El presidente ruso, Vladimir Putin, y el coronel general, Serguéi Surovikin, comandante de las fuerzas rusas en Siria, asisten a una ceremonia de entrega de premios estatales a militares que sirvieron en Siria, en el Kremlin en Moscú, Rusia© Thomson Reuters.

LONDRES, 21 nov (Reuters) – Aunque los más acérrimos defensores de la guerra de Rusia apoyaron la humillante decisión de las fuerzas de Moscú de retirarse de la ciudad ucraniana de Jersón este mes, el principal líder militar que argumentó a favor de la medida está ahora bajo una creciente presión para demostrar que valió la pena.

Serguéi Surovikin, apodado “general apocalipsis” por los medios rusos por su reputada crueldad, recomendó el 9 de noviembre que las fuerzas de Moscú abandonaran Jersón y la orilla occidental del río Dniéper, donde estaban peligrosamente expuestas.

Surovikin, un veterano de 56 años de las guerras de Chechenia y Siria que ha sido condecorado por el presidente ruso, Vladimir Putin, argumentó que la retirada, completada dos días más tarde, permitiría a Moscú ahorrar equipamiento y redistribuir las fuerzas en la zona —estimadas por Estados Unidos en 30.000 efectivos— a otros frentes.

Desde entonces, algunas de esas tropas han sido trasladadas del sur al este de Ucrania, donde se libran feroces combates, y el receptor de la condecoración al “Héroe de la Federación Rusa” se encuentra bajo presión en la cúspide del invierno para demostrar que su apuesta fue la correcta.

“Esperamos sus brillantes resultados y rezamos por usted, yo rezo por usted todos los días”, dijo a Surovikin la editora jefe de RT TV, Margarita Simonyan, una de las principales defensoras públicas de la guerra, en una emisión de televisión la semana pasada.

Simonyan instó a Surovikin, una figura corpulenta de cabeza rapada que ha aparecido en la televisión hablando un parco lenguaje militar, a ignorar las “tonterías” de los críticos, en referencia a influyentes blogueros del ámbito militar descontentos con su retirada.

Uno de esos blogueros, Vladlen Tatarsky, que tiene más de medio millón de seguidores en el servicio de mensajería Telegram, se pronunció con dureza sobre la visita a Jersón tras la retirada rusa del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, cuestionando por qué Moscú no lo había matado.

“¿Por qué derramamos nuestra sangre? ¿Por qué Zelenski puede venir tranquilamente a Jersón?”, preguntó Tatarsky en un vídeo.

“Simbólicamente habría sido genial que un Geran (tipo de dron) hubiera aterrizado en su estúpida cabeza, pero no ocurrió. ¿Por qué? O luchamos en una guerra total, o (…) nada saldrá bien”.

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PRESIÓN

El ultranacionalista ruso Alexander Dugin, cuya hija Darya fue asesinada a las afueras de Moscú en agosto en lo que Rusia dice que fue un asesinato a manos del Estado ucraniano, ha aumentado la presión sobre Surovikin, diciendo que Jersón era el último trozo de territorio ucraniano que Rusia podía permitirse ceder.

“El límite se ha alcanzado”, dijo Dugin al medio de comunicación nacionalista en línea Tsargrad.

Altos cargos del Gobierno ruso y partidarios de la guerra del ala más dura dicen que quieren recuperar Jersón en algún momento, lo que parece difícil de conseguir a corto plazo.

Tampoco es fácil conquistar nuevos territorios en el este contra un ejército ucraniano altamente motivado y equipado por Occidente, especialmente en invierno.

La propia Kiev ha prometido seguir recuperando territorio, ante lo que las autoridades rusas han advertido que sospechan que Ucrania puede intentar abrir un tercer frente en el oeste con fuerzas redesplegadas desde Jersón.

Algunos piden a Surovikin que intensifique la campaña de bombardeos de Moscú sobre la infraestructura energética ucraniana, una táctica que el Kremlin ha sugerido que está diseñada para llevar a Ucrania a la mesa de negociaciones.

Vladimir Solovyov, uno de los tertulianos políticos ultranacionalistas más famosos de Rusia, dijo la semana pasada: “Hago un llamamiento al héroe del ejército ruso, el general Surovikin. Camarada General del Ejército, le pido que complete la destrucción total de la infraestructura energética de la junta nazi ucraniana”.

Otros comentaristas de la televisión estatal han empezado a cuestionar públicamente la gestión de la guerra, aunque en lo que probablemente sean actuaciones cuidadosamente coreografiadas, diseñadas para crear la impresión de un auténtico debate público.

Uno de ellos, Dmitri Abzalov, se quejó de lo que llamó un vacío de información, diciendo que le gustaría saber “para variar, por una vez” cuáles son los objetivos específicos de Moscú en Ucrania.

Otro, Maxim Yusin, se quejó en antena de lo que, según él, son mentiras de algunos políticos en la televisión estatal que se jactan de que las fuerzas rusas son tan fuertes que podrían alcanzar “la frontera polaca, Berlín, el Canal de la Mancha y Lisboa”.

“Es un espectáculo de payasos”, dijo Yusin.

Algunas de las esposas y madres de los hombres recién movilizados se han organizado para tratar de presionar al Ministerio de Defensa ruso por lo que, según ellas, es una formación y un equipamiento inadecuados.

Sus números son relativamente modestos hasta ahora, pero algunas de sus quejas, rechazadas en gran medida por el Ministerio de Defensa, coinciden con las formuladas por figuras públicas que apoyan la guerra.