Musk ordenó liquidaciones inmediatas, despidió a ejecutivos por correo electrónico y ha transformado la empresa, según entrevistas con decenas de empleados actuales y antiguos.
Kate Conger, Mike Isaac, Ryan Mac y
SAN FRANCISCO — Elon Musk tenía una demanda.
El 28 de octubre, horas después de completar su compra de 44.000 millones de dólares de Twitter la noche anterior, Musk reunió a varios ejecutivos de recursos humanos en una sala de juntas en las oficinas de la empresa en San Francisco. Prepárense para los despidos generalizados, les dijo, según seis personas con conocimiento de la discusión. La fuerza de trabajo de Twitter tenía que reducirse inmediatamente, dijo, y los que fueran despedidos no recibirían las bonificaciones que se iban a pagar el 1 de noviembre.
Los ejecutivos advirtieron a su nuevo jefe que su plan podría violar las leyes de empleo y romper los contratos con los trabajadores, lo que ocasionaría demandas de los empleados, dijeron las personas. Pero el equipo de Musk dijo que estaba acostumbrado a ir a los tribunales y a pagar multas, y no estaba preocupado por los riesgos. Así que los departamentos de recursos humanos, contabilidad y legal de Twitter se apresuraron a averiguar cómo cumplir su orden.
Dos días más tarde, Musk se enteró exactamente de lo costosas que podrían ser esas posibles multas y demandas, dijeron tres personas. Los retrasos también se acumulaban mientras los gerentes regateaban sobre cuáles eran los empleados que iban a despedir. Decidió esperar a recortar puestos de trabajo hasta después del 1 de noviembre.
La orden de despidos inmediatos, el pánico subsiguiente y el cambio de rumbo reflejan el caos en el que se ha sumido Twitter desde que Musk se hizo cargo de la empresa hace dos semanas. Este hombre de 51 años llegó con ideas sobre cómo debería funcionar el servicio de redes sociales, pero sin un plan integral para ejecutarlas. Luego se topó rápidamente con las complejidades empresariales, legales y financieras de la gestión de una plataforma que ha sido calificada como la plaza pública mundial.
A menudo, las consecuencias han sido atroces, según 36 empleados actuales y antiguos de Twitter y personas cercanas a la empresa, así como documentos internos y registros de conversaciones en el trabajo. Algunos altos ejecutivos fueron despedidos sumariamente por correo electrónico. Un director de ingeniería, al recibir la orden de despedir a cientos de trabajadores, vomitó en una papelera. Otros durmieron en la oficina mientras trabajaban en horarios extenuantes para cumplir las órdenes de Musk.
Twitter, que está bajo la presión financiera de la deuda y la caída de la economía, es ahora irreconocible en comparación con lo que era hace un mes. La semana pasada, Musk recortó el 50 por ciento de los 7500 empleados de la empresa. Las renuncias de ejecutivos han continuado. La desinformación proliferó en la plataforma durante las elecciones de mitad de mandato del martes. Un proyecto clave para ampliar los ingresos procedentes de las suscripciones encontró obstáculos. Algunos anunciantes se han mostrado atónitos.
Musk, que no respondió a una solicitud de comentarios, dijo a los empleados en una reunión celebrada el jueves que la situación de Twitter era sombría.
“Hay un flujo de caja negativo masivo, y la bancarrota no está descartada”, dijo, según una grabación escuchada por The New York Times.
Musk añadió que tendrían que trabajar arduamente para mantener la empresa a flote. “Para aquellos que son capaces de ir a fondo y jugar para ganar, Twitter es un buen lugar”, dijo. “Y los que no lo son, lo entiendo totalmente, pero entonces Twitter no es para ustedes”.
‘¡Asimílalo!’
Musk llegó a las oficinas de Twitter en San Francisco el 26 de octubre, atravesando las puertas de cristal del edificio con un fregadero de porcelana blanca en los brazos. “Let that sink in!” (la palabra sink significa fregadero, la expresión let that sink quiere decir “asimílalo” o “tómate un tiempo para procesarlo”), tuiteó en ese momento, junto con un video de su gran entrada.
Leslie Berland, directora de mercadeo de Twitter, animó a los empleados a saludar a Musk y lo acompañó a recorrer la oficina. Se lo vio charlando con los empleados en la cafetería de la empresa.
Pero el ambiente cambió rápidamente. Al día siguiente, Parag Agrawal, el director ejecutivo de Twitter, y Ned Segal, el director financiero, estaban en la oficina, dijeron dos personas familiarizadas con la situación. Cuando supieron que la adquisición de Twitter por parte de Musk se cerraba esa tarde, abandonaron el edificio, sin saber qué haría el nuevo propietario.
