Cuando el primer carro de combate israelí entro en la Franja de Gaza hace doce meses, la milicia del partido chií libanés Hezbolá comenzó a lanzar proyectiles contra el norte de Israel. El objetivo estaba claro: crear otro frente para obligar al Ejército israelí a diversificar sus esfuerzos militares. Las hostilidades entre ambos cumplirán un año el próximo 8 de octubre, aunque ha sido desde la semana pasada cuando la situación ha llegado a un punto límite, especialmente entre este viernes y sábado, cuando un ataque israelí ha acabado con la vida del líder militar y espiritual de la milicia libanesa, Hasán Nasralá.
Una oleada de explosiones que se atribuye al Mossad (el servicio de inteligencia israelí) en miles de aparatos de comunicación de militantes de Hezbolá y luego una serie de bombardeos dirigido contra comandantes de la formación han elevado las posibilidades de una guerra abierta que empeore la situación de la región.
Los ataques aéreos de Israel se han intensificado desde el lunes y ha dejado un millar de muertos y miles de heridos. Tanto el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant, como el propio primer ministro, Benjamin Netanyahu, han reiterado en los últimos días que la política de su país es clara y que “no pararán hasta alcanzar todos los objetivos”; aunque se abrieron este viernes a discutir la propuesta de alto el fuego mediada por EEUU y Francia, algo que poco después el propio Netanyahu disipó con su discurso en la sede de la ONU. Por su parte, el jefe del Mando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Ori Gordin, ya ha adelantado que están “plenamente preparados” para “una incursión y una operación terrestre” en Líbano y ha llamado a filas este miércoles a dos brigadas más de soldados reservistas para realizar “misiones operativas” en el norte del país.
Los pasos que está dando Israel son muy parecidos a los que realizó antes de comenzar la invasión de Gaza, aunque lo cierto es que en este caso se enfrenta a una milicia mejor preparada que controla parte del país. Después de la guerra civil del Líbano, que termino en los años noventa con quince años de conflicto, las distintas fuerzas políticas del país llegaron a una especie de acuerdo tácito donde cada formación confesional se dividía partes del territorio que desde entonces controlan de facto. Es por ello que Hezbolá tiene un elemento social muy importante, sobre todo en el sur y este del país, en algunos suburbios de Beirut y zonas de mayoría chií, donde cuenta con sus propios hospitales, colegios, supermercados, farmacias, etc.
“Hezbolá es un Estado dentro del Estado de Líbano, porque es un partido político pero tiene su propia milicia y por el número de sus miembros y las capacidades balísticas y armamentísticas que tiene es comparable a muchos ejércitos de la zona“, explica a 20minutos David Hernández, profesor y doctor en Relaciones Internacionales por la UCM experto en temas de Oriente y seguridad internacional.
Conocer las capacidades operativas actuales de Hezbolá es complicado tras lo ocurrido desde la semana pasada, reconoce Moussa Bourekba, investigador principal de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). La milicia “se encuentra en un momento en el que está desestabilizado y desorganizado en cuanto a sus comunicaciones internas. Además, Israel ha empezado a bombardear muchas zonas donde sostiene que se encuentra escondida la infraestructura militar”, agrega.
En 2017, el gobierno israelí calculaba el arsenal del grupo islamista en cerca de 150.000 cohetes situados en la frontera. Algunos cálculos de organizaciones internacionales lo elevan hasta los 200.000 entre misiles, cohetes y drones. En este año de conflicto se han lanzado miles de estos proyectiles y en muchas ocasiones han conseguido penetrar los sistemas de defensa antiaérea israelíes. El grupo recibe entrenamiento militar, armas y apoyo financiero de Irán, entre otros, aunque los expertos reconocen que el grupo no depende en la totalidad del régimen de los Ayatolás y que también cuentan con su agenda propia.
En cuanto a los miembros, el fallecido líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, cifraba en 2021 el número de combatientes en los 100.000, aunque algunos think tanks lo rebajan hasta los 50.000. “Hezbolá no es Hamás. Cuenta con muchos miembros con buena formación castrense. Buena parte de ellos han luchado en Siria, Yemen o Irák y están muy bien formados por la Guardia Revolucionaria iraní”, añade el profesor de la UCM.