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Internacional

Kosovo: De provincia serbia a feudo de la OTAN

La tensión vivida recientemente entre Serbia y Kosovo deja en evidencia que la paz aparente que se vive en la zona puede estallar en forma violenta en cualquier momento.

La tensión vivida en estos últimos días entre Serbia y Kosovo, en esta ocasión debido a las restricciones impuestas por las autoridades kosovares a la circulación de vehículos serbios, es una muestra evidente, que la paz aparente que se vive en la zona puede estallar en forma violenta, ante la primera situación que crispe los nervios.

Ímpetus nada de pasivos, sobre todo en las fuerzas policiales y militares tanto serbias como kosovares, que día a día se ven las caras, apenas separados, por ejemplo, en uno de los sitios más emblemáticos de la región sur de Serbia: el río Mitrovica.  La circulación del Euro como moneda oficial, sin ser Kosovo parte de la eurozona, la eliminación progresiva de las instituciones públicas y privadas serbias y la sucesiva desaparición de todo rastro del estado serbio en el territorio de 10.908 kilómetros cuadrados mostraron, que en la otrora provincia serbia se concretó el plan fraguado en Bruselas, bajo el beneplácito de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la dirección militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de avanzar hacia algo más que la “autonomía sustancial” recogida en la Resolución N° 1.244, del 10 de junio del año 1999 (1) con que los medios europeos intoxicaron los análisis e informes sobre la guerra en aquel territorio, exigiendo la necesidad de un cambio sustancial en la zona y con ello avanzar hacia el verdadero objetivo: la consolidación de la hegemonía del Eje Washington-Bruselas.

En la actualidad, sólo el 40% de los países que conforman la ONU reconocen a Kosovo como una república y sin embargo el estatus político diseñado por las potencias occidentales se mantiene incólume. En cambio, ese 60% restante, donde sobresale la República Popular China, Rusia, la propia Serbia, la enorme mayoría de los países americanos, africanos y asiáticos, no aceptan la declaración unilateral de independencia del año 2008 ni reconocen a una llamada República de Kosovo como un Estado soberano. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa (OSCE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con su intervención en Kosovo, el año 1999, direccionaron la autoproclamación independentista de ese territorio. Región, hasta entonces, parte del estado serbio – una provincia – que gozaba de amplia autonomía, enclavada entre Albania, Montenegro, Serbia y Macedonia, donde las pasiones políticas y étnicas se presentan maximizadas, a un par de horas de vuelo de la opulenta Europa Central.

Tuve la oportunidad de viajar por los Balcanes y en específico por Croacia, Serbia, Kosovo, Bosnia Herzegovina, entre otras partes de ese interesante mundo, en las postrimerías de la guerra de agresión contra Serbia el año 1999 cuando los ecos de la operación Fuerza Aliada, entre el 24 de marzo al 11 de junio de ese año 1999 significaron la muerte de al menos 6.000 serbios, el 90% de ellos civiles, la destrucción de parte importante de su infraestructura industrial y militar. Una agresión unilateral, iniciada por la OTAN sin autorización alguna de la organización de las Naciones Unidas (ONU) y su Consejo de seguridad. Acciones consideradas crímenes de guerra y que fueron cuestionadas incluso por la ex Fiscal del Tribunal Penal internacional para el ex Yugoslavia, Carla del Ponte, quien señaló que los bombardeos contra Serbia fueron ilegales.

Esa región de los Balcanes, surcada de historia, de luchas, de conflictos, de proyectos de unión y una vuelta a la fragmentación requiere ser analizada en profundidad. Una mirada superficial nos deja en penumbras. “Cuanto mayor es la obscuridad, menos racional y más terrorífica es la resistencia”. Las palabras del periodista-escritor estadounidense Robert Kaplan, suelo traerlas a colación al hablar de los Balcanes, pues expresan simbólicamente, en su libro “Los Fantasmas Balcánicos” no sólo la visión política de una región que se expresa simbólicamente en la descripción de la treintena de Monasterios ortodoxos serbios en Kosovo, sino también la realidad de toda la península que se extiende desde Istria hasta el estrecho de los Dardanelos. Una existencia inalterable a lo largo de siglos de opresión, muerte y ocupación por distintos amos. Obscuridad ante la visión mágica religiosa de las creencias ortodoxas, pero también ante las escenas de espanto y crueldad de siglos de avasallamiento de los imperios otomano y austrohúngaro, además de las rivalidades entre vecinos, que se describen con crudeza.

