El objetivo era lograr que el 30% de la superficie de alta mar o aguas internacionales esté protegida en 2030. Será necesaria una nueva ronda de diálogo para intentar cerrar un acuerdo antes de fin de año
El Pacífico encierra una masa de plástico de mayor tamaño que la superficie de Francia. Los océanos aportan casi el 50% del oxígeno que necesita la humanidad, pero reciben a cambio ocho millones de toneladas de plásticos al año, por no hablar de otros detritus, más la polución generada por el tráfico marítimo. El cambio climático amenaza con desbordarlos: el aumento del nivel del mar lamina el futuro de los países ribereños, sobre todo de aquellos en vías de desarrollo. Pero ninguno de estos argumentos, ni siquiera la suma de todos ellos, han movido a la acción a los participantes en la conferencia de los océanos que este viernes ha concluido en la sede de la ONU en Nueva York sin acuerdo, tras dos semanas de trabajos. Los intereses de algunos participantes han impedido cerrar el esperado acuerdo de un Tratado Global de los Océanos, para proteger las aguas internacionales, o alta mar, que comprenden casi la mitad del planeta. No obstante, según los participantes en la reunión, en las últimas 48 horas se han dado pasos hacia adelante y “se está más cerca que nunca de la meta”, en palabras de Rena Lee, presidenta de la conferencia.
Con especial protagonismo de la High Ambition Coalition (Coalición de Alta Ambición), un foro político de alto nivel formado por 50 miembros, entre ellos la UE y España, la comunidad internacional ha intentado avanzar hacia el “objetivo 30×30″: la protección jurídica del 30% de los océanos para 2030. Pero grandes intereses económicos en juego han torpeado el acuerdo final. Las industrias farmacéuticas y químicas priorizan el descubrimiento y explotación de los recursos genéticos marinos, especies marinas, algunas descubiertas y otras no, que proporcionarán genes patentables en el futuro para nuevos fármacos o cosméticos. Organizaciones como Greenpeace denuncian el fracaso de la iniciativa, “por la codicia de los países de la coalición y de otros como Canadá y Estados Unidos”.
Las negociaciones quedan pues en suspenso, a la espera de una nueva ronda, o una sesión especial de emergencia para desbloquear el impasse. La imperiosa necesidad de proteger 11 millones de kilómetros cuadrados de océano hasta 2030, la escala que los científicos consideran necesaria, pasa por alcanzar un tratado global sin demoras, en lo que queda de año, recuerda Greenpeace, que ha asistido a la conferencia de Nueva York. “Los océanos sostienen toda la vida en la Tierra, pero después de dos semanas, la autoproclamada High Ambition Coalition no ha mostrado suficiente ambición o urgencia hasta las últimas horas. Como resultado, no han podido cerrar un Tratado Global del Océano sólido que pueda proteger la alta mar. Prometieron un tratado en 2022, y el tiempo casi se acaba. No son los únicos responsables, otros países han sido obstruccionistas deliberadamente, pero la falta de acuerdo pone en peligro los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de miles de millones de personas en todo el mundo”, resume Laura Meller, de la campaña Protege los océanos de Greenpeace.
Mientras las islas del Pacífico y países del Caribe, en primera línea del cambio climático, empujaban para cerrar el acuerdo, el norte global, incluidos EE UU, Canadá y Rusia, sólo ha empezado a alcanzar compromisos a última hora, cuando se hizo evidente que el acuerdo podía colapsar, recuerda Greenpeace.
“La High Ambition Coalition ha fracasado por completo, debería llamarse la Coalición Sin Ambición. Se han obsesionado con hipotéticas ganancias económicas futuras, socavando todos los demás avances logrados en estas conversaciones. A menos que los ministros descuelguen hoy [por este viernes] con urgencia sus teléfonos y hablen con sus homólogos para llegar a un acuerdo, este proceso fracasará en 48 horas”, advertía el jueves en Nueva York Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace. La última sesión, celebrada este viernes, se ha prolongado hasta bien entrada la noche.
De poco han valido las advertencias de António Guterres, secretario general de la ONU, hace apenas dos meses, en Lisboa, cuando representantes de 142 países participaron en la Conferencia sobre los Océanos de la ONU, organizada por Portugal y Kenia. Guterres alertó entonces de que el “egoísmo” de algunos países estaba obstaculizando el progreso en las conversaciones, que se desarrollan, primero informalmente y luego a través de cauces institucionales, desde hace una quincena de años. “Protegiendo los océanos, estamos luchando contra el cambio climático. Lamentablemente, estamos ante una emergencia de los océanos. Hay que cambiar la marea”, dijo, apremiando a la comunidad internacional. A diferencia de la cita de Lisboa, sin carácter ejecutivo, de la reunión de Nueva York sí se esperaban medidas concretas.
Uno de los puntos más discutidos se refiere al reparto de los posibles beneficios derivados de la explotación de los recursos genéticos de alta mar, donde las industrias farmacéuticas, químicas y cosméticas esperan descubrir y patentar moléculas milagrosas. El acuerdo del Tratado incluye la consideración de los recursos genéticos marinos (MGR) en áreas más allá de jurisdicción nacional, incluida la forma de compartir los beneficios y promover la investigación científica marina mientras se desarrolla la capacidad de los Estados en desarrollo en ciencia y tecnología.
Los océanos enfrentan otros muchos problemas: la pesquería ilegal, la pérdida de hábitats, la contaminación por el tráfico marítimo o la actividad marina para extraer gas o petróleo. Varias organizaciones han solicitado una moratoria global a las prospecciones a la espera de conocer su impacto ambiental, así como las medidas para reducirlo. Buena parte de la población mundial depende de la salud de los océanos para su sustento y supervivencia.
“Estamos tristes y enojados. Miles de millones de personas dependen de unos océanos sanos, y los líderes mundiales les están fallando. Ahora parece que proteger el 30% de los océanos del mundo será imposible. La comunidad científica señala que este es el mínimo absoluto necesario para proteger los océanos, y el fracaso de estas conversaciones pondrá en peligro el sustento y la seguridad alimentaria de miles de millones de personas. Estamos más que decepcionadas”, subrayaba Marcos.