Las relaciones entre Arabia Saudita y Estados Unidos no pasan por su mejor momento, después de que el pasado 5 de octubre el reino árabe, junto con otros miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados, aprobara recortar la producción de petróleo en 2 millones de barriles diarios, desoyendo de esa forma la presión de Washington para que bombearan más crudo.
Joe Biden no tardó en advertir que habrá “consecuencias por lo que han hecho” y que la Casa Blanca reconsiderará sus relaciones con los sauditas. Sin embargo, en los últimos años Riad no solo ha mantenido una estrecha cooperación con Washington, pudiendo apostar por el establecimiento de buenas relaciones con otro socio importante, lo que impulsaría uno de los principales cambios geoestratégicos.
Arabia Saudita cuenta con China, que ha ido reforzando su cooperación con los países del golfo Pérsico. No en vano, el gigante asiático se ha convertido en el principal socio comercial de Riad: el volumen de su comercio bilateral con China alcanzó en 2020 los 65.200 millones de dólares, más del triple que los 19.760 millones de dólares de su comercio con EE.UU., según datos recopilados por el MERICS, Instituto Mercator para Estudios de China (Alemania).
El año pasado, Arabia Saudita obtuvo el estatus de observador en la Organización de Cooperación de Shanghái, que tiene en su mira la expansión hacia Oriente Medio y que percibe a China como una importante fuente de inversiones, sobre todo para los ambiciosos planes del príncipe heredero Mohamed bin Salmán y su programa de desarrollo estratégico Visión 3030.
Además, Pekín ha invertido en la infraestructura portuaria a lo largo de las rutas marítimas que lo conectan con los países de Oriente Medio para reforzar sus nexos y facilitar el comercio en la región.
“Superpotencia en ciernes”
“Las élites políticas y empresariales saudíes perciben a China cada vez más como una superpotencia en ciernes y esperan que siga siendo uno de los principales destinos de sus exportaciones energéticas en un futuro observable, por lo que es vital cultivar relaciones estratégicas con la potencia emergente”, escribió en su análisis Naser Al-Tamimi, economista político del Instituto Mercator.
Las actuales tensiones con Washington acentúan su estrecha y mutuamente beneficiosa cooperación con Pekín, al tiempo que ensanchan el distanciamiento con su otro socio, aparentemente menos fiable.
EE.UU. ya se mostró reacio a involucrarse militarmente en los conflictos de la región, lo que quedó aún más claro si cabe en 2021 con la retirada de las tropas de Afganistán, lo que extendió en temor entre los líderes saudíes a no poder contar con el apoyo de la Casa Blanca en caso de una eventual confrontación armada, según MERICS.
Irán es uno de los principales desafíos en la región para Arabia Saudita, por lo que si se restablece el pacto nuclear internacional con Teherán y EE.UU. se une a la iniciativa, sus propios intereses nacionales en Oriente Medio podrían verse afectados por las políticas iraníes en ámbitos que no le convienen a Riad, escribe el instituto.