MOSCÚ — España está en alerta por un posible desabastecimiento si persiste la huelga de transportistas que mantiene a miles de camiones parados en todo el país en protesta por la escalada de precios de los combustibles.
La Plataforma de Defensa del Sector del Transporte, organización convocante, manifestó en la noche del jueves que “debido al abandono que se transmite desde la administración hacia miles y miles de familias del transporte, seguirá con el paro de manera indefinida”.
Las empresas representadas en la Plataforma aseguran encontrarse en una situación económica de “quiebra total” por la subida de los carburantes y denuncian los costes de “explotación” a los que están sometidos sus servicios.
El Ministerio del Interior movilizó este 18 de marzo a más de 23.500 agentes de policía para bloquear a los piquetes, que desde el lunes tratan de impedir el acceso de transportistas a centros logísticos de todo el país, algunos empleando violencia contra conductores y camioneros.
El Gobierno rechaza la violencia
Las autoridades españolas insisten en que la iniciativa de los transportistas no se puede considerar una huelga ni un paro patronal, ya que no fue convocada ni secundada por el Comité Nacional del Transporte de Carretera, que consideran el legítimo representante del sector.
También atribuyen a grupos de “ultraderecha” algunas de las actuaciones de los últimos días contra transportistas que no apoyaron la huelga.
Se acusa a los piquetes de arrojar piedras contra los camiones, pinchar las ruedas de los vehículos y agredir a los compañeros que trabajan.
“Hay una parte de la extrema derecha que está alentando esas movilizaciones violentas, que son totalmente inadmisibles”, afirmó la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez.
Sánchez reconoció que la situación en las carreteras es “tensa y complicada” pero llamó a la “responsabilidad y tranquilidad” y aseguró que el Gobierno va a “garantizar la seguridad de los transportistas que quieran trabajar”.
Desde primera hora de la mañana se pudo observar cómo los agentes desplegados por Interior custodiaban decenas de camiones para protegerlos de las acciones de los piquetes y garantizar así las operaciones de transporte.
Miedo al desabastecimiento
La prioridad del Gobierno está en asegurar el correcto funcionamiento de la cadena de suministros, que ya comenzó a registrar afectaciones debido a la huelga.
Una de las primeras industrias golpeadas fue la de los lácteos, que se vio obligada a paralizar su actividad en gran parte del país por la interrupción de la llegada de materias primas.
“Se pone en riesgo el abastecimiento de productos nutricionalmente básicos en la alimentación de las personas como son la leche y los lácteos”, advirtió en un comunicado la Federación Nacional de Industrias Lácteas.
Desde la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas denunciaron “problemas de abastecimiento, tanto de materias primas como de otros suministros auxiliares necesarios para la producción”, así como “numerosos incidentes y acciones violentas” contra camiones, centros logísticos y de producción.
Ante este escenario, las principales patronales españolas CEOE y Cepyme emitieron un comunicado conjunto para condenar los “actos violentos y antidemocráticos” de bloqueo por parte de un sector “minoritario” del transporte, y advirtieron de las dificultades que este paro supone para el normal desarrollo de la actividad industrial, comercial y agroalimentaria del país.
Los empresarios exigieron a las autoridades españolas la puesta en marcha de ayudas “urgentes” para paliar el impacto del incremento del coste del gas natural y del gasóleo en la actividad de las empresas, y para minimizar también sus efectos sobre el transporte y la logística.
El clima en el sector del transporte lleva meses calentándose y vivió momentos de gran tensión en vísperas de Navidad, cuando las asociaciones amenazaron con un paro que no llegó a producirse gracias a un acuerdo con el Ejecutivo.
La situación actual es más complicada, porque no hay vías para negociar con el Gobierno, que rechaza sentarse en la mesa con “radicales” que utilizan la “violencia”.
Mientras, la inflación sigue escalando como consecuencia del conflicto en Ucrania, con su consecuente subida de los precios de combustibles y materias primas y todos los problemas que comporta para el tejido industrial.