DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos — Dima Tutkov se siente seguro en una isla artificial a la orilla del golfo Pérsico.
No hay ninguna de las actitudes antirrusas de las que escucha hablar en Europa, no ha visto ni baches ni personas sintecho como los que vio en Los Ángeles y no tiene que preocuparse de que lo recluten para combatir en Ucrania aunque su agencia de publicidad obtenga grandes utilidades en Rusia.
“Hay mucha mayor libertad en Dubái, en todos sentidos”, nos comentó, luciendo una playera de diseñador con intrincadas rasgaduras, en un café que acaba de abrir en la ciudad, donde ahora sus hijos asisten a una escuela británica. “Somos independientes de Rusia”, aseveró. “Esto es muy importante”.
En medio de las vías peatonales del paseo marítimo de la ciudad, de los suntuosos centros comerciales y de las calles cerradas suburbanas, el idioma ruso se está convirtiendo en una lengua franca. Los oligarcas socializan en exclusivos centros turísticos, los restauranteros de Moscú y San Petersburgo se apresuran a abrir sus locales ahí. Los empresarios como Tutkov manejan sus empresas rusas desde Dubái y abren otras nuevas.