El político ultraliberal fue portero de fútbol y cantante de rock antes de decantarse por la economía. Propone dolarizar el país, derogar el aborto y está a favor de la libre venta de órganos
Javier Milei (Buenos Aires, 52 años) ha logrado con la política argentina la fama que le fue esquiva en la adolescencia con el fútbol y el rock. Enfundado en una chaqueta de cuero y con su icónica melena (des)peinada por “la mano invisible del mercado”, el candidato ultra a la presidencia se dio un baño de masas el miércoles en el cierre de la campaña electoral. Mientras de la pantalla emergía un león en llamas entre bombas y escenas de destrucción, Milei se abría paso entre el público para subir al escenario y cantar enfebrecido: “Yo soy el rey de un mundo perdido”. El León ha capitalizado como nadie el hartazgo de los argentinos por sucesivas crisis económicas y una inflación de tres dígitos que les vacía los bolsillos. Encontró un culpable de la decadencia del país: la casta —integrada, según él, por políticos, empresarios, sindicalistas y periodistas—. Y le dedicó un grito de guerra que enciende sus mítines: “La casta tiene miedo”. Este líder populista fue el candidato más votado en las elecciones primarias de agosto y es el favorito en las generales de este domingo.
Sobre el escenario, el candidato de La Libertad Avanza parece a ratos el líder de una hinchada futbolística dispuesto a patear a esa casta a la que tacha de “parasitaria, chorra [ladrona] e inútil”; en otros, se asemeja más a un predicador mesiánico que anuncia un viejo mundo nuevo —con raíces en el siglo XIX— en el que Argentina no tendrá pesos sino dólares y un Estado liberal reducido a su mínima expresión. En los debates televisivos, con gafas y un tono más pausado, da más bien la imagen de un profesor visionario que quiere convencer a los alumnos de que Argentina puede ser Estados Unidos si le dan 35 años.
No todos sus votantes suscriben por completo un polémico programa que incluye poner fin a la gratuidad de la educación pública, desregular el mercado de armas de fuego y flexibilizar las leyes laborales. O propuestas como la libre venta de órganos y la derogación de la ley del aborto. Los une que quieren un cambio y lo quieren ya. “Que se vayan todos”, cantan sus seguidores y Milei los arenga con el pecho inflado y las manos en alto: “Que no quede ni uno solo”. Su biógrafo no autorizado, Juan Luis González, autor de El loco, cuenta que “estar en el centro de atención de cualquier situación sin la necesidad de entablar un diálogo de ida y vuelta con los presentes sigue siendo el lugar en el que más cómodo se siente”. Ya era así cuando en 1983, en vísperas del regreso del país a la democracia, un Milei adolescente bailaba como su idolatrado Mick Jagger en el patio del colegio Cardenal Copello. Años después, formó una banda tributo de The Rolling Stones, Everest.
Javier Gerardo Milei nació en Buenos Aires el 22 de octubre de 1970. El domingo, el día de las elecciones generales, cumplirá 53 años. Su popularidad actual contrasta con una infancia solitaria y violenta. Hijo de un chofer de autobús que terminó siendo dueño de una empresa de transporte y de un ama de casa, Milei fue criado entre golpes, humillaciones y abusos verbales. Hubo una paliza que le dejó huella: en 1982, cuando comenzó la Guerra de Malvinas, dijo en voz alta frente al televisor de casa que aquello iba a terminar mal. El comentario indignó a su padre, que comenzó a golpearlo con una violencia salvaje. Su hermana Karina, testigo del ataque, sufrió un shock y la llevaron al hospital. “Tu hermana está así por culpa tuya, si se muere es culpa tuya”, le dijo su madre. De adulto cortó todo vínculo con ellos durante más de una década. “Mis padres para mí no existen”, decía sin inmutarse en sus primeras apariciones televisivas. Durante la pandemia retomó el contacto con ellos, pero están fuera de su estrecho círculo de confianza.
Milei habla poco de su vida privada. Nunca se casó ni tiene hijos. Su familia está integrada por su hermana Karina, a la que llama El Jefe y que es también la máxima autoridad de su campaña, y por sus “hijos de cuatro patas”: Murray, Milton, Robert y Lucas, bautizados así por sus economistas favoritos. Son clones de Conan, el perro mastín que adoraba y falleció en 2017. La muerte no cortó la comunicación entre Conan y él: se hablan a través de una médium, según González.