Agrawal y Segal no tardaron en recibir correos electrónicos en los que se les informaba que habían sido despedidos, según dijeron dos personas al tanto de la situación. Vijaya Gadde, la principal ejecutiva jurídica y política de Twitter, y Sean Edgett, el consejero general, también fueron despedidos. Edgett, que estaba en las oficinas de Twitter en ese momento, fue escoltado a la salida.
Esa noche, Twitter tenía una fiesta de Halloween llamada Trick or Tweet para los empleados y sus familias. Algunos trabajadores se disfrazaron y trataron de mantener el ambiente festivo. Otros lloraron y se abrazaron.
Musk había traído a sus propios asesores, muchos de los cuales habían trabajado en sus otros negocios, como la empresa de pagos digitales PayPal y el fabricante de coches eléctricos Tesla. Se ubicaron en una sala de juntas, en el segundo piso de un edificio anexo a la sede de Twitter. La zona, que Twitter utilizaba para agasajar a los anunciantes y dignatarios que realizaban grandes inversiones, estaba repleta de recuerdos de la empresa.
Entre los asesores se encontraban los inversores de capital riesgo David Sacks, Jason Calacanis y Sriram Krishnan; el abogado personal de Musk, Alex Spiro; su director financiero, Jared Birchall; y Antonio Gracias, antiguo director de Tesla. También participaron ingenieros y otras personas de Tesla, de la empresa de interfaz cerebral de Musk, Neuralink, y de su empresa de construcción de túneles, Boring Company.
En ocasiones, Musk fue visto con su hijo de 2 años, X Æ A-12, en las oficinas de Twitter mientras saludaba a los empleados.
En las reuniones con los ejecutivos de Twitter, Musk fue directo. En la reunión del 28 de octubre con los ejecutivos de recursos humanos, dijo que quería reducir la fuerza de trabajo inmediatamente, antes del 1 de noviembre, cuando los empleados recibirían los bonos de retención programados regularmente.
Un equipo de Twitter comenzó a crear un modelo financiero para mostrar el costo de los despidos. Otro construyó un modelo para demostrar cuánto más podría pagar Musk en honorarios legales y multas si continuaba con los rápidos recortes, dijeron tres personas.
El 30 de octubre, Musk recibió la noticia de que el enfoque rápido podría costar millones de dólares más que despedir a la gente con sus bonos programados. En ese momento aceptó la postergación, dijeron cuatro personas.
Pero tenía una condición. Antes de pagar los bonos, Musk insistió en una auditoría de la nómina para confirmar que los empleados de Twitter eran “humanos reales”. Expresó su preocupación de que “empleados fantasmas” que no deberían recibir el dinero permanecieran en los sistemas de Twitter.
Musk recurrió a Robert Kaiden, jefe de contabilidad de Twitter, para realizar la auditoría. Kaiden pidió a los directivos que comprobaran que conocían a ciertos empleados y que podían confirmar que eran humanos, según tres personas y un documento interno visto por el Times.
La fecha de las bonificaciones del 1 de noviembre llegó y pasó sin que se produjeran despidos masivos. Kaiden fue despedido al día siguiente y abandonó el edificio, según cinco personas con conocimiento de la situación.
Un viaje a New York
Mientras los directivos de Twitter redactaban las listas de despidos, Musk voló a Nueva York para reunirse con los anunciantes que proporcionan la mayor parte de los ingresos de Twitter.
En algunas reuniones con anunciantes, Musk propuso un sistema para que los usuarios de Twitter eligieran el tipo de contenido al que los exponía el servicio —similar a las clasificaciones de películas de G a NC-17—, lo que implica que las marcas podrían orientar mejor su publicidad en la plataforma. También se comprometió a introducir mejoras en el producto y a aumentar la personalización de los usuarios y los anuncios, según dos personas con conocimiento de las conversaciones.
Sin embargo, sus esfuerzos se vieron perjudicados por la salida de dos ejecutivos de Twitter radicados en Nueva York: Berland y JP Maheu, vicepresidente a cargo de la publicidad. Ambos eran muy conocidos en la comunidad publicitaria.
Esos ejecutivos de Twitter “tenían una gran relación con los más altos cargos de Fortune 500, eran increíblemente transparentes e inclusivos”, dijo Lou Paskalis, un veterano ejecutivo de publicidad. “Esas cosas engendran una enorme confianza, y esas cosas ahora están en entredicho”.
Marcas como el Grupo Volkswagen, General Motors y United Airlines han dicho que pausarán la publicidad en Twitter, mientras evalúan la actuación de Musk en la plataforma.
