Su claro favoritismo en las encuestas hace que en las torres de cristal donde se mueve el mercado financiero ya se empiecen a mirar con lupa los primeros esbozos de su posible programa económico.
A principios de enero, Lula pedía en sus redes sociales que los brasileños “siguieran de cerca” lo que está pasando en España con la reforma laboral: el actual Gobierno progresista de ese país aprobó una especie de “contrarreforma”, que acaba con los cambios legales que aprobó la derecha años atrás y que según la izquierda se tradujeron en precarización y desempleo.
Aquella reforma fue la inspiración para la que el entonces presidente Michel Temer aprobó en Brasil en 2017 y que Lula se dispone a desmontar si llega al Gobierno. Esa es su primera gran promesa económica conocida. El líder de izquierda ya ha mantenido reuniones con políticos españoles, interesado en el fondo de la ley, pero también en la forma, ya que la nueva reforma laboral española se ha pactado entre Gobierno, sindicatos y empresarios. El diálogo ha sido clave.
Otras promesas
En sus entrevistas recientes Lula también ha desgranado que pretende acabar con el techo de gastos (también aprobado por Temer y que supone un importante freno al gasto público) y revertir las privatizaciones puestas en marcha por el equipo del actual ministro de Economía, Paulo Guedes. La concesión de dos grandes estatales, Eletrobras y Correos, podría verse interrumpida.
No obstante, las cosas no serán fáciles, como apunta en declaraciones a la Agencia Sputnik el sociólogo Emir Sader, vinculado al Partido de los Trabajadores (PT): “Lula ya ha dicho que va a cambiar la reforma laboral, pero veremos cómo, porque también depende del Congreso. La izquierda no será mayoritaria, pero a través de alianzas quizá se puede hacer algo”, apunta.
Al mercado financiero, al que en Brasil muchas veces se alude como “la Faria Lima” (por la lujosa avenida de São Paulo donde tienen su sede las principales empresas y bancos del país) no le gusta la música que suena. De nada sirve el recuerdo de la experiencia de Lula en el poder. Los bancos obtuvieron beneficios récord y nunca se tasaron los dividendos o las grandes fortunas, como suelen recordar los partidos a la izquierda del PT.
“Un gobierno del PT nunca será el preferido del empresariado. Pudieron convivir, pero no es lo que les gusta. Hubo un modelo de expansión del mercado interno de consumo, pero ahora tienen un modelo abiertamente a favor del capital financiero, sin concesiones a los derechos de los trabajadores”, apunta Sader.
Un “Alckmin” en la manga
Para calmar los ánimos de los “dueños del PIB” y al mismo tiempo seducir al elector de centro, Lula cuenta con un as en la manga: trabaja para colocar como vicepresidente al exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, figura importante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el favorito de la élite económica.
Esa alianza aún no está cerrada y no acaba de gustar entre las filas más a la izquierda en el PT. Además, podría derivar en desavenencias internas por las posturas antagónicas de ambos, precisamente en economía. Alckmin tuvo una gestión claramente privatizadora y su entorno dejó caer que las palabras de Lula prometiendo acabar con la reforma laboral enfriaron las negociaciones para que sea su número dos.
Para Sader, la elección o no de Alckmin es algo simbólico, y el simple hecho de que se baraje su nombre (aunque al final no se concrete) ya sirve para lanzar un mensaje de tranquilidad: “No tiene ninguna importancia quién es el vice. Lula es tan fuerte que su vice no tendrá mucho peso; será alguien a su derecha, eso está claro”, resumió.