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Éxodo de migrantes haitianos: la crisis que sacude al continente americano

Oficiales montados de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. intentan contener a los migrantes, en su mayoría de Haití, mientras cruzan el Río Grande desde Ciudad Acuña, México, hacia Del Río, Texas, el 19 de septiembre de 2021. © Félix Márquez / AP

El drama de la población haitiana recorrió todo el continente durante este 2021. Miles de personas de esta nación que vivían en Brasil y Chile mayoritariamente decidieron emprender un camino de emigración hacia Estados Unidos que los llevó a enfrentarse a numerosos pasos fronterizos, peligros y a un rechazo final por parte de Estados Unidos; lo que ha acentuado aún más la pobreza extrema de la que huían.

Recorrer todo un continente con el objetivo de huir de la pobreza extrema. Ese es el dilema al que se han enfrentado miles de migrantes haitianos durante 2021. El éxodo masivo de esta población ha sido uno de los mayores en los últimos tiempos y ha afectado a numerosos países del sur al norte. En su camino se han topado con amenazas naturales, grupos armados, extorsiones, precariedad extrema y el rechazo final de Estados Unidos.

Pero el éxodo de haitianos es un movimiento migratorio con unas características muy determinadas que lo diferencian de otros como el de venezolanos y hondureños. Para entenderlo hay que remontarse al 12 de enero del año 2010, un día que está marcado en la memoria de todos los haitianos como uno de los más fatídicos de su historia. En esa fecha se registró el gran terremoto que devastó una gran parte de la nación caribeña y que obligó a miles de personas que lo habían perdido todo a huir hacia países como Chile o Brasil.

Decenas de miles de haitianos eligieron estos destinos debido a la relativa facilidad administrativa que otorgaban para la época y a que son dos de las economías más sólidas de la región. En términos macroeconómicos, Chile es un referente en América Latina y Brasil para 2010 era un gigante en constante crecimiento que requería de numerosa mano de obra para realizar infraestructuras de cara al Mundial de Fútbol de 2014 y a las Olimpiadas de Río de 2016.

Pero la realidad de estos haitianos pronto encontró una cara muy amarga. La mayoría de estas personas nunca pudieron encontrar una vida digna, un empleo de calidad y una estabilidad en estas naciones. En muchos casos se vieron forzados a realizar los trabajos peor remunerados y más sacrificados y apenas contaron con un apoyo institucional.

A esto, Sandra Gil, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, afirma que “hay que añadir el gran rechazo que han experimentado estas comunidades por parte de sectores importantes de la sociedad en países como Chile”. La comunidad haitiana es la tercera en esta nación, solamente por detrás de la venezolana y la peruana.

Sibylla Brodzinsky, vocera y miembro de la Agencia de la ONU para Refugiados ACNUR, añade que a estos factores se suman las crisis actuales que sufre Haití. “Aunque el asesinato de Jovenel Moïse o el terremoto de julio de 2021 no hayan afectado directamente a estas poblaciones que ya vivían en el extranjero, sí que lo han hecho a familiares que todavía residen en Haití. La necesidad creciente de estos hace que las personas se vean obligadas a desplazarse en busca de más ganancias por su trabajo que puedan enviar a Haití”.

La pandemia catapultó la huida al norte

Pero su mala situación llegó a empeorar. La llegada de la pandemia al continente latinoamericano trajo consigo cierres y una profunda crisis macroeconómica que afectó a diferentes sectores de economías. En estas coyunturas, las personas más afectadas son siempre las que están menos protegidas: las que trabajan sin una protección laboral o incluso sin un contrato. La informalidad fue la más afectada durante los confinamientos y trajo mucha hambre a estos trabajadores y sus familias.

Chile y Brasil fueron los países principales de salida de los migrantes haitianos hacia Estados Unidos. En este mapa se aprecia su recorrido hasta la frontera sur del país norteamericano.
Chile y Brasil fueron los países principales de salida de los migrantes haitianos hacia Estados Unidos. En este mapa se aprecia su recorrido hasta la frontera sur del país norteamericano. © France 24

Este conjunto de situaciones hizo que miles de ellos decidieran probar suerte partiendo hacia Estados Unidos y Canadá en búsqueda de una vida mejor. Por lo tanto, la migración haitiana tiene la peculiaridad de que no se da desde su país de origen, sino desde terceros. Esta migración estuvo produciéndose durante años de forma silenciosa, pero en 2021 se dieron los factores que aceleraron una explosión migratoria que se pudo percibir de primera mano en la localidad colombiana de Necoclí, junto a la frontera panameña.

Aquí se concentraron durante semanas miles de migrantes a la espera de poder embarcar con rumbo al Tapón del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá. Esta región tiene la peculiaridad de ser muy complicada geográficamente, inhóspita y de contar con la presencia de grupos armados que extorsionan a los migrantes.

Archivo: Varados más de 10.000 migrantes en la población colombiana de Necoclí

Lo vivido en Necoclí desbordó completamente a esta pequeña localidad caribeña. Las autoridades tuvieron que atender a miles de haitianos, en muchos casos menores, que venían sin prácticamente nada y con cuadros médicos complejos en muchos de los casos. Estas personas organizaron campamentos improvisados en las playas donde las condiciones higiénicas y de seguridad eran muy limitadas.

Como indica la profesora Gil, el recorrido de estas personas por Sudamérica es “largo, pero relativamente tranquilo, la situación se empieza a complicar una vez llegan al Tapón del Darién”.

Para entender lo vivido en este 2021 no hay más que poner el foco en los datos de ACNUR suministrados a France 24 por medio de Brodzinsky. En todo 2020, unas 8.500 personas atravesaron este paso, pero hasta octubre de 2021 las cifras son de 191.000, de los cuales en torno al 90% son haitianos. Un incremento “gigantesco” que categoriza la magnitud de esta crisis.

