Rusia levanta las restricciones tras la asonada mientras Prigozhin permanece en paradero desconocido tras la crisis de seguridad que amenazó al Kremlin este sábado
En la mañana de este domingo, cuando el sol ya calentaba tímidamente en la ciudad sureña de Rostov del Don, las calles estaban casi vacías de tanques y uniformados. Los mercenarios enmascarados de Wagner, que se hicieron con el control de los edificios oficiales de la ciudad este sábado, se marcharon durante la noche, algunos entre aplausos de la ciudadanía. También su líder, el oscuro empresario Yevgueni Prigozhin, impulsor de la rebelión contra el liderazgo militar que puso en jaque al aparato de seguridad de Rusia y lanzó el desafío más grande al Kremlin en décadas, salió de Rostov entre vítores, como una celebridad, mientras la columna de blindados que envió de avanzadilla hacia la capital, Moscú, se daba la vuelta para evitar lo que llamó “un derramamiento de sangre rusa”. Pese a esa marcha atrás, Estados Unidos abandonó este domingo la cautela mantenida por los países occidentales durante la jornada de rebelión y alertó de “grietas reales” en el régimen ruso.
Pero su salida, supuestamente para dirigirse a Bielorrusia, según un acuerdo con el Kremlin y la mediación del líder bielorruso, Aleksandr Lukashenko, para poner fin a su intento de golpe militar, no evita que sobresalga el dibujo de una Rusia diferente a la de solo un día antes de su rebelión. El desafío del deslenguado Prigozhin, actualmente en paradero desconocido, que siempre había permanecido leal a Putin y solo a Putin, ha puesto seriamente en cuestión la imagen de hombre fuerte del presidente ruso. Y ha revelado las grietas de un Estado devorado por luchas internas, agotado por la guerra en Ucrania, enfadado con las élites, acosado por la inflación, con la economía casi paralizada por las sanciones occidentales y el éxodo del capital extranjero.
La consecuencia inmediata, advierte una fuente de inteligencia occidental, puede ser una renovada campaña de ataques masivos sobre Ucrania para tratar de demostrar fuerza. Putin se ha mantenido en silencio desde el sábado por la mañana, cuando acusó a Prigozhin de traición en un discurso en el que prometió unas consecuencias “brutales” para los autores de la rebelión que no se han producido. Este domingo, en una entrevista pregrabada y emitida en un canal estatal, ha asegurado que la ofensiva en Ucrania permanece inalterable. “Nos sentimos confiados y, por supuesto, estamos en condiciones de implementar todos los planes y tareas que tenemos por delante”, ha manifestado. “Esto también se aplica a la defensa del país, se aplica a la operación militar especial, se aplica a la economía en su conjunto y a sus áreas individuales”, ha añadido Putin.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha incidido este domingo en que la rebelión, el mayor desafío contra Putin en décadas, muestra “grietas reales en la fachada rusa”. Y ha advertido de que es “demasiado pronto” para predecir los efectos de esas grietas y del motín. El sábado, los países del G-7, la UE y la OTAN evitaron pronunciarse sobre lo que sucedía en Rusia —que definieron como “un problema interno”— para evitar cualquier tipo de asociación con los acontecimientos. Eso ha cambiado este domingo. “Hace 16 meses, Putin estaba a las puertas de Kiev en Ucrania, buscando tomar la ciudad en unos cuantos días, borrar el país del mapa”, ha apuntado Blinken, que ha concedido varias entrevistas a medios estadounidenses. “Ahora, ha tenido que defender Moscú contra un mercenario de su propia creación”, ha añadido.
Dmitri Peskov, el portavoz del Kremlin, confirmó el sábado por la noche el acuerdo con Prigozhin para poner fin a la crisis. “Había un objetivo superior: evitar el derramamiento de sangre, evitar la confrontación interna y enfrentamientos consultados impredecibles”, argumentó Peskov. “En nombre de esos objetivos se implementaron los esfuerzos de mediación de Lukashenko. Y el presidente Putin tomó la decisión correspondiente”, añadió el portavoz ruso.
Consecuencias
El Kremlin se ha comprometido a retirar los cargos por rebelión —penados con entre 12 y 20 años de cárcel— contra Prigozhin y le ha ofrecido a través del presidente bielorruso “garantías de seguridad” sin especificar. “La garantía exacta de que Prigozhin podrá partir hacia Bielorrusia es la palabra del presidente ruso”, afirmó Peskov. Mientras, Prigozhin, que tenía muy difícil que su rebelión cuajara sin el apoyo de las élites, del que carece, aseguró el sábado por la noche que había logrado el objetivo de su “marcha por la justicia” contra el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, con el que mantiene una rivalidad desde hace años. El responsable de Defensa se había activado en los últimos meses para lograr absorber a la compañía Wagner como fuerzas regulares bajo su mando. De momento, nada ha aflorado sobre un posible cambio en el liderazgo o el funcionamiento de Defensa. Cualquier reorganización, incidió Peskov, es “prerrogativa y competencia exclusiva del comandante en jefe supremo de acuerdo con la Constitución”.
