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Internacional

El triunfo de Gustavo Petro en Colombia afianza el camino de la nueva izquierda latinoamericana

El líder colombiano se ha propuesto conformar un nuevo eje con el Chile de Boric, la Argentina de Fernández y el México de López Obrador

Gabriel Boric y Gustavo Petro durante la toma de posesión del presidente de Chile, el pasado 11 de marzo.Vídeo: REUTERS/AP

La victoria de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia trasciende los equilibrios del país andino y repercute en toda la región con un reajuste del eje progresista en América Latina. El resultado obtenido este domingo por el candidato y su número dos, Francia Márquez, afianza el camino de una nueva izquierda en el mapa geopolítico del subcontinente. Con los rasgos de cada liderazgo y las especificidades de cada ecosistema, Petro entra en club que integran el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el argentino Alberto Fernández y, desde hace unos meses, Gabriel Boric, el joven mandatario que frenó a la ultraderecha en Chile y al mismo tiempo dejó claro el abismo que lo separa del antiguo bloque bolivariano. A esa alianza se suman el boliviano Luis Arce y, con muchos más matices, el peruano Pedro Castillo. No obstante, para hablar de una consolidación de un frente progresista en Latinoamérica quizá sea todavía pronto. Los internacionalistas y los politólogos coinciden: habrá que esperar a las elecciones de Brasil.

El presidente electo de Colombia no solo ha logrado un hito histórico en su país, sino que tiene la intención de contribuir al proceso de revitalización de la integración latinoamericana. Se trata de un objetivo compartido con algunos de sus potenciales aliados, con López Obrador y Alberto Fernández a la cabeza. Eso se vio en la reciente Cumbre de la Américas celebrada en Los Ángeles, un foro que ratificó la distancia entre Estados Unidos y el resto del continente y en el que se escucharon incluso voces que piden la superación de la Organización de los Estados Americanos (OEA). “En la política exterior de Petro aparecen líneas estratégicas a las que todavía hay que ponerles mucho contenido”, valora la internacionalista Laura Gil, directora del portal La línea del medio. Una de ellas es precisamente una nueva inserción en América Latina, sin por ello sacrificar la relación privilegiada con Estados Unidos, explica.

Otra línea es el énfasis en una diplomacia en torno al cambio climático: “¿Cómo se le pone contenido a la afirmación ‘convertir a Colombia en una potencia mundial por la vida’? Toca sentarse a desgranarlo”. Añade que el propósito explícito de reiniciar las relaciones rotas con Venezuela no es solo por la urgencia de la coyuntura, se enmarca en “una política de buena vecindad que implica reconocer que pase lo que pase en Venezuela tenemos 2.200 kilómetros de frontera con ellos. Y que tenemos que jugar un papel en ayudar a resolver problemas, no profundizarlos”.

Estas prioridades dibujan un hilo que une Bogotá, Buenos Aires y Ciudad de México. En este último caso, Humberto Beck, profesor e investigador del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, ve un paralelismo entre el triunfo de Petro y la llegada al poder de López Obrador y su movimiento, Morena, en 2018. “Es un cambio histórico, porque eran los únicos dos grandes países de América Latina que no habían tenido un Gobierno de izquierda. Eso nos habla, en primer lugar, de un cambio estructural de los electorados”, razona. El presidente mexicano manifestó, después de la primera vuelta, su solidaridad con el candidato colombiano por los ataques de la derecha. Ese mensaje, que le costó un reproche del Gobierno saliente de Iván Duque, es la enésima demostración de un giro profundo en la estrategia diplomática del país norteamericano. López Obrador siempre defendió que “la mejor política exterior es la política interna”, pero hace meses cambió el rumbo.

“La victoria de Petro sin duda beneficia esta nueva estrategia política de México con la que el presidente busca proyectar su liderazgo como contrapeso a EE UU. No creo que esta retórica vaya a tener alguna consecuencia práctica o concreta, pero él sí quiere utilizar una plataforma regional como una palanca para reafirmarse”, continúa Beck. “Además, se ha dado cuenta de que mientras no gane Lula en Brasil él va a ser el líder de ese bloque. Y según se vayan sumando Gobiernos, va a ganar poder”. Para Francisco Abundis, director de la consultora Parametría, son especialmente significativas las afinidades electorales entre las dos figuras y su recorrido político. “Aunque quizá López Obrador nunca fue tan radical, nunca estuvo en una guerrilla, sí tiene un pasado de luchas sociales”, señala. Ambos construyeron su discurso como opositores que nunca se dieron por vencidos y el mandatario mexicano llevó algunas de esas características hasta la presidencia. Hay, “temas de personalidad que pueden tener algunas similitudes más allá de si finalmente alinean los actos y las decisiones de los dos Gobiernos”. Y eso sienta, en definitiva, una premisa para cierto entendimiento.

Sin embargo, esas ambiciones regionales, tanto de Petro, como de Alberto Fernández o López Obrador, pasan también por victoria de Lula en Brasil, matiza la internacionalista Sandra Borda. La académica se lanzó este año a la política de la mano del Nuevo Liberalismo pero se distanció del partido para anunciar que iba a votar por Petro en la segunda vuelta. ”Si uno se quiere perfilar como un líder regional y mover la integración regional en alguna dirección tiene que tener músculo diplomático, una cancillería fortísima; Itamaraty en Brasil es una cosa monstruosa, Colombia no tiene eso. No veo a Petro siendo el líder, lo veo sumándose con entusiasmo. Colombia no tiene tanto músculo diplomático”, apunta la autora de ¿Por qué somos tan parroquiales? Una breve historia internacional de Colombia.

“Si llegase a elegirse Lula en Brasil ya estaríamos hablando de un bloque progresista, democrático, que podría comenzar a retomar algunos de los temas de la agenda de la región que se habían comenzado a promover y desarrollar durante la llamada ola rosada de inicios de los 2000″, enfatiza Arlene Tickner, profesora de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, en Bogotá. Además de la centralidad de la integración latinoamericana y el respeto y promoción de derechos humanos, el medio ambiente atraviesa toda la agenda programática de Petro y adquirirá una importancia neurálgica en cualquier estrategia de política internacional, subraya. El nuevo Gobierno buscará convertir a Colombia en un protagonista en la defensa del medio ambiente y la promoción de economías limpias.

Beck coincide al resaltar que “el verdadero cambio importante en el mapa de América Latina se producirá si Lula llega a ser primero candidato y después a ganar”. En ese caso, el exmandatario volverá a tomar las riendas de ese eje, al menos desde el punto de vista simbólico, ya que la historia de Brasil demuestra que puede permitirse, si quiere, el lujo de vivir de espaldas al resto de la región. En cualquier caso, Lula se convertiría posiblemente en el principal referente de Petro en el tablero internacional. El futuro presidente de Colombia tratará de armar un gran bloque progresista latinoamericano, además, con López Obrador e incluso con Pedro Castillo, vaticina el analista Sergio Guzmán, de la consultora Colombia Risk Analysis. Eventualmente, podría chocar con Estados Unidos en el tema de la lucha contra las drogas y buscar mayor proximidad a Cuba, además del acercamiento con Venezuela.

“También veo una potencial mayor presencia de China en Colombia, debido a la muy precaria situación fiscal en la que queda el país, que necesitará algún tipo de acreedores”, advierte. Un plan que el gigante asiático ya aceleró durante el mandato de Duque ante el repliegue de los inversores estadounidenses y el espacio que Washington dejó vacío.

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