En la iglesia de Alexandra y Antonina yace un ataúd. Está cubierto con el tricolor ruso. Sobre el féretro hay un gorro y una fotografía.
Mikhail Orchikov era subcomandante de una brigada de infantería motorizada. Murió en combate en Ucrania. Un grupo de soldados rusos forman una guardia de honor.
Un sacerdote ortodoxo camina alrededor del ataúd recitando oraciones y meciendo un ornamentado recipiente que emite humo de incienso. El olor intenso llena la capilla, mezclándose con las dulces cadencias del coro. La viuda del soldado muerto, con su rostro cubierto con una bufanda negra, recibe el consuelo de sus familiares.
¿Cuántos solados rusos han muerto en Ucrania? En Rusia es un delito punible reportar cualquier cifra que no sea la oficial.
De acuerdo a la información emitida por el Ministerio de Defensa de Rusia, 498 soldados han perdido la vida en lo que el Kremlin llama una “operación militar especial”. Esas son las cifras más recientes, del 2 de marzo. No ha habido actualizaciones desde hace dos semanas.
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“La situación en nuestro país no es sencilla”, dice el sacerdote a la congregación. “Todos entendemos eso”.
Una realidad alternativa
El Kremlin quiere que el público piense que los soldados rusos en Ucrania son héroes y que la ofensiva Rusia allí es un acto en defensa propia.
En una reciente edición del noticiero insignia de la televisión estatal, el presentador afirmó que si Rusia “no hubiese intervenido ahora, en tres años Ucrania formaría parte de la OTAN… con una bomba nuclear. [Ucrania] definitivamente avanzaría hacia Crimea, luego al sur de Rusia”. Una realidad alternativa, en la que Ucrania es el agresor.
En las calles de Kostroma, muchos parecen creer la versión oficial del Kremlin.
Eso se debe en parte al poder de la televisión para moldear la opinión pública. Pero también, en tiempos de crisis, muchos rusos instintivamente se reúnen en apoyo en torno a su líder, como si no quisieran creer que su presidente hubiera podido tomar la decisión errada.
“La OTAN quiere establecerse justo a nuestro lado [en Ucrania] y tienen armas nucleares”, me comenta Nikolai. “Bien hecho por Putin. No se lo permitió”.
“Rusia tiene que seguir adelante hasta el final”, declara Nina Ivanovna, una mujer jubilada.
“¿Qué tanto confía en la información que recibe de la TV rusa sobre esto?”, le pregunto. “Le tengo confianza. ¿Por qué no? En lo que no confío es internet”.
“¿Por qué no?”, vuelvo a preguntar.
“No lo sé”, me responde.
“La sangre está en las manos de quien la derramó”
No todos apoyan la ofensiva de Rusia en Ucrania. En el pueblo de Nikolskoye, visito la casa del sacerdote ortodoxo, el padre Ioann Burdin. Hace poco dio un sermón contra la guerra y expresó sus críticas en el sitio web de la iglesia.
Fue luego detenido y multado por violar una nueva ley que no permite desacreditar a las fuerzas armadas de Rusia.
“Creo que cualquier derramamiento de sangre, cualquiera que sea su causa y como se quiera tratar de justificar, sigue siendo un pecado”, me comenta el padre Ioann.
“La sangre está en las manos de quien la derramó. Si se dio una orden, está en las manos de quien la dio, quien la apoyó o guardó silencio”.
“Lo peor de todo es el odio que se ha generado. Se extenderá cada vez más profundamente, porque podemos ver que la situación [con Ucrania] no está terminando. No hay voluntad política para acabar esto. El odio de ambos lados se fortalecerá y se convertirá en un muro entre nuestros pueblos durante décadas por venir”.
Geopolítica
En un cementerio de Kostroma, ocho soldados cargan el féretro de Mikhail hasta la tumba. Una banda militar toca música solemne. Luego, se disparan salvas en su honor y, con el himno nacional de Rusia, bajan el ataúd a la tierra.
Se dicen una breves palabras: “La pérdida de un hijo, hermano, padre siempre es una tragedia, pero estamos orgullosos de que murió defendiendo nuestro pueblo, nuestros hijos, nuestro país”.
En Kostroma, llaman a Mikhail “un defensor de la patria“.
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Sin embargo, fue el ejército de Rusia el que cruzó la frontera hacia una nación soberana y atacó a Ucrania bajo órdenes del presidente Putin. El líder del Kremlin afirma que el objetivo de su “operación militar especial” es “desmilitarizar y desnazificar” a Ucrania, como si el gobierno ucraniano estuviera infestado de fascistas, lo que simplemente no es cierto.
En días recientes los funcionarios rusos a duras penas han podido esconder sus objetivos más amplios. El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, declaró que lo que está pasando en Ucrania “…es una batalla de vida o muerte por el derecho de Rusia de mantenerse en el mapa político del mundo con todo el respeto por sus intereses legítimos”.
En otras palabras, esto es sobre geopolítica, y la determinación de Moscú de forzar a Ucrania a regresar dentro de la esfera rusa de influencia.