Es una pequeña porción de tierra de apenas 150 kilómetros cuadrados que está en permanente guardia por un posible ataque desde el continente. Infobae visitó el archipiélago que vive en pie de guerra constante
(Kinmen, Taiwán, especial) – “Ni la basura quiere quedarse hoy en China”. Las palabras pertenecen a un residente de Kinmen, una simbólica y minúscula isla taiwanesa desde cuya costa se puede ver cómo los rascacielos de Xiamen -una monumental ciudad de casi seis millones de habitantes de la provincia de Fujian– se elevan en el horizonte próximo, a apenas 1,8 kilómetros. Quien pronuncia esa frase cargada de sarcasmo se refiere a las toneladas de residuos que no se controlan del lado continental y cruzan el mar para encallarse en las fortificadas playas isleñas.
Todo en Kinmen tiene olor a un posible desembarco chino.
Es esta primera línea de islas la que está bajo permanente amenaza. Y Xi Jinping podría intentar comenzar su invasión por ellas. “Si ataca primero Kinmen, por ejemplo, entonces la guerra habrá llegado a Taiwán. Así, Taiwán tendrá más tiempo para prepararse y, al mismo tiempo, también habrá solidaridad internacional y aumentará la ayuda exterior. Por eso no creemos que ataque primero las islas exteriores, a menos que sea todo al mismo tiempo, por supuesto”, dice Hung Tzu-Chieh, investigador del Institute for National Defense and Security Research, un think tank taiwanés especializado en temas militares.
En una hipotética guerra contra este archipiélago también comenzarían a dispararse las sanciones internacionales contra China continental, algo que golpearía aún más la deteriorada economía de Beijing. Si acaso, finalmente, Xi decidiera atacar en primer lugar este cordón de pequeñas islas y dejar la de Taiwán para una misión posterior -algo improbable para el analista-, Kinmen cuenta con los recursos y el entrenamiento para defenderse de manera independiente y autónoma de Taipei. Sabe que la ayuda y el reabastecimiento, con la actual capacidad naval china, sería casi imposible y que su caída sería temprana.
Kung Shan-Son, de la misma organización no gubernamental, considera que Xi tiene como principal objetivo construir un ejército de clase mundial para 2035. En ese proceso, si toma Taiwán, mejor. Pero que en ese arriesgado camino debería lidiar con otros dos países, como Japón y Corea, a los que se sumarán los Estados Unidos. Si en ese trayecto, China quiere avanzar sobre Kinmen, no será tan fácil. O mejor dicho, no será gratis. No sólo porque le dará tiempo a la isla principal de reforzarse y prepararse, sino por la repercusión internacional. Perdería tiempo valioso en su objetivo final.
De todas maneras y a pesar de que este enclave tan cercano a Xiamen debería defenderse de forma independiente, Taipei continuaría reconociendo su pertenencia. “El Ministerio de Asuntos Militares ya anunció ante el Yuan Legislativo que no se renunciará a las islas exteriores en caso de que sean atacadas y que dependerá de cada situación, tanto política como militar, en cómo se las reforzará. Se lo verá en el momento, pero no se va a renunciar a ninguna de las islas”, explicó Kung.
El primer escudo taiwanés
Kinmen es una isla históricamente militarizada, más alejada de Taiwán que de China, con la que sus 140 mil habitantes mantienen lazos comerciales y económicos… siempre y cuando el continente habilite las transacciones, las comunicaciones y los viajes en ferris que unen ambas comunidades. Incluso, muchas de las familias de ambos lados de las costas son mixtas. Tan profundos son sus entrelazados vínculos, pese a la desconfianza oficial.
Esta isla, que tiene otros islotes bajo su control, funcionó hasta los años 90 como una base casi exclusivamente militar. Fue foco de una de las más cruentas batallas entre los comunistas y los nacionalistas tiempo después de que los conducidos por Chiang Kai-shek perdieran la guerra civil y se refugiaran en Taiwán definitivamente -bajo la antigua denominación de República de China- y Mao Zedong se quedara con el continente y lo hiciera comunista.
