el despliegue de una flota más grande fuera extremadamente costoso para la Fuerza Aérea de los EEUU durante la vida útil del Raptor”.
De todos modos, la comparación entre el J-20 y el F-35 sigue sin ser convincente, ya que se admite que el F-35 está lejos de ser la plataforma ideal para contrarrestar al J-20, porque tienen desempeños muy diferentes en el combate aéreo.
El peso estimado del J-20 con carga es un 45% más alto que el del F-35 y tiene un alcance considerablemente más largo y el doble de carga útil de misiles aire-aire que el avión estadounidense. El J-20 también conserva una ventaja en el rendimiento de sus misiles aire-aire PL-15, cuyo alcance supera los 200 km frente a los aproximadamente 160 km del AIM-120D que puede portar el F-35.
Por otro lado, el rendimiento del J-20 también está por delante del F-35, con una velocidad que supera 2 mach frente a 1,6 mach del estadounidense, y alcanzando altitudes de 20 kilómetros frente 15 kilómetros del F-35. “Esto permite que el J-20 imparta considerablemente más energía a sus misiles en el momento del lanzamiento, con importantes ventajas de altitud y velocidad que le proporcionan una ventaja significativa sobre el caza estadounidense”, concluye Military Watch.
Por último, el motor mejorado WS-10C del caza chino proporciona un 40% más de empuje y lo hace mucho más maniobrable. “El WS-10C se considera uno de los motores de combate de cuarta generación más capaces del mundo, aunque todavía está considerablemente por detrás del próximo Izdelie 30 que Rusia está desarrollando para su propio caza de quinta generación, el Su-57″.
Llegados a este punto, es necesario destacar que la ventaja de China sobre EEUU no está fundamentalmente en la tecnología militar, sino en el tipo de sociedad que es capaz de producirla y de fabricar equipos de combate.
La industria militar estadounidense despilfarra recursos fabricando productos caros que sólo favorecen a los altos cargos de las empresas, como sucedió con el F-22 y también con el F-35. En su momento, el Pentágono encontró hasta 900 defectos en el software del F-35, destacando un nivel de imprecisión “inaceptable” de su cañón de 25 mm.
En contraste, la industria china es capaz de fabricar más barato, con la misma calidad y a una velocidad muy superior. En todos los rubros del armamento, China partía con una notable inferioridad, pero en muy poco tiempo, apenas en dos décadas, igualó y superó a EEUU. No tenía portaaviones y ya tiene cuatro y otros tantos en construcción. No podía fabricar motores para cazas y dependía de Rusia, pero consiguió la independencia tecnológica.
En paralelo, Pekín no necesita presionar a sus aliados para que compren armas defectuosas y caras como hace EEUU. Un informe de Business Insider señala que el F-35, una de las armas más caras de la historia, el futuro de la supremacía aérea del ejército norteamericano, es un proyecto aún plagado de problemas no resueltos, que no impide a Washington presionar a sus aliados para que compren uno de los aviónes más caros jamás producidos.
Una sola frase que resume los tres problemas de la industria militar estadounidense: costos elevados, armas defectuosas y presión político-diplomática a sus propios aliados. El mencionado informe recuerda que “el F-35 llegó a provocar la ira de Donald Trump, quien criticó duramente el elevado coste del proyecto tras su llegada a la Casa Blanca”.
En fin, los típicos problemas de una potencia en declive. Entre todos ellos, creo que es importante retener que la defensa del país más poderoso del mundo ha sido secuestrada por un puñado de CEOs que forman parte del Deep State, que ingresan salarios millonarios y sólo se preocupan por su riqueza personal. ¿Pueden las fuerzas armadas de una nación confiar en semejante sistema económico-político?