El hecho de que personajes del mundo jurídico hayan denunciado la posibilidad de un atentado contra el expresidente añade más tensión a una campaña ya candente
En el mundo político brasileño empieza a existir el temor de un posible atentado al expresidente Lula da Silva que aparece como el único candidato capaz de destronar al presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro. No se trata de simples rumores de las redes sociales. Han sido publicaciones de solvencia, como la revista Forum, quienes han publicado entrevistas a dos personajes de relieve en la vida pública en las que afirman sin medias tintas que la vida de Lula puede estar en peligro.
La periodista Daniela Pinheiro, del solvente portal Uol, ha entrevistado al exministro del Supremo Tribunal Federal (STF) Joaquim Barbosa. El magistrado que había sido nombrado para el cargo por el entonces presidente Lula se hizo popular por haber sido el relator del proceso del escándalo del mensalao, que llevó a la cárcel a toda la cúpula del Partido de los Trabajadores (PT). Hoy Barbosa es una figura respetada y a quien varios partidos han intentado en vano tenerlo como candidato a las presidenciales. En la entrevista, Barbosa afirma que no duda que Lula pueda ser asesinado durante la campaña electoral: “No lo dudo. Ellos son sanguinarios, no tienen límites”.
Junto con el popular exmagistrado, otra personalidad de peso, el exministro de Justicia Eugenio Aragón, hoy jurista de la campaña del PT, ha insistido en los mismos temores de Barbosa. En una entrevista al Jornal Forum afirma: “No podemos ser infantiles. Sabemos que la vida de Lula está en peligro. Sabemos que esas personas no juegan. Hay un millón de bolsonaristas armados hasta los dientes en unas elecciones que van a ser violentas”. Y añadió: “No podemos decir que el juego está ya ganado. Bolsonaro está lejos, muy lejos de estar derrotado”.
Quienes temen con la posibilidad de un atentado contra la vida de Lula, que aún ni es candidato oficial aunque aparece ganador en todos los sondeos, piensan que uno de los motivos de la extraña visita de Bolsonaro días atrás a Putin en Moscú, podría haber sido el pedir al líder soviético “ayuda” para usar las redes sociales a su favor en la campaña electoral. Algo parecido a lo que Rusia hizo con el candidato Trump en los Estados Unidos.
Que el PT teme realmente un posible atentado contra Lula ha quedado claro con la fuerte protección que, desde inicios de la campaña informal para las presidenciales, ha sido tomada ante un posible atentado. De hecho, Lula no ha asistido físicamente aún a ninguna manifestación pública. Todas sus intervenciones en Brasil se reducen a entrevistas en línea con los medios de comunicación. No se le ha visto aún echarse a la calle en manos de sus seguidores fieles como estuvo siempre acostumbrado. Y es una incógnita qué se podrá responder cuando, tras haber decidido pública y jurídicamente ser candidato, empiece seriamente la campaña electoral.
El hecho de que personajes de total solvencia del mundo jurídico como Barbosa y Aragón hayan querido denunciar sin medias palabras la posibilidad de un atentado contra la vida de Lula ha añadido más tensión si cabe al clima ya candente de una campaña electoral que en realidad ya ha iniciado y que se presenta llena de incógnitas y posibles sorpresas.
Todo ello está creando en el país un clima de escepticismo e inestabilidad política que no deja de afectar a los rumbos de una economía ya herida gravemente, con millones sin trabajo y pasando hambre. Mientras el presidente sigue armando a las personas, favoreciendo económicamente a los cuerpos de la policía y apoyándose cada día más en las fuerzas armadas. Los militares, aunque divididos, podrían en un momento de grave crisis y de la posibilidad de que pueda volver la izquierda al poder, colocarse al lado del capitán retirado que ya ha puesto a más de 6.000 militares en su Gobierno y en los ganglios del Estado.
Mientras tanto, el presidente sigue insistiendo un día sí y otro también en que las urnas electrónicas, usadas en Brasil en las elecciones desde hace más de 20 años y en las que fueron elegidos los últimos presidentes, incluidos él mismo, no son seguras y pueden ser manipuladas. En realidad con sus afirmaciones contra la seguridad de las urnas se está preparando para, en caso de una posible derrota, dar por nulo el resultado y organizar algún tipo de golpe autoritario. Y es ese el gran miedo de las fuerzas progresistas frente a unas elecciones en las que puede pasar de todo y sobre las que ninguno de los mayores analistas políticos se atreve a hacer profecías.