Esa batalla, la de Guningtou, marcó parte de la historia de China con Taiwán hasta la actualidad. Duró apenas tres días entre el 25, 26 y 27 de octubre de 1949, cuando el Kuomintang (los nacionalistas de Chiang) logró frenar el avance comunista y convertir Kinmen como primera muralla de defensa de Taiwán.
Los despojos de esos intensos combates se ven aún hoy. Permanecen petrificados en una antigua casa de casi cien años que fue tomada por los comunistas como base militar y asediada hasta su rendición. Las marcas de los disparos enemigos aún permanecen en sus paredes. La vivienda -que había pertenecido a los hermanos Li Jinyu, Li Yanya y Li Tianzu, tres comerciantes de cocos de entonces- es ahora un hostel para turistas.
A cada paso dado en esta isla hay indicios de su derrotero bélico y su presente como primera barrera ante un potencial conflicto entre China y Taiwán. En todos sus rincones pueden observarse tanques que fueron donados hace décadas por los Estados Unidos, ya inservibles, convertidos en piezas de museo al aire libre.
Pero no son los únicos indicios de la militarización isleña. El túnel Zhaishan es otra muestra de cómo Taipei preparó este rincón cuando sólo era una base militar defensiva. Fue construido entre 1961 y 1966, luego de la segunda Crisis del Estrecho ocurrida en 1958 cuando el fuego de artillería duró 44 días. Los ingenieros militares lo idearon como una puerta de entrada de suministro ante un conflicto con el continente, una manera de proveer a las tropas propias de alimentos y armas sin que el enemigo conociera su ubicación. Pequeñas embarcaciones podrían adentrarse en sus aguas desde Taiwán. Fue cerrado años después, hasta que se reabrió como atracción turística.
Al salir de los túneles se escuchan estruendos. Uno tras otro. Suman decenas y decenas en pocos minutos. Se trata de un ejercicio militar que está desarrollándose a unos cientos de metros. Ninguno de sus habitantes se sobresalta: conviven a diario con ese tipo de explosiones. “Ah, sí… disparos. Todo el tiempo”.
Desde el impactante Puente de Kinmen que comunica la isla grande con la más pequeña de Lieyu, puede verse, franca, la costa de Xiamen y sus edificios que emergen verticalísimos. De este lado del mar también sobresale algo de la arena: se trata de una estructura defensiva de miles de vigas de hierro que apuntan al mar como dagas para contener una invasión anfibia. Una cálida recepción de bienvenida.
En otro sector de la isla, en Jinning, la atracción es el Muro de Transmisión de Beishan. Es una gigantesca construcción propagandística con 48 parlantes que inició sus funciones en 1967 hasta finales de los 70. Emitía música tradicional y mensajes a los soldados del otro lado del estrecho para que cambien de uniforme y crucen de orilla. En el continente hacían lo mismo. Al éxito de ambas iniciativas propagandísticas se lo llevó el viento: nadie defeccionó. Quedó allí instalado, funcionando, como souvenir de otra era.
La historia de esta isla guerrera guarda otro secreto. Entre 1958 y 1979 China lanzó alrededor de medio millón de bombas a la isla. Diariamente. La mayoría estallaba en el aire esparciendo material propagandístico. Panfletos con consignas pro-comunistas. Eran tiempos de Mao, cuando el capitalismo aún no había visitado las costas de enfrente, en Xiamen, y sus rascacielos no existían.
Pero un residente, Wu Tseng-dong, supo que podría hacer algo con los restos de bombas que caían a diario en los jardines de las casas de los habitantes de Kinmen. Siguiendo la tradición familiar, el Maestro Wu, como se lo conoce, decidió utilizar lo que quedaba de esas enormes municiones para fundir el acero y darle forma de cuchillos. El negocio sigue siendo un éxito 65 años después. Incluso vecinos continúan encontrando restos y se lo acercan a su fábrica. Es su forma de contribuir a la paz. Una paz que vive cada vez más amenazada.