El geopolitólogo holandés-estadounidense Nicholas Spykman calificó al súper estratégico Mar Caribe —considerado el soft belly (bajo vientre) de EEUU— como el “Mar Mediterráneo” de Washington, donde confluyen los superfuegos —unos añejos, otros recientes— en las dos islas de Cuba y Haití, en el país centroamericano Nicaragua y en Venezuela, que ostenta una extensa costa en el “Gran Caribe”, que el estratega israelí-estadounidense, muy vinculado al Pentágono, Robert Kaplan califica como un país caribeño más que sudamericano.
La Administración Biden no ha podido recuperar el “Gran Caribe” que Robert Kaplan considera como el “verdadero poder geopolítico de EEUU”.
La diplomacia de EEUU se movilizó en forma acelerada todo el mes de junio con varias visitas a diferentes puntos de Centroamérica.
El Secretario de Estado Antony Blinken sostuvo una reunión con la SICA (Sistema de Integración de Centroamérica) en San José, con sus homólogos de Costa Rica, Guatemala, Belice, República Dominicana, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá y México(sic), cuyo motivo principal fue la disruptiva migración que pretenden paliar en forma monotemática con el demagógico “combate a la corrupción”.
Llama la atención la presencia de México que —aunque comporta una costa caribeña—, no es un país centroamericano propiamente dicho ni pertenece al formato SICA.
Seis días más tarde, la vicepresidenta Kamala Harris se apersonó a Guatemala y después a México en dos visitas que no arrojaron los dividendos que esperaba y por las que fue fustigada en forma acerba por tirios y troyanos en EEUU.
Ya como tercer periplo a la eruptiva región centroamericana a finales de mes -en su periplo a Paraguay, Panamá y El Salvador del 27 al 30 de junio, – la muy pugnaz y polémica SubSecretaria de Estado para Asuntos Políticos, la israelí-estadounidense Victoria Nuland encabezó una pletórica comitiva de varias agencias que incluyó a “representantes del Consejo de Seguridad Nacional (¡mega-sic!), del Departamento de Defensa y del Comando Sur”, lo que refleja la seria preocupación de los estrategas de EEUU que contemplan la erosión de la hegemonía de EEUU con su caduca Doctrina Monroe, su fallido “Consenso de Washington” y el desastre de su política financierista globalistaneoliberal que ha provocado estragos en toda la región que empieza a girar, en términos de la semántica política, del centro-izquierda hasta la izquierda tout court: desde Chile hasta Perú donde es inminente el ascenso oficial a la presidencia del marxista indígena Pedro Castillo —sin contar la revuelta de los millennials en Colombia, principal base militar de EEUU en toda Latinoamérica, y la frágil victoria del banquero neoliberal Guillermo Lasso en Ecuador, que no goza del apoyo de la mayoría de su Congreso.
La angustia, que no ansiedad, de la administración Biden en su conjunto se nota desde la frontera de EEUU con México —donde Trump y los republicanos explotan políticamente el fracaso de la política migratoria— hasta las perturbaciones geopolíticas en Latinoamérica que refleja Lara Jakes en el rotativo New York Times, muy cercano a la cúpula del Partido Demócrata: “los disturbios(sic) en Latinoamérica obligan a la Administración Biden a enfocarse en la región más ampliamente después de años de indiferencia(sic) de las administraciones previas”.
En realidad, EEUU nunca dejó de (con)centrarse en Latinoamérica, sino que más bien se consagró a aplicar políticas fallidas desde su militarización, tipo Colombia, hasta su imposición del decálogo globalista neoliberal del “Consenso de Washington”, cuyos defectos son más evidentes ahora con la nueva dinámica geoestratégica que epitomizan la resurrección de Rusia y el ascenso geoeconómico irresistible de China.
Lara Jakes rezuma y resume las perturbaciones geopolíticas en Cuba, Haití —donde los soldados colombianos que perpetraron el magnicidio del presidente Jovenel Moïse “recibieron entrenamiento del Pentágono”— y la revocación de visas por el Departamento de Estado a 100 políticos y jueces de Nicaragua.
A juicio de Lara Jakes, tales disturbios “presentan una crisis potencial en la vecindad” de EEUU con un “éxodo posible de haitianos, mientras la Administración Biden lucha con el brote de migrantes en la frontera sudoccidental” de EEUU.
El cómodo pretexto para el fracaso multifactorial y multidimensional de EEUU en Latinoamérica lo atribuye en forma muy simplista Patrick Ventrell, Director de la Política Centroamericana del Departamento de Estado, a la falta de democracia en la región.
Lara Jakes imputa el “declive de la influencia de EEUU en la región en la pasada década” conforme “Rusia y especialmente China ingresaron a financiar proyectos y a ofrecer apoyo político y otros incentivos” -lo que adelanté en mi libro de hace 9 años: “China Irrumpe en Latinoamérica: Dragón o Panda”.
Según Ryan Berg, del think tank CSIS, con sede en Washington, “China es ahora el principal socio en por lo menos 8(sic) países de Latinoamérica” cuando “19(sic) países en la región participan en el extenso proyecto de infraestructura e inversiones de Beijing” de la Ruta de la Seda (OBOR, por sus siglas en inglés).
Luego, Lara Jakes emprende una larga letanía donde expone los defectos de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Colombia, que carece de autocrítica de las administraciones pasadas de republicanos y demócratas, respecto a la depredadora explotación irrefrenable de Latinoamérica en su conjunto.
Con únicamente sus aburridas pontificaciones omniscientes e inmanentes sobre la triada cacofónica de libertad/democracia/derechos humanos —cuando paradójicamente en el seno mismo de EEUU se observa una grave crisis de sus instituciones y su implosión doméstica que la tienen al borde de una balcanización— difícilmente Washington va a recuperar su hegemonía perdida en Latinoamérica, donde también, desde el punto de vista geoestratégico, sus dos principales competidores Rusia y China aprovechan su miopía geopolítica.
Como se percibió durante todo el mes de junio, EEUU carece de imaginación creativa para paliar sus deficiencias e insuficiencias en Latinoamérica y con la inédita aparición de la muy pugnaz israelí-estadounidense Victoria Nuland —al unísono de su acoplamiento con la macabra “Lista Engel” de su correligionario de Brooklyn— quien operó toda la golpista reingeniería sociopolítica para defenestrar al presidente legítimo Yanukovych en Ucrania e instalar a Poroshenko en su lugar, mediante un financiamiento espurio de US$5,000 millones, no es nada improbable que aplique la misma técnica en Centroamérica, en específico, en el incandescente Triángulo Norte de Guatemala/Honduras/El Salvador.
Perturbó mucho que Victoria Nuland haya sido acompañada por “representantes” del Consejo Nacional de Seguridad y militares del Comando Sur y del Departamento de Defensa.
¿Se pretende militarizar el tema de la migración de carácter más humano?
No tendría sentido el magnicidio en Haití —8 días después a la visita de la “comitiva Nuland” a El Salvador— perpetrado por paramilitares colombianos entrenados por el Pentágono, en sincronía con las visitas de “integrantes” del Pentágono en Centroamérica, si Victoria Nuland no tuviese en su bolsillo la agenda crono-geopolítica de su “modelo ucraniano” en Centroamérica, en particular, y en Latinoamérica, en general.
Por cierto, las protestas “democráticas” en Cuba se escenificaron 12 días después a la parusía de Victoria Nuland a El Salvador.