CC BY 2.0 / U.S. Missile Defense Agency /
EEUU acaba de iniciar la siguiente etapa de modernización del sistema de defensa antimisiles que protege su territorio continental. A finales de marzo, el Pentágono seleccionó a dos compañías para desarrollar el Interceptor de Próxima Generación —o ‘Next Generation Interceptor’—. Será capaz de derribar misiles hipersónicos.
El objetivo del nuevo interceptor será contrarrestar la amenaza que representan los misiles nucleares de Corea del Norte y potencialmente de Irán, señala el Departamento de Defensa estadounidense. No obstante, Washington espera que el NGI también pueda neutralizar los misiles balísticos intercontinentales más avanzados de Rusia y China.
El plan es que estos misiles interceptores entren en servicio a mediados de la década de 2020 y se conviertan en el núcleo del sistema de defensa antimisiles estadounidense.
El programa NGI comenzó en abril del 2020, cuando la Agencia de Defensa de Misiles de EEUU (MDA) solicitó propuestas de proyecto a varias compañías. Inicialmente en la competencia por el desarrollo y creación del nuevo antimisiles participaron tres: Lockheed Martin, Northrop Grumman y Boeing. Este último acabó apartándose, ya que el Pentágono no estaba interesado en sus propuestas. Sin embargo, son los interceptores fabricados por Boeing los que están actualmente en servicio como parte del Sistema Terrestre de Defensa a Medio Trayecto (GMD).
El 30 de marzo el Departamento de Defensa estadounidense finalmente firmó dos contratos separados por unos 7.600 millones de dólares. El firmado con Northrop podría ser de hasta 3.900 millones de dólares y, el de Lockheed, de hasta 3.700 millones, informa Reuters. El proyecto marca la primera adquisición importante de defensa bajo la Administración Biden.
“Con dos compañías involucradas en el proyecto, la MDA maximizará los beneficios de la competencia para entregar el misil de defensa nacional más efectivo y fiable al combatiente lo más rápido posible. Una vez desplegado, será capaz de superar las amenazas que se esperan en la década de 2030 y más tarde”, afirma el director de la Agencia de Defensa de Misiles de EEUU, el vicealmirante John Hill.
Una modernización necesaria
Actualmente, el sistema nacional de defensa antimisiles del país está formado por unos 60 misiles GMD desplegados en Alaska y California. Son capaces de interceptar objetivos balísticos en el espacio en plena trayectoria. Sin embargo, las pruebas de los interceptores revelaron su baja eficiencia tras derribar solo la mitad de los misiles de entrenamiento.
El Pentágono ha tratado repetidamente de mejorar el sistema. En particular, instaló en los antimisiles un vehículo de destrucción de objetos múltiples —Multiple Kill Vehicle, o MKV—. Pero las pruebas sugirieron que no era suficiente.
A mediados de la última década, se lanzó el programa para un vehículo de destrucción rediseñado —Redesigned Kill Vehicle, o RKV— para crear una nueva ojiva de antimisiles y reemplazar los interceptores cinéticos transatmosféricos existentes. Para el proyecto fueron asignados 5.800 millones de dólares. Según lo planeado, debería completarse para el 2025. No obstante, en agosto del 2020 el proyecto fue cancelado por “problemas con el diseño de los productos”.
Fue entonces cuando el departamento anunció que no iba a invertir más en la modernización de la plataforma GMD y necesitaba un interceptor completamente nuevo.
Hasta que se adopte la nueva tecnología, Washington tiene la intención de fortalecer su defensa antimisiles actual a expensas de otras fuerzas y medios. Principalmente, de los buques de guerra equipados con el Sistema de Defensa de Misiles Balísticos Aegis que ahora están operando en el Pacífico. Además, la MDA podría colocar la variante terrestre del sistema, Aegis Ashore, en territorio estadounidense, en particular, en Hawái. Actualmente ya se encuentra en servicio en Rumania y Polonia.
Otra manera de fortalecer la defensa antiaérea estadounidense podrían ser usar los sistemas antimisiles de corto alcance basados en tierra THAAD ya desplegados, en particular, en Corea del Sur y Guam. La agencia solicitó 273 millones de dólares en el 2020 para modernizar estas armas.