Valeri Zaluzhni prevé que no haya avances al menos en un año y compara la situación con la I Guerra Mundial, en la que ambos bandos luchaban durante meses por unos pocos metros
Valeri Zaluzhni goza de tanto respeto en Ucrania que puede hablar con franqueza como nadie. Ni siquiera el presidente, Volodímir Zelenski, puede ser tan sincero como el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias. Zelenski no elogiaría a un enemigo, como sí ha hecho Zaluzhni, que en una entrevista para Time de septiembre de 2022 aseguró que el teórico militar más inteligente que existe es su mayor rival, Valeri Guerásimov, jefe del Estado mayor ruso. En una nueva entrevista, con The Economist, Zaluzhni reconoció este miércoles haber cometido errores, que el frente está congelado y que no hay visos de que la situación cambie: “Como en la I Guerra Mundial, hemos alcanzado el nivel tecnológico que nos sitúa en tablas”.
Zaluzhni también admite que solo con un suministro de la tecnología más avanzada de sus aliados en la OTAN, y en cantidades mucho mayores que lo aportado hasta el momento, podrían romperse las tablas en el frente. “Esta guerra no puede ganarse con armas de generaciones pasadas y métodos caducos”, afirma el general. Ucrania ha recibido decenas de miles de millones de euros en ayuda militar, pero sobre todo en equipos que no son los sistemas más avanzados de defensa de Occidente. Armamento como los tanques alemanes Leopard o la futura entrega de los cazas estadounidenses F-16, por ejemplo, empezaron a producirse en la década de los setenta.
Zaluzhni reconoce que es improbable que esta nueva fase de apoyo se produzca en un futuro cercano, por lo que el estancamiento en el frente se mantendrá. “Muy probablemente no se producirá un profundo y bello avance”, dice Zaluzhni, con su característica ironía.
El comandante en jefe ucranio publica también un breve ensayo en la revista británica en el que incluso establece un periodo de por lo menos un año en el que sus tropas no podrán contar con armamento necesario para realizar progresos significativos. “Rusia tendrá superioridad en armas, equipos, misiles y munición por un tiempo considerable. Su industria de defensa está incrementando la producción, a pesar de las sanciones sin precedentes”, afirma el comandante en jefe; “nuestros socios en la OTAN están también aumentando drásticamente su capacidad de producción, pero se necesitará por lo menos un año para conseguirlo y, en algunos casos, como en aviones y sistemas de mando y control, dos años”.
Kiev lleva semanas advirtiendo de que los arsenales de la OTAN están bajo mínimos y que la producción de la industria militar occidental no podrá cubrir la demanda ucrania suficiente para nuevas operaciones a gran escala. Mikola Bielieskov, analista del Instituto de Estudios Estratégicos, organismo dependiente de la presidencia ucrania, lo dejaba claro en un informe del 16 de octubre publicado por el centro estadounidense Atlantic Council: “El incremento de la producción [armamentística] planificado no cubrirá las necesidades ucranias hasta el segundo semestre de 2024 o principio de 2025. El déficit previsto de munición clave determinará seguramente la estrategia ucrania para la primavera y el verano”.
El apoyo internacional para una guerra que dure años tampoco está asegurado. Zelenski reconocía el pasado martes, en una entrevista con Time, que el cansancio se está apoderando de los gobiernos y sociedades occidentales: “El cansancio con la guerra progresa como una ola. Lo ves en Estados Unidos y lo ves en Europa”. Zelenski admite que está recibiendo presiones para negociar un alto el fuego, pero lo descarta porque supondría “dejar una herida abierta para las futuras generaciones”.
Fin de la contraofensiva
Las palabras de Zaluzhni confirman el final de la contraofensiva que Ucrania inició en junio y en la que tanto los aliados de Kiev como la ciudadanía ucrania habían puesto enormes esperanzas para hacer retroceder al invasor. El comandante en jefe tira de nuevo de humor para criticar la presión que recibió de Occidente para conseguir resultados rápidos, pero también para asumir sus propios errores: “Si nos fijamos en los manuales de la OTAN y en los cálculos que hicimos, cuatro meses eran suficientes para llegar hasta Crimea, luchar en Crimea, salir de Crimea y volver a entrar y salir”.
La ofensiva ucrania solo ha progresado en cinco meses unos 10 kilómetros en dirección hacia el mar de Azov, por un corredor muy vulnerable porque solo tiene 10 kilómetros de ancho. El objetivo inicial era reconquistar la ciudad de Melitópol y desde allí cortar las líneas logísticas rusas en el este y hacia Crimea. Pero Melitópol continúa a casi 80 kilómetros de las tropas ucranias. La península de Crimea, ocupada por Rusia desde 2014, está a 100 kilómetros de las posiciones ucranias más cercanas, en la provincia de Jersón.
El máximo comandante ucranio asume haber cometido fallos, por ejemplo, el haber relevado a comandantes pensando que eran los responsables de la falta de resultados. Los tres primeros meses de la contraofensiva en el frente de Zaporiyia resultaron catastróficos, según han explicado múltiples fuentes militares consultadas por EL PAÍS en el frente: el alto mando optó por intentar romper las líneas de defensa rusas con asaltos de grandes columnas de blindados e infantería. Los campos de minas y las fortificaciones rusas, reforzadas como no se había visto en un campo de batalla desde la II Guerra Mundial, frenaron estos asaltos, dejando centenares de bajas y vehículos destruidos.
El conflicto se ha basado desde entonces en una “guerra de posiciones”, como explica el propio Zaluzhni: “La guerra ha entrado en una nueva fase, lo que en el mundo militar llamamos guerra posicional, de fuego estático y de desgaste, como en la I Guerra Mundial, en contraste con la guerra de maniobras, de movimiento y velocidad”. La situación, afirma el general, “beneficia a Rusia porque le permite reconstruir su poder militar”.
Zaluzhni lamenta que el suministro internacional de armas encabezado por Estados Unidos haya sido demasiado lento porque ha tenido como objetivo “que Ucrania no fuera derrotada y al mismo tiempo que América no fuera arrastrada a una confrontación con Rusia”. Sobre todo se ha asistido a Ucrania para resistir, pero no para ganar. Mientras en Washington y en Europa se dudaba sobre qué armamento aportar, Rusia levantaba 800 kilómetros de triples líneas de defensa inexpugnables. El comandante en jefe ucranio incluso destaca que los cazas F-16 llegarán demasiado tarde porque las defensas antiaéreas del enemigo son cada vez más superiores. Zaluzhni revela también un dato hasta hoy secreto: de los 120 aviones de guerra que tenía sus fuerzas aéreas al principio de la invasión, ahora solo quedan 40.
Respuesta de Moscú
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha asegurado este jueves que la guerra no está en tablas y que Rusia proseguirá con “la operación militar especial” que debe expulsar al ejército ucranio de las provincias del este que quiere anexionarse ilegalmente. Pese a las declaraciones de Peskov, uno de los principales aliados de Vladímir Putin, el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, afirmó la semana pasada que la guerra está en un punto muerto y que ninguno de los bandos tiene fuerza para desequilibrar la balanza.
Zaluzhni admite otra equivocación, y es haber pensado que la guerra pasaría factura a Putin: “Fue mi error, Rusia ha sufrido por lo menos 150.000 [soldados] muertos. En cualquier otro país, este número de bajas habría detenido la guerra”. El Kremlin tiene algo fundamental que no tiene Ucrania, activos humanos. Zaluzhni también lo subraya y es por eso que reclama más y mejor armamento “para acelerar la victoria”: “Porque tarde o temprano nos encontraremos con que no tenemos suficiente gente para luchar”.