El expresidente quiere noquear a sus rivales Ron DeSantis y Nikki Haley antes de que se perciban como una alternativa real
Los juzgados ya forman parte de la estrategia de campaña de Donald Trump. El expresidente de EE UU ha asistido voluntariamente esta semana a dos vistas en Washington y Nueva York para poder presentarse como mártir ante los votantes republicanos más fieles, los que participan en las primarias. En Washington, su abogado defendió —con su acuerdo— que el presidente debe gozar de inmunidad incluso si ordenase a un comando de fuerzas especiales asesinar a un rival político. Trump, imputado por 91 delitos en cuatro casos diferentes, no está acusado aún de matar a nadie. Sin embargo, tiene un instinto —político— asesino. Cuando en una gélida Iowa comience oficialmente este lunes la carrera de la nominación del Partido Republicano para las presidenciales de 2024, su obsesión es noquear a sus rivales antes de que se perciba ninguna alternativa viable.
Trump es un rival temible. Como a un matón de patio de colegio, le gusta insultar y ridiculizar a sus contrincantes. Cuando percibió como una amenaza al gobernador de Florida, Ron DeSantis, se lanzó de forma inmisericorde contra él. Ahora sus dardos se dirigen a Nikki Haley, lo que prueba su trayectoria ascendente. Una de sus aficiones favoritas es poner motes a sus rivales —una página de la Wikipedia los recopila—. Para él, DeSantis es DeSanctus o DeSanctimonious, el santurrón o el mojigato. Y la exgobernadora de Carolina del Sur y antigua embajadora en la ONU es “cabeza de chorlito Nikki Haley”. La candidata tuiteó que unos partidarios de Trump le habían dejado una jaula y alpiste en la puerta del hotel. El expresidente ha llegado a airear contra ella el bulo —antes usado contra Barack Obama— de que no ha nacido en Estados Unidos, lo que la impediría ser presidenta.
Tras la retirada de Chris Christie para no dividir el voto contra Trump, los caucus de Iowa (una especie de primarias algo asamblearias, aunque el voto es secreto y en urna) están menos concurridos de lo que se anticipaba. En el camino se han quedado también el alcalde de Miami, Francis Suárez; el exvicepresidente Mike Pence; el senador Tim Scott y el gobernador Doug Burgum. Aparte de DeSantis y Haley, el otro candidato con un mínimo de tirón es el trumpista milenial Vivek Ramaswamy. En todo caso, la ventaja de Trump en las encuestas es enorme, tanto en el conjunto del país como en Iowa.
Entre los votantes republicanos de todo Estados Unidos, Trump tiene un 60,4% de intención de voto, frente al 12,1% de DeSantis; el 11,7% de Haley y el 4,3% de Ramaswamy, según la media de encuestas de FiveThirtyEight. En Iowa su ventaja es menor, pero sólida: un 51,3%, frente al 17,3% de Haley; el 16,1% de DeSantis y el 6,6% de Ramaswamy.
En ese Estado rural y conservador de 3,2 millones de habitantes y 146.000 kilómetros cuadrados de extensión, los votantes republicanos más activos se reunirán este lunes desde las 19.00 horas (las 2.00 de la madrugada del martes en la España peninsular) para elegir los 40 delegados que aporta Iowa a la convención que designará en julio el candidato del Partido Republicano a presidente.
Los 40 delegados se reparten de forma proporcional al voto de cada candidato. Su peso en el total de casi 2.500 de la convención es mínimo (el 1,6%), pero la influencia de Iowa es mucho mayor por tratarse del primer Estado en pronunciarse. Aporta impulso a la campaña, financiación adicional y cobertura mediática. Por eso, los candidatos llevan meses viajando allí y mezclándose con los habitantes de este enorme granero de maíz, en la feria estatal y en toda clase de eventos políticos. Sin los caucus de Iowa es posible que ni Jimmy Carter ni Barack Obama hubieran llegado a presidentes.
“Iowa vota primero, y las campañas de nominación se desarrollan secuencialmente, pasando de un Estado a otro. Este proceso electoral secuencial tiene importantes implicaciones sobre quién gana y quién pierde al final”, sostienen los profesores de Ciencias Políticas David Redlawsk, Caroline Tolbert y Todd Donovan en su libro Why Iowa? (¿Por qué Iowa?).