Noviazgo con la imitadora de Kirchner
Tras su victoria en las primarias, la vida sentimental del candidato dio un vuelco: comenzó un romance con la actriz Fátima Flores, conocida por ser la imitadora de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en televisión.
“Son raros ustedes, ¿eh?”, les dijo la veterana conductora televisiva Mirtha Legrand cuando los invitó a compartir su mesa. La pareja intercambiaba corazones y piropos delante de ella.
En la conversación con Legrand, no se mencionó el pasado del candidato, que había revelado en charlas previas que era gurú de sexo tántrico y lo apodaban “vaca mala” porque no eyaculaba más que una vez cada tres meses.
Sus compañeros de juventud lo recuerdan como un niño retraído, al que no le gustaba demasiado socializar y al que nunca le conocieron una novia. Hubiese podido ser víctima de acoso escolar, pero se salvó por los raptos de furia descontrolada que aún hoy le caracterizan. Si alguien se pasaba de la raya no dudaba en plantarle cara. Hoy sigue igual. Milei gritó a una fotógrafa de EL PAÍS cuando le pidió que sonriera para los retratos que le estaba haciendo antes de la entrevista con este diario, y ha atacado verbalmente también a periodistas y panelistas de televisión, en muchos casos mujeres, sin pedir perdón ni mostrarse arrepentido después.
Ese carácter iracundo hizo que en el colegio lo apodaran El Loco, un sobrenombre que también usaban sus compañeros de fútbol en los clubes en los que jugó de portero: Chacarita Juniors y San Lorenzo. “Igual como es en la vida era de arquero. Se tiraba para todos lados, no le importaba nada. Era de esos tipos fuertes, grandote, medio loco”, lo recuerda en el portal Infobae el exfutbolista Gabriel Bonomi, integrante del equipo de Chacarita en el que jugaba Milei.
“Nuestro enemigo es el Estado”
Durante la última hiperinflación de Argentina, a finales de los ochenta, cambió los botines por los libros de economía. Se licenció en Economía en la Universidad de Belgrano, donde después fue también docente, e hizo posgrados en el Instituto de Desarrollo Económico y en la Universidad Torcuato di Tella. Estudió a fondo las ideas de John Maynard Keynes para después repudiarlas. Como liberal, rechaza cualquier intervención del Estado en el mercado.
—Si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia. Porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente. Y, sobre todas las cosas, la mafia compite.
Era 2020. Esas declaraciones de Milei provocaron una gran polémica, pero no han sido la peor definición del candidato sobre el Estado. ”Tenemos que darnos cuenta quién es nuestro verdadero enemigo. Nuestro verdadero enemigo es el Estado. El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, había declarado un año antes, cuando aún no estaba en política.
Por esa época, Milei se presentó en un festival de cosplayers en Buenos Aires disfrazado de General AnCap (anarcocapitalista) con un antifaz y un tridente. “Vengo de Liberland”, anunció a los presentes, un país “donde nadie paga impuestos”. “Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos”, proclamó. Cuatro años después, ese superhéroe llegado de un país de ficción compite por la presidencia de Argentina, con ventaja frente a sus principales rivales, el peronista Sergio Massa y la conservadora Patricia Bullrich.
De la televisión a la política
En el campo laboral, Milei alternó durante años la docencia universitaria con trabajos como economista. Fue asesor del general Antonio Bussi, quien había sido gobernador de la provincia norteña de Tucumán en dictadura y repitió cargo de nuevo ya en democracia; economista jefe de la Fundación Acordar del excandidato presidencial Daniel Scioli y ejecutivo de riesgos de inversión en la Corporación América, un conglomerado de empresas encabezado por Eduardo Eurnekián, uno de los hombres más ricos de Argentina. Una de ellas es América TV, la televisión en la que debutó Milei en 2016 y que lo catapultó al estrellato mediático, primero, y al político después.
Fuentes de ese gigante empresarial destacan la agudeza de Milei a la hora de hacer proyecciones financieras a largo plazo, pero también las dificultades que tenía para pasarlas de la teoría a la práctica. Se les quedó grabado además la facilidad con la que perdía los nervios cuando alguien le llevaba la contraria. “Hizo algunos análisis brillantes, pero si alguien lo contradecía lo podía callar diciendo ‘callate, burro’ sin ningún problema”, recuerdan.
