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‘Cholets’, la nueva arquitectura andina que transformó esta ciudad de Bolivia

Sputnik conversó con Freddy Mamani, el arquitecto que creó una nueva estética que en 20 años invadió la segunda ciudad más grande del país andino. Este cambio de cara de El Alto es financiado por familias de origen aymara, que escalaron económica y socialmente.
En los últimos 20 años, la ciudad de El Alto se transformó hasta el punto de lucir casi irreconocible. A principios de 2000 estaba constituida mayormente por barriadas de casas bajas, que ostentaban sus ladrillos sin revocar. Hoy es una de las urbes de mayor crecimiento del país, con un polo industrial activo y con cientos de nuevos edificios que comienzan a dominar el paisaje: los célebres cholets, expresión de la arquitectura neoandina.
Sputnik conversó con el arquitecto Freddy Mamani, creador de esta nueva manera de diseñar edificios que incorporan simbología tiwanakota, la nación indígena que antecedió al Imperio inca hace más de 1.000 años.
Además de apelar a simbolismos ancestrales, los cholets se caracterizan por sus colores estrambóticos, propios de las vestimentas de los pueblos indígenas andinos. Los diseños también incluyen guiños a la cultura pop moderna, con edificios que homenajean a los Transformers o Iron Man, entre muchos otros.
En 2002 Mamani comenzó la construcción de su primer cholet. Recién se había titulado como arquitecto en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). “He visto que El Alto no tenía una identidad arquitectónica. En las universidades tampoco nos enseñaban a valorar lo nuestro”, contó.
El arquitecto se dispuso a darle identidad a El Alto: “Si vas a Copacabana [junto al lago Titicaca] y te tomas una foto, la muestras y todos sabrán que es Copacabana. Pero en El Alto no existía eso”.
Mamani comentó que la ciudad de El Alto está habitada mayormente por familias aymara, que migraron de comunidades del departamento de La Paz. Es también el origen del arquitecto. Por ello en sus diseños procuró resaltar su cultura.
“Pensaba que la arquitectura de El Alto debe tener su propio lenguaje, su propia filosofía. Incluso visité las ruinas de Tiwanaku, estudié los colores encendidos, los colores vivos de las vestimentas aymaras”, mencionó.
“Yo he fusionado esos dos elementos. Los trazos y líneas geométricas de Tiwanaku y los colores”. Concluyó su primer edificio en 2005, en la avenida Juan Pablo II, cerca de la Universidad Pública de El Alto.
“Académicamente, se lo llama arquitectura neoandina. Y artísticamente se los llama cholets“, comentó Mamani. Hasta ahora ha construido 70 edificios de este tipo en El Alto y otros 30 en el resto del país.

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Auge de la nueva arquitectura andina

Muy pronto, decenas de arquitectos comenzaron a copiar —o desarrollar— el estilo de Mamani. El notorio crecimiento económico de las últimas décadas permitió a varias familias de origen aymara hacerse de riqueza. Y así los cholets florecieron en esta ciudad del altiplano.
Con los diseños lúdicos y coloridos de sus edificios, Mamani intenta “darle alegría a El Alto a través de la arquitectura. Se trata de cambiar esa psicología del alteño, porque si te das cuenta en la ciudad casi todo es color ocre, las edificaciones no tienen fachada, el clima es frío, miras las montañas y están pálidas, las calles no tienen mucha vegetación, todo es aburrido”.
Aunque cada diseño es diferente y único, los cholets tienen puntos en común. Generalmente, la primera planta es destinada a locales comerciales, en ocasiones son lujosos y tienen amplios salones de fiestas. Luego le siguen varios pisos de departamentos, que el propietario se dedica a vender oportunamente. Y en el techo corona al edificio un amplio chalet, donde vive el dueño o dueña con su familia.
Ante la imponente exuberancia de un cholet, se puede pensar que cuestan mucho dinero. Pero para Mamani no es tan así. Comentó que en la exclusiva zona sur de la ciudad de La Paz un departamento puede costar hasta 250.000 dólares.
Mientras que la construcción de un todo un cholet, dependiendo de la cantidad de pisos, ronda entre los 200.000 y los 500.000 dólares.

Orígenes de Mamani

El arquitecto recordó que de niño tenía contacto con materiales de construcción, como arena, cemento y ladrillos, porque su padre era albañil y a veces lo llevaba a la obra.
“Vengo de una familia muy pobre. Yo ni siquiera he nacido en una comunidad, sino en una cabaña, donde el zorro y la perdiz viven. No voy a negar de dónde vengo, de entre la paja brava, el viento y las montañas”, relató el arquitecto.
Contó que vio sufrir a sus padres, pero también superarse. Su padre estudió y se convirtió en profesor rural. Mamani se mudó a El Alto a sus 13 años, a principios de los años 80.
“No era una ciudad en esos momentos. Eran un conjunto de villas pequeñas, era una pampa. Donde ahora vivo era un pajonal. Pero he visto cómo ha crecido El Alto”, aseguró.
Se calcula que actualmente El Alto tiene 950.000 habitantes. Es la segunda ciudad más grande de Bolivia, solamente superada por Santa Cruz, con más de 1,5 millones de habitantes.
Con 20 años de carrera, Mamani proyecta sus próximas obras con componentes que los vuelvan ambientalmente sustentables. “Como cualquier artista, uno no sabe qué viene por delante. Tengo sueños que ojalá pueda lograr”.
Pero “cada día que pasa voy innovando en una cosa y luego salto a otra. Hay mucho por hacer en la vida. Creo que el dinero no te hace mucho. Más que todo para mí es pasión y lo que me nace desde la sangre”.

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