Raúl Zibechi
“El creciente papel de China como fuerza estabilizadora en el Oriente Medio está acercando a Jerusalén a Pekín”, sostuvo el columnista Spengler en la edición del 19 de diciembre de ‘Asia Times’.
El exdirector del Mossad, Efraim Halevy, dijo en referencia al papel de China en las negociaciones nucleares con Irán: “La influencia de China en la política de Irán es probablemente la mayor influencia que tiene una potencia extranjera sobre Irán. En ningún momento de la historia China hizo una contrib
ución tan crucial a la estabilidad mundial como lo ha hecho hoy en Viena”.
El razonamiento de Spengler se focaliza en el papel positivo que juega el Dragón en Oriente Medio. El caso más novedoso es el de Israel, cuya alianza con EEUU no está en cuestión, pero tampoco quiere estar siempre sometido a los vaivenes de la política exterior de Washington. Por eso el titular de Spengler: Israel reflexiona sobre una Pax Sinica.
La visión de China como una fuerza estabilizadora en la región de Oriente Medio, puede extrapolarse a otros escenarios potencialmente conflictivos. En todo el mundo, pero en particular en Asia, África y América Latina, la visión de que EEUU promueve el caos y el desorden mientras China busca la estabilidad empieza a ser una constante.
En efecto, China es una potencia previsible, que no pega bandazos y en especial durante la pandemia, Pekín “ha brindado una estabilidad valiosa al mundo”, según el editorial de Global Times del 30 de diciembre.
El diario oficialista considera tres áreas en cuanto a la influencia china en el mundo. En la economía, asegura que se ha convertido en una “fuerza impulsora” y “estabilizadora” del crecimiento económico mundial “basado en su propio desarrollo de alta calidad”.
En cuanto a las relaciones internacionales, Global Times estima que mientras EEUU incita la división y la confrontación, China defiende “el multilateralismo, los valores comunes de paz, desarrollo, equidad, justicia, democracia y libertad para toda la humanidad, y el sistema centrado en la ONU”.
Mientras EEUU ha propiciado el “racismo de las vacunas” y politizado el origen del virus, China ha proporcionado “más de 2.000 millones de dosis de vacunas a más de 120 países y organizaciones internacionales”, al punto que una de cada dos vacunas que se utilizan en el mundo provienen del Dragón.
China cumple sus promesas y eso resulta un gran atractivo para “promover la construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”, asegura Global Times.
Para muchos países no desarrollados, una China responsable resulta atractiva. En América Latina, por ejemplo, la expansión de la influencia china se asienta en tres pilares, según un reciente informe de BBC Mundo: la diplomacia COVID, la prioridad en las relaciones comerciales sin injerencias internas y el horizonte de forjar alianzas estratégicas integrales de largo plazo que vayan más allá de los gobiernos de turno.
En 2020 el volumen de intercambio con la región latinoamericana y del Caribe ascendió a 300.000 millones de dólares, mientras se desarrollaron 24 proyectos de infraestructura con inversiones de 18.000 millones de dólares, aún estando en plena pandemia.
Como toda nación en ascenso, China se muestra serena y confiada, con grandes expectativas respecto al futuro, avanza en todos los frentes, particularmente en aquellos que tenía fuerte desventaja respecto a EEUU. Por el contrario, una potencia en decadencia se muestra crispada y teme lo que pueda sucederle, por eso necesita crear conflictos y divisiones para seguir predominando.
En segundo lugar, mientras en EEUU se registra una enorme división interna (de afinidades partidarias, de color de piel, de género y de casi todas las variables imaginables), en China predomina la unidad en torno a la defensa de la nación, impulsada por la creciente prosperidad que vive la población y que se manifiesta en un robusto apoyo al Gobierno de Xi Jinping.
Incluso ante alianzas novedosas en la larga historia china, la población se vuelca apoyando las iniciativas gubernamentales. Algo así sucede ante la alianza estratégica Rusia-China. Como se sabe, ambas potencias mantuvieron fuertes diferencias en el pasado reciente, que llegaron al enfrentamiento armado en la década de 1960.
Sin embargo, una encuesta realizada por el Global Times Research Center, informa que la mayoría de los chinos considera que las relaciones China-Rusia y China-UE son más importantes que las relaciones entre China y Estados Unidos.
El análisis de Global Times resalta que “la gente cree que las relaciones entre China y Rusia son los lazos bilaterales más importantes del país”, algo que sucede por primera vez desde que se lanzó la encuesta anual en 2006.
“Casi el 60% de los encuestados consideró que la relación China-Rusia es la más importante en las relaciones de China con los países vecinos, mientras que el 48,5% de los encuestados consideró las relaciones entre China y los países del sudeste asiático como los lazos más importantes entre los países vecinos”.
Lo destacable es que la confianza mutua entre China y Rusia es una tendencia de nuevo tipo que tiene poco más de una década, pero los sentimientos de la población laten en la misma orientación que la dirección del Estado y del Partido Comunista de China. Que la población acompañe estos virajes en sintonía con el gobierno, nos dice mucho sobre la sociedad china y su identificación con los dirigentes políticos.
En suma, la difícil coyuntura que atraviesa el sistema-mundo capitalista, encuentra a dos de los principales contendientes en situación opuesta. En lo interno, China muestra una potente unidad nacional. En lo externo, se ofrece como una potencia estabilizadora, impulsora de la paz, la cooperación y el desarrollo de las naciones que fueron colonizadas por los países centrales que, hoy, se muestran como los mayores promotores de un caos que perjudica a los más débiles.