Un viaje cargado de peligros

El Tapón del Darién quizá represente el máximo exponente de los riesgos a los que estas personas se enfrentaron con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Como relata Brodzinsky a este medio, miembros de ACNUR observaron desde Panamá cómo las personas que lograban salir de la frondosa selva salían con “cuadros de deshidratación, hambrientos y, en muchos casos, habían sufrido robos”.

La vocera de ACNUR asegura que actualmente “se desconoce el número de personas que han podido fallecer en ese trayecto o que están desaparecidas”, pero afirma que los testimonios de muchos migrantes corroboraban que era “habitual” ver cadáveres de personas en medio de la selva.

Las mujeres haitianas que atravesaron este paso corrían el peligro de ser violadas. Brodzinsky afirma que estas situaciones fueron “un hecho” y que “dependían especialmente de los caminos que se tomasen dentro del Darién”. Actualmente, organismos estatales panameños como la Defensoría y la Fiscalía están tomando declaraciones a mujeres para reconstruir los hechos de lo sucedido.

Los migrantes cruzan el río Acandi en su viaje hacia el norte, cerca de Acandi, Colombia, el 15 de septiembre de 2021. Los migrantes, en su mayoría haitianos, se dirigen a cruzar el tapón del Darién desde Colombia hacia Panamá y sueñan con llegar a Estados Unidos.
Los migrantes cruzan el río Acandi en su viaje hacia el norte, cerca de Acandi, Colombia, el 15 de septiembre de 2021. Los migrantes, en su mayoría haitianos, se dirigen a cruzar el tapón del Darién desde Colombia hacia Panamá y sueñan con llegar a Estados Unidos. © Fernando Vergara / AP

El porqué estas personas decidieron aventurarse a realizar estos recorridos tan largos y peligrosos para llegar a Estados Unidos sigue teniendo, en cierta manera, una respuesta ambigua. En muchos de los casos puede deducirse que la desinformación jugo un papel clave en varios aspectos para estos migrantes.

Primero, la desinformación en torno a la longitud, dureza y peligrosidad del recorrido, que muchos asumían sin ser plenamente conscientes de lo que ello implicaba. El segundo puede girar en torno al anuncio estadounidense en mayo de 2021 de la aplicación del estatus de protección temporal a migrantes haitianos que ya estuvieran en suelo estadounidense.

Este último punto es clave. Esa protección solo aplicaba para los que ya estuvieran en Estados, no para los que iban camino, pero algunos de ellos podrían haber malinterpretado esto, según confirma Brodzinsky.

El rechazo de Estados Unidos deja la crisis abierta

Aquellos que lograron salvar estos peligros se adentraron en un recorrido por todo Centroamérica y México que los sumó a las caravanas de otros migrantes, como los hondureños. La situación desató que para septiembre de este año, miles de migrantes decidieran acampar al borde de la frontera sur de Estados Unidos. Las imágenes de desesperación que acompañaron a los migrantes durante estos días dieron la vuelta al mundo, al igual que el trato que les dieron las autoridades fronterizas.

Estados Unidos denegó sistemáticamente el asilo a estas personas, que decidieron instalarse en un macrocampamento debajo de un puente de la frontera. Todos los que intentaban entrar a territorio estadounidense eran automáticamente devueltos, protagonizándose escenas de auténtica tensión que propiciaron la condena internacional.

Después de semanas, las deportaciones a Haití para aquellos que habían cruzado la frontera de Estados Unidos comenzaron. Para Sandra Gil, “la crisis migratoria protagonizada por los migrantes haitianos puso en problemas a la Administración Biden, que tenía una fuerte presión por parte de toda la bancada republicana e incluso miembros de su partido, por lo que el comienzo de las deportaciones se puede interpretar por eso.

Migrantes haitianos cruzando el río Bravo desde Del Rio, Texas, hasta Ciudad Acuña, México, el 19 de septiembre de 2021, para evitar la deportación a Haití desde los EE. UU.
Migrantes haitianos cruzando el río Bravo desde Del Rio, Texas, hasta Ciudad Acuña, México, el 19 de septiembre de 2021, para evitar la deportación a Haití desde los EE. UU. © Félix Márquez / AP

Cientos de personas fueron devueltas durante esos días a Puerto Príncipe. Esto suponía el final de un viaje en busca de una vida mejor que para muchos había comenzado en 2010. La mayoría de estas personas lo hicieron devastadas por tener que volver a un país con una crisis política, económica, social y de seguridad estructural. Haití lleva años siendo la nación más pobre del hemisferio occidental.

Para los que evitaron la deportación a su país de origen, la única salida factible a su situación es México. Brodzinsky destaca el papel de este país latinoamericano que en los últimos años “ha pasado de ser un emisor de migrantes o territorio de paso a ser uno de los mayores receptores debido al endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos”.

Las claves de por qué estas miles de personas pueden intentar quedarse en México hasta que les surja una oportunidad en Estados Unidos están en que este país tiene un reconocimiento amplio del asilo bajo la Declaración de Cartagena, algo podría permitir instalarse a estas personas.

La duda ahora está en si podrán lograr en México lo que no consiguieron en Brasil y Chile: cierta estabilidad y un lugar en el que puedan asentarse con tranquilidad para desarrollar sus vidas. En cuanto al flujo migratorio, está por ver si en este 2022 se retoma, ya que todavía hay una cantidad considerable de haitianos en Chile, Brasil y otros países latinos. En los últimos meses, el tránsito ha disminuido notablemente pero su futuro también dependerá, en gran parte, de las políticas migratorias de Estados Unidos y de las condiciones en las que estas personas vivan en los terceros países.

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