Los mercenarios de Wagner que participaron en la sublevación tampoco enfrentarán consecuencias, prometió el Kremlin, debido a sus “méritos en el frente”. Los que no se unieron al motín podrán firmar contratos con el Ministerio de Defensa, según Peskov. Lo ocurrido y el acuerdo de Prigozhin supone por ahora el desmantelamiento de la compañía Wagner y su integración en el Ejército, como ha deseado el ministro Shoigú durante mucho tiempo.
Pero varios analistas señalan que lo que ocurra con la empresa de mercenarios, con presencia como el brazo armado oficioso del Kremlin en Siria, República Centroafricana, Libia o Malí, puede acarrear repercusiones globales. Fuentes de inteligencia occidentales apuntan a que no está claro que el mandato de integración dentro del Ejército incluya también a los mercenarios en el exterior. Y este podría ser un punto del acuerdo con Prigozhin, que, según las agencias de inteligencia estadounidenses, citadas por varios medios, se preparaba desde el miércoles para tomar algún tipo de medida militar que, sin embargo, se precipitó el viernes por la tarde.
Prigozhin no lanzó su rebelión para tomar el poder o para marchar sobre el Kremlin, opina la analista Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora R. Politik, sino por “desesperación”. “El plan era llamar la atención de todos, armar un escándalo, atraer la atención de Putin y negociar condiciones cómodas para seguir trabajando: un papel, seguridad, dinero”, dice la experta en un análisis. El jefe de Wagner, a quien se le permitió salir con vida, no estaba preparado para el papel de “revolucionario” ni para la reacción de Putin. “El presidente ruso ha recibido un golpe fuerte, y esto afectará seriamente al régimen, pero para Putin, la imagen siempre ha sido secundaria”, señala Stanovaya.
Normalidad en las calles
Las ciudades y regiones rusas han empezado a levantar este domingo las restricciones impuestas el sábado. Y aunque Moscú mantiene el régimen de “operación antiterrorista” y conserva este lunes como día no laborable, los canales de televisión estatal emiten sus programas habituales. Tras esa apariencia de relativa normalidad, bulle el sentimiento de que la impunidad con la que ha quedado el enorme desafío de Prigozhin puede tener un impacto en el régimen de Putin. También, en cómo se le ve desde el exterior, no solo en Occidente, sino desde aliados como China o la India.
El acuerdo con Prigozhin “es una solución a corto plazo, no una solución a largo plazo”, señala el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, según sus siglas en inglés), un centro de análisis con sede en Washington, que destaca que el Kremlin se enfrenta ahora a un “equilibrio profundamente inestable”. “La rebelión de Prigozhin expuso graves debilidades en el Kremlin y en el Ministerio de Defensa ruso”, señala ISW en un informe.
La rebelión de Prigozhin, la mediación de Lukashenko para detener el avance militar —que puede ser humillante para Putin, especialmente por haberle asegurado ciertos beneficios al bielorruso, muy dependiente en los últimos tiempos del Kremlin— cuestiona la tradicional imagen de Putin como “garante de la estabilidad de Rusia”. Pero tampoco deja en buen lugar al jefe de los mercenarios, que aunque se ha ganado los apoyos de una parte relevante de la ciudadanía con sus críticas a la corrupción del Ejército, la burocracia y su “marcha por la justicia”, difícilmente podría ahora liderar a la compañía de contratistas que ha sido determinante en la ofensiva sobre Ucrania.
Rusia, a través de varias fuentes, se ha apresurado a enfatizar que la rebelión armada de Wagner no ha afectado a las fuerzas del Kremlin desplegadas en Ucrania, pero el motín sí ha visibilizado la falta de reservas en las áreas de retaguardia. También que Rusia depende de reclutas inexpertos para defender sus fronteras, como se vio al paso de los convoyes de Wagner: quienes las protegían se rindieron ante ellos sin poner ningún tipo de oposición. Mijailo Podoliak, asesor del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que aseguró el sábado que cree que la crisis llevaría, de una u otra forma, al fin de la actual estructura de poder en Rusia, considera que lo sucedido, aunque se haya puesto fin a la rebelión, tendrá consecuencias como la “destrucción” del jefe de Wagner. “Esa orden se ejecutará con seguridad”, afirmó Podoliak en las redes sociales.