El despliegue de policías contrasta en la sede de la Presidencia con la festiva toma de posesión de la titular del recién creado ministerio de Pueblos Indígenas y la ministra de Igualdad Racial
Ni siquiera ha habido tiempo de reponer los enormes cristales de la fachada del imponente Palacio del Planalto que los radicales bolsonaristas rompieron a pedradas el pasado domingo, pero la tarde de este miércoles la sede de la Presidencia de Brasil se vistió de gala como pudo e hizo un ensayo de vuelta a la normalidad para acoger la toma de posesión de dos ministras: Sonia Guajajara, que hace historia como ministra del recién creado Ministerio de los Pueblos Indígenas, y Anielle Franco, hermana de la asesinada Marielle Franco y un potente mensaje como nueva ministra de Igualdad Racial. La ceremonia que dio inicio a su mandato se celebró entre fuertes medidas de seguridad que desactivaron la amenaza de nuevas marchas bolsonaristas. Al final de la tarde, la imagen era de un contraste demoledor: en el exterior del palacio, decenas de antidisturbios de verde militar; dentro, una fila de invitados especialmente diversa con líderes indígenas con vistosos tocados de plumas que hacían sonar sus maracas para celebrar su histórica llegada al poder.
Brasil estrena un inédito Ministerio de los Pueblos Indígenas y por primera vez contará con una ministra indígena. Guajajara, una reconocida activista que ahora se ha rodeado de un equipo 100% indígena, resaltó en su discurso la urgencia de proteger los territorios de las poblaciones nativas y el medio ambiente, pero no pasó por alto lo que ocurrió en la capital brasileña hace unos días. Citando a su colega la ministra Franco, proclamó: “Convocamos a todas las mujeres de Brasil para decir juntas: ¡nunca más vamos a permitir otro golpe en nuestro país”, y enseguida se unió a los gritos de los cientos de invitados que pedían que no haya amnistía para los golpistas detenidos. La nueva ministra asumió que no será fácil “superar 522 años en cuatro”, pero dijo estar dispuesta a luchar “para retomar la fuerza ancestral” del alma y el espíritu brasileño. “Nunca más un Brasil sin nosotros”, zanjó.
Los indígenas de Brasil, unas 800.000 personas, habitan el 12% del territorio de este país de 210 millones de habitantes. Anielle Franco, visiblemente emocionada, recordó a su hermana Marielle, la concejala de Río de Janeiro que fue brutalmente asesinada en 2018. “He dedicado cada minuto de mi vida a luchar por justicia, defender la memoria, multiplicar el legado y regar las semillas de mi hermana”, afirmó la ministra. Se comprometió a fortalecer la Ley de Cuotas, que reserva plazas en las universidades públicas para estudiantes pobres y negros, aumentar el número de funcionarios públicos negros en puestos de decisión y relanzar el plan para disminuir la mortalidad de los jóvenes negros, el grueso de las víctimas entre los 50.000 asesinatos que Brasil suma de media cada año.
La ceremonia, con la que concluyó la toma de posesión de los 37 ministros, estuvo llena de momentos simbólicos, empezando por la interpretación del himno nacional, cantado en lengua Ticuna, el pueblo indígena más numeroso de la Amazonía brasileña, o el sonido de los tambores de los rituales de las religiones de matriz africana. Al terminar, el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, firmó entre aplausos una ley, propuesta hace años, que eleva las penas para casos de racismo.
Entre los invitados al acto, buena parte del movimiento negro e indígena de Brasil, caras de satisfacción y alivio: “Lo que hemos visto es la vida latiendo en este palacio. Hay niños, hay viejos, sudores, lágrimas. La vida pulsando”, contaba emocionada Maria Flor Guerreira, indígena de la etnia Tapaxó. Ella estuvo en la vigilia que durante más de 500 días acompañó a Lula cuando estuvo preso en Curitiba y ahora pretende mudarse a Brasilia para acompañarle en el Gobierno, porque cree que los próximos cuatro años no serán fáciles. Para prueba, lo que pasó el domingo. “Con Lula es como si hubiéramos plantando un árbol frondoso, pero ahora tiene que dar frutos. Hay que regarlo y darle buen abono”. Mientras los invitados salían del palacio esperanzados, en la plaza de los Tres Poderes las luces rojizas y azuladas de los vehículos de la Guardia Nacional, en alerta por las posibles marchas bolsonaristas, servían de recordatorio de los desafíos que quedan por delante.