Al tiempo, los caucus no son infalibles. Desde que George W. Bush ganó en 2000, ningún triunfador en unos caucus republicanos competitivos ha alcanzado la nominación. Mike Huckabee, Rick Santorum y Ted Cruz se impusieron en Iowa en 2008, 2012 y 2016, respectivamente, pero los nominados acabaron siendo John McCain, Mitt Romney y Donald Trump. Este último quedó segundo en los caucus de 2016, con el 24% de los votos frente al 28% de Ted Cruz. Trump felicitó inicialmente a Cruz, pero más tarde dijo que le había “robado” las elecciones y exigió una nueva votación.
Los demócratas celebran también este lunes caucus y asambleas, pero han admitido que sus votaciones sean por correo y estén abiertas hasta marzo, así que toda la atención está del lado republicano. Hay unos 750.000 votantes republicanos registrados con derecho a voto. En 2016, cuando se batió el récord, hubo 187.000 votos. Lo habitual suele ser una participación del 20%, pero con Iowa cubierto de nieve, unas temperaturas previstas de hasta 28 grados bajo cero y un resultado en el que el ganador parece cantado, hay riesgo de que la gente se quede en casa.
Trump y otros candidatos han convertido en virtuales sus últimos eventos de campaña ante las dificultades para desplazarse. Desde el principio, el expresidente ha pasado muchos menos días haciendo campaña en el Estado que sus principales rivales, Si DeSantis ha visitado los 99 condados del Estado, Ramaswamy los ha visitado todos dos veces. El rastreador de candidatos del Des Moines Register enumeró esta semana 25 actos públicos de Trump en el estado desde marzo, frente a los más de 125 de DeSantis, los 79 de Nikki Haley y los más de 300 de Ramaswamy.
Iowa es un Estado de población muy mayoritariamente blanca y conservadora en el que los cristianos evangélicos tienen un peso decisivo. Pese a la amoralidad de Trump, el voto evangélico ya fue clave para llevarle a la Casa Blanca hace ocho años. Kristin Kobes du Mez, autora de Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación, lo explicaba en su libro como “la culminación de la adopción de una masculinidad combativa por parte del evangelismo, una ideología que consagra la autoridad patriarcal y consiente un despliegue despiadado de poder”. Trazaba un paralelismo entre Trump y el actor John Wayne, “icono de la masculinidad estadounidense para generaciones de conservadores” y, con el tiempo, “de la masculinidad cristiana”, con su “rudeza y fanfarronería”.
Esta vez, Trump redobla la apuesta. Ha difundido un vídeo (Dios hizo a Trump) en el que, con la voz de un famoso locutor fallecido recreada con inteligencia artificial, se le presenta como verdadero Mesías enviado directamente por Dios para salvar a Estados Unidos. El vídeo, con un lenguaje de resonancias bíblicas, ha ofendido a pastores evangélicos de Iowa.
Trump está haciendo campaña como si fuera un presidente en ejercicio. No ha participado en los debates de candidatos. Esta semana, mientras Haley y DeSantis se peleaban entre sí en la CNN, él contraprogramó con una amable entrevista en Fox News en la que trató de suavizar su mensaje, renegando de sus propias palabras. Si vuelve a la Casa Blanca, dijo, no será un dictador ni dedicará su presidencia a la venganza —aunque no por falta de ganas, sino por falta de tiempo, explicó—. Le vieron 4,6 millones de espectadores, frente a los 2,6 millones del debate.
Una victoria así de clara entre los suyos es la que busca Trump antes de que surjan dudas sobre si será capaz en última instancia de ganar las presidenciales, donde moderados e independientes inclinan la balanza y Haley parecería una candidata con menos contraindicaciones. El calendario de las primarias, sin embargo, le impedirá cerrar pronto el debate. Tras Iowa llegan las primarias de Nuevo Hampshire, el 23 de enero, donde Haley cuenta con grandes apoyos, pero que solo elige 22 delegados. En febrero, un goteo de caucus (Nevada) y primarias (Islas Vírgenes, Carolina del Sur y Michigan) dejará todo abierto para que en marzo la nominación quede sentenciada.
Fuente: El País