Ese temperamento explosivo ahuyenta a algunos votantes, pero atrae a otros que aplauden que se atreva a decir lo que muchos piensan, pero callan. Es el caso de varones jóvenes y adultos que ante el avance del feminismo se sintieron amenazados en los últimos años. Unos, por miedo a la cancelación ante denuncias por acoso callejero, educativo y laboral. Otros, por la conquista de espacios de poder por parte de mujeres y diversidades sexuales gracias a los sistemas de cupos laborales. “Yo no pienso pedir perdón por tener pene”, ha dicho varias veces Milei. El candidato anticipa que de llegar a la Casa Rosada eliminará el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades y derogará leyes como la del aborto y la de educación sexual integral, entre otras. El feminismo se ha movilizado para frenarlo en las urnas.
En campaña, sus zarpazos verbales han sido denunciados en los tribunales. Bullrich lo acusó de injurias y calumnias por haberla llamado “asesina”; el Gobierno, de fogonear la devaluación del peso a la caza de votos. La justicia lo investigaba ya por la supuesta venta de candidaturas de La Libertad Avanza al mejor postor.
Vínculo con Vox
Milei fue elegido diputado en 2021 junto a Victoria Villarruel, quien es hoy candidata a vicepresidenta y tendrá a cargo las carteras de Seguridad y Defensa si llega al poder. El gran recorte estatal que planea —y que simboliza con una motosierra copiada al republicano estadounidense Rand Paul— exceptúa a esos ministerios. Villarruel, integrante de la familia militar y negacionista de la dictadura argentina, ha anticipado que ampliará su presupuesto.
Es una alianza ventajosa para ambos: Milei atrae a votantes descontentos con las políticas económicas y Villarruel suma a los que se identifican con valores de extrema derecha, como antiabortistas y opositores a las demandas territoriales de las comunidades indígenas y a los derechos de las diversidades sexuales. Villarruel lo ayudó también a tejer alianzas con la ultraderecha mundial, en especial con el partido español Vox. Este domingo, en el búnker de La Libertad Avanza habrá integrantes de la formación liderada por Santiago Abascal y también el hijo del expresidente brasileño Jair Bolsonaro, Eduardo.
Milei es católico, pero el mayor cortocircuito con los fieles de esta Iglesia es su conflictiva relación con el papa Francisco. Tras haberlo tildado de “imbécil” y de “representante del maligno en la Tierra”, lo acusó unas semanas atrás de tener “afinidad por comunistas asesinos” y de violar los 10 mandamientos al defender la justicia social. Su padre ideológico, Alberto Benegas Lynch, pidió en el acto de cierre de campaña de Milei romper relaciones con el Vaticano mientras el argentino siga al frente.
Este candidato populista presenta la democracia argentina como un desierto de 40 años. Él se ve al final de ese largo camino como el exterminador de la inflación, como el dueño de “la única solución” para hacer de Argentina una potencia.
Tiene en contra a gran parte de la política tradicional, pero también a muchos economistas —que advierten que Argentina no tiene dólares suficientes ni acceso a crédito para dolarizarse— y a grandes empresarios. A finales de agosto, su discurso en el Council of Americas fue recibido con un silencio gélido, a diferencia de los aplausos que cosechó Bullrich. Hace dos semanas, decidió plantar a los organizadores del Coloquio Idea, el principal foro empresarial del país, y organizó un almuerzo paralelo con casi un centenar de ellos. Uno de los que se presentó fue el expresidente del banco HSBC, Gabriel Martino, quien había formado parte del equipo del alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. “Vos sos de Larreta”, le dijo al reconocerlo, un gesto criticado después por colegas de Martino. “Fue innecesario, a cuenta de nada. Te quedás pensando cómo actuará como presidente en un caso así y es inevitable pensar en listas negras”, murmuró uno de los presentes.
Milei comparte con el expresidente Carlos Menem la voluntad de privatizar las empresas públicas y reducir el gasto estatal, pero su trato a los opositores está en las antípodas. Menem, un encantador de serpientes, buscaba atraerlos a su bando; Milei, en cambio, dinamita puentes. “Menem le hubiera dado la bienvenida con un abrazo”, dijo otro empresario a raíz del desplante del candidato al banquero. En el cierre de campaña del viernes volvió a mostrar su desprecio a quienes piensan distinto. “Hay gente que no quiere cambiar, que no nos voten, porque no nos interesan. Que se queden con el fracaso y la decadencia”, proclamó. Su discurso es a todo o nada. Solo le servirá si gana en primera vuelta.