Las potencias de izquierda critican que Estados Unidos haya reconocido como ganador de las elecciones al líder opositor porque consideran que atrinchera más al chavismo
Las potencias de izquierda de América Latina, Colombia, México y Brasil, avanzan con cautela, pero sin detenerse, en un plan que logre una salida negociada para la crisis poselectoral de Venezuela. Los presidentes Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador y Luiz Inácio Lula da Silva conversaron este jueves durante más de una hora por videoconferencia y coincidieron en dos temas centrales: intensificar sus exigencias al chavismo para que entregue las actas de votación que cinco días después de los comicios ningún organismo oficial ha hecho público y propiciar una negociación directa entre el presidente Nicolás Maduro y el opositor Edmundo González sin el protagonismo de María Corina Machado. Tanto Colombia como México, sobre todo, hicieron énfasis en la necesidad de frenar cualquier escalada de violencia. Los tres países encargaron a sus cancilleres que dieran seguimiento a esta conversación y no se descarta una reunión de los tres en Venezuela los próximos días.
Los tres líderes consideran que hay que sentar a negociar de forma directa a Nicolás Maduro y a Edmundo González, los dos candidatos a las presidenciales. Ahí reside uno de los principales problemas. Quien ha acaparado todo el protagonismo y movilizado a la oposición en torno a una misma figura no ha sido González, sino María Corina Machado, inhabilitada por el chavismo para participar en esta elección. El problema, piensan los presidentes, es que el chavismo nunca aceptará sentarse en la misma mesa con Machado, a la que consideran una radical de extrema derecha y le van a pedir a la líder indiscutible de los antichavistas que ceda esa representación a Edmundo González, según fuentes implicadas en las conversaciones.
Esta petición no les resulta fuera de lugar. Edmundo González, argumentan, era el candidato oficial, el nombre que aparecía en las papeletas y, si se confirma que el chavismo cometió un fraude en las elecciones, como muestran las actas mostradas por la oposición, el ganador de las elecciones sería él.
Machado lo eligió como su sustituto cuando el Tribunal Superior de Justicia venezolano, controlado por Maduro, la inhabilitó. Con ese movimiento político-jurídico, en el Palacio de Miraflores, la sede del Gobierno venezolano, pensaban que se habían quitado el principal obstáculo para la reelección de Maduro en las elecciones presidenciales del domingo pasado, el 28 de julio. Machado, sin embargo, le cedió todo su capital político en campaña y juntos recorrieron todo el país, de la mano. En apenas días, un desconocido Edmundo se volvió viral.
Este viernes, el CNE, el órgano electoral, dio un segundo boletín en el que reafirmó la supuesta victoria de Maduro con el 51,9% por el 43,1% de Edmundo González, pero de nuevo no mostró ninguna prueba. Mientras, una página web de la oposición en la que ofrece un 81,7% de actas que, dicen, están verificadas, da una victoria a González por el 67%, frente al 30% de Maduro.
El momento en el que se verbalizó la necesidad de hacer a un lado a Machado fue el de mayor tensión. “Es lo más difícil de todo. La piedra en este proceso ahora mismo”, sostienen estas mismas fuentes. La tarea se le ha encargado a los diplomáticos colombianos, que son los que más relación tienen con la oposición venezolana. A la vez, hay que telefonear a Edmundo González y convencerle de que en estas negociaciones es la persona que debe estar al mando. El nombre de Machado siempre ha sido una línea roja para el chavismo. Los que elucubraban antes de las elecciones sobre la posibilidad de una victoria antichavista y el inicio a una transición pensaban que el chavismo se atornillaría en el poder si el plan era cedérselo a la líder opositora.
El primer paso, por lo tanto, es ese, convencer a Machado de que se mantenga en un papel discreto, en segundo plano. Si se consigue, que no se antoja fácil, el siguiente pasa por asegurarle a Maduro de que esta vía es más legítima que la judicial que plantea él con el TSJ. “Todo el mundo sabe que ese tribunal responde a Maduro, solo hay que ver la cara de la presidenta el día que le entregó Maduro la documentación. Lo que salga de ahí no tiene credibilidad”, explican los negociadores.
