El secretario general de la Alianza admite errores durante los 20 años de intervención del país centroasiático, pero reprocha a los exdirigentes afganos “falta de liderazgo político y militar”
A Jens Stoltenberg (Oslo, 62 años) le ha tocado la amarga tarea de estar al frente de la OTAN durante la indecorosa desbandada de los aliados occidentales en Afganistán. Para más inri, al secretario general de la Alianza le quedan solo unos meses en el cargo, por lo que difícilmente tendrá tiempo para compensar en su currículum el baldón de la espantada ante la llegada de los talibanes a Kabul. “Rompe el corazón ver el sufrimiento, la tragedia que está sufriendo Afganistán”, reconoce Stoltenberg durante una entrevista por videoconferencia concedida este miércoles a EL PAÍS y un reducido grupo de medios europeos. La afabilidad sobria del ex primer ministro noruego se ha tornado taciturna desde la caída de Kabul el pasado 15 de agosto. Y su agitación interior parece traducirse en una gesticulación habitualmente contenida y ahora casi meridional. Pese a las críticas de estos días, el secretario general de la OTAN defiende a capa y espada la fortaleza de la alianza occidental y asegura que “Afganistán no cambia nada”.
Pregunta. El 31 de agosto concluye la evacuación de personas en peligro en Afganistán. ¿Por qué no se prolonga la operación?
Respuesta. Se ha discutido entre los aliados y todos veían la necesidad de disponer del mayor tiempo posible para evacuar al mayor número posible de personas. Pero afrontábamos el dilema de que cuanto más tiempo estemos, mayor es el riesgo de un ataque terrorista, sobre todo, si seguimos después del 31 de agosto sin ningún tipo de consentimiento tácito de los talibanes. He estado muchas veces en el aeropuerto de Kabul y está rodeado de colinas, así que es una posición muy expuesta si los talibanes no lo aceptan. Y puede haber atentados de ISIS o de otros grupos terroristas. Ya hemos visto la voluntad de causar sufrimiento entre la gente, hemos visto ataques terribles en Kabul contra hospitales, contra lugares de culto, contra civiles totalmente inocentes. Así que no se trata de un peligro teórico, sino muy real. Por eso debemos evacuar al mayor número posible de gente en los próximos días.
P. Pero muchos aliados dicen que no da tiempo.
R. El mayor desafío ahora no es sacar a la gente sino lograr que lleguen al aeropuerto, cuyos alrededores están controlados por los talibanes, así como el resto del país. La prolongación no serviría de nada si la gente no puede llegar al aeropuerto. Por eso debemos evacuar al mayor número posible de gente en los próximos días. Ahora estamos sacando a unas 20.000 personas al día y eso puede marcar una gran diferencia. Los aliados de la OTAN operan unos 80 aviones por día. Es una de las mayores evacuaciones aéreas jamás acometida. Hemos logrado sacar ya a más de 90.000 personas.
P. ¿Qué papel juega la OTAN en esta operación?
R. Un papel clave porque tenemos 200 personas en el aeropuerto prestando servicios neurálgicos como el control aéreo o el repostaje de combustible. Y no se trata solo de apoyo técnico sino también diplomático porque nuestro representante en Kabul reúne varias veces al día a los aliados y a países asociados para garantizar que coordinamos nuestros esfuerzos para el embarque de los aviones. Se trata de una operación sobre todo de EE UU, que tiene allí miles de soldados y muchos aviones. Pero otros aliados, como Turquía o el Reino Unido, también están presentes con tropas y muchos aliados proporcionan aviones.
P. ¿Y qué pasará cuando termine la evacuación militar con las personas que quieran salir?
R. Cuando la evacuación miliar concluya, seguiremos trabajando para evacuar gente en vuelos comerciales y pediremos a los talibanes que mantengan abiertas las fronteras terrestres para que la gente pueda salir. Seguiremos trabajando para sacar gente. Tenemos palancas para presionar, aunque no tan poderosas como la presencia militar. Esperamos que los talibanes cumplan sus compromisos, tanto para permitir la salida de personas como para respetar los derechos humanos. Estamos siendo muy claros en esto. Tenemos instrumentos diplomáticos, económicos y financieros y los vamos a utilizar. El Banco Mundial ha suspendido un apoyo de 1.000 millones de dólares. La OTAN ha suspendido todo su apoyo. Y el reconocimiento diplomático también será usado por los aliados para garantizar que los talibanes cumplen con sus compromisos.
P. La pérdida de Afganistán llega en la recta final de su mandato al frente de la OTAN, que expira el año que viene. ¿Cómo se siente?