Musk ascendió a algunos directivos de Twitter. Contrató a Esther Crawford, una directora de producto, para renovar un servicio de suscripción llamado Twitter Blue. Musk quería una nueva versión del servicio, que costaría ocho dólares al mes e incluiría funciones premium y la marca de verificación que antes se asignaba gratuitamente a las cuentas de famosos, periodistas y políticos para confirmar su autenticidad.
Musk fijó un plazo: el equipo debía terminar los cambios de Twitter Blue antes del 7 de noviembre o sus miembros serían despedidos.
La semana pasada, Crawford compartió una foto suya durmiendo en las oficinas de Twitter en San Francisco con un saco de dormir y un antifaz, con la etiqueta #SleepWhereYouWork.
Su mensaje molestó a algunos colegas. Se preguntaron en chats privados por qué debían comprometerse a trabajar muchas horas para un hombre que podía despedirlos, según cinco personas y mensajes vistos por el Times. En Twitter, Crawford respondió a quienes calificó como “alborotadores” diciendo que había recibido mensajes de apoyo de otros empresarios y “constructores de todo tipo”.
Llega la guillotina
El alcance de los despidos era un objetivo cambiante. En un principio se dijo a los directivos de Twitter que recortaran el 25 por ciento de la plantilla, dijeron tres personas. Pero los ingenieros de Tesla que revisaron el código de Twitter propusieron recortes más profundos en los equipos de ingeniería. A los ejecutivos que supervisan otras partes de Twitter se les dijo que ampliaran sus listas de despidos.
Los ejecutivos de Twitter también sugirieron evaluar las listas por cuestiones de diversidad e inclusión para que los recortes no afectaran de forma desproporcionada a las personas de color y para evitar problemas legales. El equipo de Musk dejó de lado la sugerencia, afirmaron dos personas.
El 2 de noviembre, los empleados se encontraron con un canal abierto en el sistema de mensajería interna Slack en el que los equipos de recursos humanos y legales estaban discutiendo los despidos. En un mensaje visto por el Times, un empleado dijo que 3738 trabajadores podrían ser despedidos, o alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo. El mensaje fue ampliamente compartido de manera interna.
Esa noche, Musk se reunió con algunos asesores para acordar la reducción, según una invitación de calendario vista por el Times. A ellos se unieron empleados de recursos humanos de Twitter y personal de sus otras empresas.
Anticipándose a los recortes, los empleados comenzaron a despedirse de sus colegas, intercambiando números de teléfono y conectándose en LinkedIn. También reunieron documentos y recursos internos para ayudar a los trabajadores que sobrevivieron a los despidos.
Un director de ingeniería fue abordado por los asesores de Musk —o “matones”, como los llaman los empleados de Twitter—con una lista de cientos de personas a las que tenía que despedir. Vomitó en un cubo de basura cerca de sus pies.
A última hora del 3 de noviembre, un correo electrónico llegó a las bandejas de entrada de los empleados. “En un esfuerzo por situar a Twitter en una senda saludable, pasaremos por el difícil proceso de reducir nuestra fuerza de trabajo global”, decía el correo electrónico, firmado “Twitter”.
El pandemónium comenzó. Aunque la nota decía que los empleados recibirían un correo electrónico de seguimiento a la mañana siguiente para saber si seguían teniendo trabajo, muchos se encontraron bloqueados del correo electrónico o de Slack esa misma noche, una indicación de que habían sido despedidos. Los que permanecieron en Slack publicaron masivamente emojis de saludo como despedida a sus compañeros de trabajo.
Los recortes fueron enormes. En Redbird, la organización de plataformas e infraestructuras de Twitter, Musk se deshizo de numerosos gerentes. La unidad también perdió cerca del 80 por ciento de su personal de ingeniería, lo que aumentó la preocupación interna sobre la capacidad de la empresa para mantener su sitio en funcionamiento.
En Bluebird, la división de consumo de Twitter, despidieron a decenas de gerentes de producto, dejando apenas una decena de ellos. Según un cálculo, la nueva proporción entre ingenieros y gerentes era de 70 a 1.
Las consecuencias
A medida que se producían los despidos, los reclutadores de tecnología percibieron la oportunidad. Altos directivos de empresas rivales como Meta y Google enviaron mensajes a algunos de los empleados despedidos de Twitter, dijeron dos personas que recibieron las notas.
La mayoría de los subordinados de Musk permanecieron en silencio durante todo el proceso. Pero Calacanis, el capitalista de riesgo, había estado activo en Twitter respondiendo a las sugerencias y preocupaciones sobre los productos.