En las conversaciones se dio por hecho que México, a través de la canciller Alicia Bárcena, será quien se aproxime al chavismo, puesto que el país norteamericano ha mantenido contactos con el Gobierno de Venezuela durante los últimos años para garantizar las negociaciones que el chavismo y la oposición mantuvieron en México. A ello ayuda que la posición de López Obrador ha sido la más cauta de las tres. De hecho, López Obrador ha sido uno de los primeros en criticar la postura de Estados Unidos de reconocer como ganador de las elecciones a Edmundo González: “EE UU se está extralimitando con Venezuela. Es una imprudencia”, dijo López Obrador este viernes.
La declaración del secretario de Estado, Antony Blinken, en la que aseguró que hay “pruebas abrumadoras” del triunfo de la oposición y pidió que se iniciase un periodo de transición ha sido la primera piedra en la hoja de ruta que, horas antes, habían establecido los tres países. “No lo esperábamos. Complica mucho el diálogo con el chavismo”, cuentan los negociadores.
Petro, Lula y López Obrador querían avanzar sin esa presión extra de Washington. De todos modos, consideran que el matiz de que lo hayan declarado ganador de las elecciones, y no presidente, deja un margen de la negociación. La situación guarda diferencias con la de hace cuatro años, cuando Estados Unidos y decenas de países de la comunidad internacional reconocieron a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, en paralelo a Maduro.
El segundo hecho que alteró lo hablado fue la llamada del presidente de Chile, Gabriel Boric, a Petro. En Colombia pretendían manejar con discreción esa llamada, pero el presidente de Chile la hizo pública en Twitter. El chavismo enfureció al enterarse y durante un par de horas se abrió una pequeña crisis que se acabó resolviendo con llamadas conciliadoras entre Caracas y Bogotá, según las mismas fuentes conocedoras de estas conversaciones. Nada se derribó, nada quedó dañado de forma irreparable. El canal de comunicación sigue abierto. La idea de los presidentes es que lo hablado comience a concretarse lo antes posible, sin más demora. Sus asesores, cancilleres y diplomáticos ya están en ello. Son conscientes de que el futuro inmediato de Venezuela está en juego.
Los presidentes de las tres potencias gobernadas por la izquierda en América Latina conocen la enorme sensibilidad del chavismo, que puede echar abajo cualquier negociación, por un detalle mínimo. Tras la reunión, hicieron público un comunicado conjunto en el que pedían una verificación imparcial de los resultados que respete la soberanía popular emitida en las urnas. E hicieron “un llamado a los actores políticos y sociales a ejercer la máxima cautela y contención en sus manifestaciones y eventos públicos con el fin de evitar una escalada de episodios violentos”. Desde la madrugada del lunes, cuando se anunciaron los resultados, ha habido protestas en el país, que se han saldado con más de una docena de muertos y cientos de detenidos.
La posibilidad de organizar una reunión entre Edmundo González y Maduro está sobre la mesa. Se debate si el mejor lugar sería el Palacio de Miraflores o un sitio neutral. Miraflores está casi descartado por la actitud intimidatoria con la que Maduro a veces trata a sus visitantes, como pueden dar fe embajadores y dirigentes de otros países. En cualquier caso, no es un encuentro que debe llevarse a cabo en persona, que sea absolutamente necesario. No es fácil calcular si es mayor el riesgo que el beneficio.
En reflexiones internas del chavismo, de acuerdo a un dirigente del PSUV, el partido oficialista, se ha llegado a hablar de un acuerdo, con los militares como garantes, que garantice la no persecución judicial ni política de sus dirigentes. Petro llegó a decir que podría tratarse de una amnistía que alcanzara también a los opositores, como la que hizo España para dejar atrás el franquismo. La condición que pondrían, siempre de acuerdo a este cuadro del oficialismo, sería apartar a Machado, impedirle que asuma cualquier cargo en un nuevo Gobierno. Los que desconfían del chavismo piensan que esta es otra de sus tretas para dilatar una negociación y conseguir su objetivo último, seguir en el poder a cualquier precio. Si no fuese Machado, sostiene esta corriente, su argumento serían las sanciones, el terrorismo, una invasión extranjera o hasta Elon Musk, con quien Maduro intercambia insultos y amenazas estos días.
Fuente: El País