La UE acelera la búsqueda de socios alternativos comerciales en Latinoamérica y África para limitar la dependencia de Pekín
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto a varios líderes europeos, entre ellos, el presidente español, Pedro Sánchez (centro), y el canciller alemán, Olaf Scholz, este viernes en Bruselas.
La Unión Europea se plantea cómo afrontar sus dos grandes desafíos exteriores: por un lado, Rusia y su guerra en Ucrania; por otro, una China cada vez más asertiva. Con la escalada del conflicto desatado por Vladímir Putin hace ocho meses en su punto más peligroso y una oleada de ataques a las infraestructuras civiles ucranias, los Veintisiete buscan la fórmula para avanzar en el rechazo a Moscú. Con cada vez menos margen de maniobra en el terreno de las sanciones, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han amenazado este viernes a Bielorrusia con un nuevo paquete restrictivo si continúa permitiendo a las fuerzas de Putin atacar desde su territorio. Se trata de un aviso al régimen del autócrata Aleksandr Lukashenko, pero también una señal de que la UE teme que se abra un nuevo flanco en la invasión.
Por las malas, la UE ha aprendido la lección de Rusia y ahora recalibra su relación con China y, sobre todo, está poniendo sobre la mesa los riesgos de no adoptar una postura unificada ante Pekín. Desde 2019, China ha sido para la Unión, primero, un “socio estratégico”; después, competidor y, por último, rival sistémico. Ahora, cada vez hay más voces que reclaman rediseñar esa fórmula para enfatizar el papel de competidor de Pekín y avanzar hacia el objetivo de desprenderse de la dependencia económica del gigante asiático.
En ese esfuerzo conjunto de redefinición asoma, sin embargo, un posible escollo. Alemania está valorando dar el visto bueno a la entrada de capital chino en uno de los puertos europeos clave, el de Hamburgo. El Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz defiende el acuerdo para que la empresa estatal china Cosco se haga con el 35% de una de las tres terminales del puerto, el tercero por volumen de mercancías en Europa, lo que ha desatado una tormenta política en Berlín. Políticos de todas las formaciones advierten al canciller de que no se deben cometer los mismos errores que con Rusia, y menos con una infraestructura de esa importancia estratégica. Pero Berlín, a juzgar por las explicaciones que dio Scholz este viernes al término del Consejo Europeo en Bruselas, sigue priorizando la economía por encima de otras consideraciones.
“Ni una brisa” contra Berlín
El canciller tiene previsto visitar China —en el primer viaje de un líder europeo desde el que realizó el francés Emmanuel Macron en noviembre de 2019— a principios de noviembre con una nutrida representación de empresarios alemanes. Scholz desestimó las críticas que empiezan a afearle que Alemania vuelve a actuar por su cuenta, como ocurrió cuando anunció unilateralmente un paquete de 200.000 millones de euros de ayuda a hogares y empresas ante la crisis energética. “Ni una brisa”, replicó el canciller a una pregunta sobre si en la cita europea notó vientos en contra de Alemania.
“No hay ninguna voz relevante en Europa que defienda la desglobalización y el desacoplamiento”, aseveró Scholz. “Nadie dice que tengamos que salir de China, que no podamos exportar, invertir o importar más de China. Pero todos dicen, y yo también, que vivimos en un mundo cada vez más multipolar y que los países fuertes no debemos concentrarnos solo en unos pocos países”, agregó. El canciller alemán evocó la necesidad de “no poner todos los huevos en una cesta” y señaló el “consenso creciente” entre los países europeos de buscar otros posibles “buenos socios” en Asia, África y Sudamérica.
“Ahora estamos viendo cuán problemático es que dependamos tanto de la energía rusa. Rusia está usando la energía como arma contra Europa”, ha apuntado, por su parte, la primera ministra finlandesa, Sanna Marin. “Deberíamos debatir más sobre las dependencias europeas, especialmente cuando se trata de nuevas tecnologías o conocimientos”, ha comentado en Bruselas.
En el caso de China, supone una dependencia de componentes y materias primas. De ahí la importancia de diversificar, ha recalcado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una conferencia de prensa junto al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. En la lista de posibles socios están África, Asia y América Latina, una región, “importantísima”, ha incidido Michel. De hecho, la UE tratará de profundizar sus relaciones con América Latina durante el segundo semestre del año que viene, coincidiendo con la presidencia española de la UE, que actuará como faro. Se convocará, ha comentado el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la primera cumbre UE-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) desde 2015. China “es un competidor, pero también es un necesario colaborador en retos como el cambio climático”, ha puntualizado Sánchez.
Los jefes de Estado y de Gobierno, reunidos durante dos días en Bruselas, no han llegado a ninguna conclusión sobre el gigante asiático en un debate que este viernes se ha prolongado durante más de tres horas y en el que se les pidió a los líderes que dejaran sus teléfonos móviles fuera de la sala de discusión. Sin embargo, el debate estratégico, en vísperas de que el Partido Comunista Chino confirme un tercer mandato de Xi Jinping —con un férreo control del poder en Pekín—, simboliza la preocupación cada vez mayor en la UE sobre esa variable de China como rival sistémico. Crece también la preocupación sobre su apetito controlador en lo que considera su esfera de influencia y las vulneraciones de los derechos humanos.
“El presidente Xi continúa reforzando el curso asertivo y autosuficiente que China ha tomado”, ha señalado Von der Leyen en conferencia de prensa tras la cumbre. “La Unión Europea ha dejado claro que quiere ser un actor internacional influyente para defender los principios en los que creemos”, ha apuntado Michel.
El momento para repensar la vinculación con Pekín tal vez no suene demasiado idóneo para algunos, con la UE ocupada en otras guerras; fundamentalmente, en la de Rusia, la energética contra Europa y la armada contra Ucrania. Pero para los Veintisiete ambos desafíos discurren por vías paralelas. Y en algún momento había que sacar el tema. En la vía rusa, el dilema es cómo seguir ayudando a Ucrania, cuando una parte importante del dinero prometido para enviar a Kiev permanece congelado en el debate entre los Estados miembros de si debe computarse como préstamos (aunque sea a tantos años que sea inimaginable que se vayan a devolver) o subvenciones.
Fuente: El País