La semana pasada, Musk envió a un lugarteniente a la sala de juntas para pedir a Calacanis, que estaba allí, que se calmara en Twitter y dejara de actuar como si estuviera dirigiendo el desarrollo de productos o la política, dijeron personas al tanto de la conversación.
“Para que quede claro, Elon es el director de producto y el CEO”, tuiteó después Calacanis. “Como usuario avanzado (¡y eso es todo lo que soy!) estoy muy emocionado”.
Para el sábado pasado, los asesores de Musk se dieron cuenta de que los recortes podrían haber sido demasiado profundos, dijeron cuatro personas. Algunos pidieron a los ingenieros, diseñadores y jefes de producto despedidos que volvieran a sus antiguos puestos de trabajo, según tres personas familiarizadas con las conversaciones. El boletín tecnológico Platformer reportó sobre estas conversaciones.
En Goldbird, la división de ingresos de Twitter, la empresa tuvo que volver a contratar a quienes dirigían productos clave que generaban dinero y que “nadie más sabe cómo funcionan”, dijeron personas con conocimiento del negocio. Un gerente accedió a intentar recontratar a algunos trabajadores despedidos, pero expresó su preocupación de que fueran “débiles, perezosos, desmotivados e incluso podrían estar en contra de un Twitter de Elon”, dijeron dos personas al tanto del asunto.
El lunes, algunos empleados de Twitter llegaron al trabajo para descubrir que ciertos sistemas en los que habían confiado ya no funcionaban. En San Francisco, un ingeniero descubrió que algunos contratos con proveedores de software para la gestión de los datos de los usuarios habían quedado en suspenso o habían expirado, y que los directivos y ejecutivos que podían solucionar el problema habían sido despedidos o renunciaron.
El miércoles, los trabajadores de la oficina de Twitter en Nueva York no pudieron utilizar el wifi después de que una sala de servidores se sobrecalentara y la dejara fuera de servicio, dijeron dos personas.
Musk planea que los empleados paguen por el almuerzo —que había sido gratuito— en la cafetería de la empresa, dijeron dos personas.
Un enfrentamiento interno
Dentro de Twitter, algunos empleados han chocado con los asesores de Musk.
Esta semana, los ejecutivos de seguridad discreparon con el equipo de Musk sobre la forma en que Twitter debe cumplir sus obligaciones con la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés). Twitter había llegado a un acuerdo con FTC en 2011 sobre violaciones de la privacidad, que exige a la empresa presentar informes periódicos sobre sus prácticas de privacidad y abrir sus puertas a las auditorías.
El miércoles, un día antes de que expirara el plazo para que Twitter presentara un informe a la FTC, renunciaron la directora de seguridad de la información de Twitter, Lea Kissner; el director de privacidad, Damien Kieran; y la directora de cumplimiento, Marianne Fogarty.
En los mensajes internos de ese mismo día, un empleado escribió sobre las renuncias y sugirió que las revisiones internas de la privacidad de los productos de Twitter no se estaban llevando a cabo como debían según el acuerdo de la FTC.
Algunos ingenieros podrían tener que “autocertificar” que sus proyectos cumplían con el acuerdo, en lugar de depender de las revisiones de los abogados y ejecutivos, un cambio que podría provocar “incidentes importantes”, escribió el empleado.
“Elon ha demostrado que su única prioridad con los usuarios de Twitter es cómo monetizarlos”, escribió la persona en el mensaje, que fue visto por el Times.
El empleado añadió que Spiro, el abogado de Musk, había dicho que el multimillonario estaba dispuesto a asumir riesgos. Spiro, según el empleado, dijo a los trabajadores que “Elon pone cohetes en el espacio… no le tiene miedo a la FTC”.
La FTC dijo que estaba siguiendo los acontecimientos en Twitter con “profunda preocupación” y que “ningún director general o empresa está por encima de la ley”. Más tarde, Musk envió a los empleados un correo electrónico diciendo que Twitter se adherirá al acuerdo con la FTC.
El jueves, más ejecutivos de Twitter renunciaron, incluyendo a Kathleen Pacini, líder de recursos humanos, y Yoel Roth, el jefe de confianza y seguridad.
En la reunión con los empleados de ese día, Musk trató de dar una nota de optimismo sobre el futuro de Twitter.
“Twitter puede formar un servicio increíblemente valioso para el mundo y ser la plaza pública”, dijo, y señaló que debería ser un “campo de batalla de ideas” donde el debate podría “sustituir a la violencia en muchos casos”.
Fuente: The New York Times