R. Es doloroso ver lo que está pasando en Afganistán. Es una tragedia para el pueblo afgano. Yo era primer ministro en 2001 cuando Noruega decidió sumarse al esfuerzo conjunto de enviar tropas a Afganistán. Y durante mis siete años como secretario general de la OTAN esa misión ha sido una parte muy importante de mi mandato. Así que he seguido Afganistán muy de cerca durante muchos años. Y rompe el corazón ver el sufrimiento, la tragedia que está viviendo Afganistán, y la gente que tiene que salir de su país o la que tiene que quedarse, pero teme por su vida. Y ver que el progreso en derechos políticos, sociedad civil, derechos de la mujer, está ahora en peligro.
P. Después de lo ocurrido y del empeño de Washington en poner fin a la misión, ¿sigue siendo EE UU un aliado fiable? ¿Qué credibilidad tiene el artículo 5 sobre defensa mutua entre los aliados?
R. Es muy importante señalar que la OTAN continúa siendo una alianza muy fuerte. Cierto, invocamos el artículo 5 en 2001. Pero no lo invocamos para proteger a Afganistán. Lo invocamos para proteger a EE UU, que es miembro de la OTAN. El motivo para ir a Afganistán era impedir ataques contra EE UU y otros aliados, y durante 20 años hemos impedido que Afganistán fuera el santuario de grupos terroristas que pudieran planear y organizar atentados contra los países de la OTAN. Eso ha sido un logro significativo. El plan no era estar allí para siempre.
P. Pero la tensión se ha evidenciado en las reuniones de la OTAN o del G-7.
R. Pase lo que pase en Afganistán, Europa y EE UU deben seguir juntos. Y ese es un mensaje claro en el que todos los aliados han coincidido en las últimas reuniones. Debemos seguir juntos porque afrontamos un reequilibrio de poderes a nivel global, una Rusia más agresiva y el ascenso de China. Mientras Europa y Estados Unidos sigan juntos, podremos gestionar estos retos. Es importante para Europa, pero también para EE UU, que cada vez entiende más que tener aliados en la OTAN es una gran ventaja. Afganistán es una tragedia para el pueblo afgano, el final de la misión fue una decisión dura y difícil, pero no cambia nada en el compromiso de los aliados de protegerse unos a otros. Y no cambia nada en la credibilidad del artículo 5, porque era para defender a EE UU de ataques terroristas y eso es lo que hemos hecho. No era para proteger a Afganistán.
P. ¿Qué lecciones extrae de lo ocurrido? ¿Cree que en el futuro la OTAN podrá acometer otras operaciones para construir un Estado, como se ha intentado en Afganistán?
R. Hay muchas lecciones que aprender, pero una es que utilizar la fuerza militar es una decisión muy seria y difícil, y no es obvio cuándo funciona y cuándo no. Pero la OTAN debe estar lista para utilizar la fuerza militar de nuevo. Porque recuerdo que la comunidad militar fue criticada por no actuar frente a las atrocidades en Ruanda o en otras partes de África o por no reaccionar rápidamente ante las atrocidades en Bosnia-Herzegovina. La OTAN utilizó la fuerza militar para frenar la limpieza étnica en Kosovo y en los Balcanes y para derrotar al califato del ISIS en Irak y Siria. A veces hace falta utilizar la fuerza militar, aunque no resuelve todos los problemas ni es la respuesta para todas las amenazas que vemos.
P. Hace unos días anunció la apertura de una investigación sobre el rápido colapso del Estado afgano ante el avance talibán, pero las fuerzas armadas afganas creen que se ha debido a que han sido abandonadas por la OTAN.
R. La urgencia ahora es evacuar gente y luego llegará el momento de hacerse las preguntas difíciles sobre qué ha fallado, pero también sobre éxitos como haber evitado ataques terroristas, haber permitido el acceso a la educación de millones de mujeres o haber facilitado un progreso social y económico significativo. Son cambios que han transformado Afganistán. Pero la OTAN, como organización democrática, debe ser abierta y humilde en el análisis de los retos y errores cometidos. Fue correcto poner en marcha la misión en 2001, pero, por supuesto, en 20 años se han cometido errores. Debemos hacer autocrítica. Pero al mismo tiempo, no esperábamos que todo colapsase en cuestión de días después de 20 años de potente inversión para crear las fuerzas militares afganas, de pagar sus salarios, de financiar su formación, de equiparles con armamento. Creo que ha sido una cuestión de liderazgo. He conocido a soldados afganos valientes, comprometidos con defender su país frente a los talibanes. Pero si esos soldados no recibían su salario, no recibían suministros ni municiones, es normal que la falta de liderazgo político y militar llevase al colapso.