No ignoro, en lo absoluto, que Kaplan es un escritor vinculado a los republicanos en Estados Unidos y esa misma condición es valiosa, en virtud de encontrar esa mirada imperial, que en materia de defender hegemonías no duda en mostrarse con todos sus bemoles incluyendo la crónica hipocresía de presentarse como potencia con un destino manifiesto.  Un libro interesante, donde es posible visualizar las sombras y visión, lucha eterna de contrarios, paradojas de una misma certidumbre, donde el enemigo, en la otrora y actual desmembrada Yugoslavia, siempre estuvo presente dentro de los ánimos y las acciones. Pasiones étnicas, políticas, que se han presentado de manera brutal en la puerta trasera de la Europa de la opulencia, y hoy un patio depositario de inversiones y ambiciones.

Han pasado más de dos décadas desde los ataques de la OTAN a Serbia por el conflicto de Kosovo, pero las situaciones de antagonismo y tensión étnica siguen teniendo una palpable y cotidiana presencia, como lo demuestra incluso un hecho que parece banal, pero que desata esas pasiones, como fue el tema de tránsito de vehículos serbios por la zona kosovar y la resistencia de los habitantes serbios frente a esa medida. Hoy en Kosovo, como a fines de la guerra de agresión contra Serbia, al caminar por las calles de su capital: Pristina, es difícil distinguir algún signo que delate, que alguna vez hubo autoridades yugoeslavas.

No se hablaba de país, en aquel ya lejano 1999, pero tampoco ninguna persona dejaba de pensar, que más temprano que tarde, la independencia, más que una amplia autonomía, sería su estatus jurídico-político. Tanto en Pristina, como Pec o Urosevac cientos de flamantes vehículos todoterreno con la inscripción UN (United Nations) daban muestra de quien mandaba en esta zona: suecos, nepaleses, legionarios franceses, turcos, noruegos, británicos, españoles, jordanos, argentinos enlistados en la Legión gala y estadounidenses cruzaban, en interminables idas y venidas, las polvorientas, sucias y malolientes calles de una ciudad sin orden arquitectónico, pero que mostraban la nueva imposición político mundial. Escenario que poco se ha modificado.

Más allá de Kosovo

El reconocimiento de Estados Unidos y sus aliados europeos, fundamentalmente, unido a un sionismo que no pierde oportunidad de enquistarse en el mundo (2) que alberga hoy a la mayor base militar estadounidense del mundo; infringen el Derecho Internacional, creando una nueva injusticia con respecto al pueblo serbio, avivando fuegos de pasión y odios étnicos y preparando así el terreno para nuevos enfrentamientos violentos en los Balcanes. En Kosovo se ha violado el derecho internacional en forma flagrante y para ello la fuerza militar se ha usado como disuasivo más que el diálogo político. Pensar que sólo el factor económico como anzuelo puede detener los conflictos es no conocer la historia y menos aún, una que en los Balcanes ha demostrado la posibilidad de catalizar los conflictos cuando todo parece transcurrir, para el ojo poco avizor, en una calma traicionera.

Tengamos presente un hecho fundamental: Kosovo posee el Campo Militar de Bondsteel (3) una de las bases militares más grandes y costosas construidas por los Estados Unidos. Alberga a 4.000 tropas de ocupación. El complejo fue construido en 386,47 hectáreas con un perímetro de 11,27 kilómetros. Construida por la empresa privada Kellogg, Brown, and Root (KBR) y el ejército estadounidense por 350 millones de dólares en Uroševac, cerca de la frontera con Macedonia.  Bondsteel tiene un costo de 70 millones de dólares al año, para mantener en activo su propia central eléctrica, depuradoras, helipuerto e incluso Burger King y una Taco Bell. Nada que pueda faltarles a las tropas en esa región, parte de las 800 bases militares estadounidenses en el mundo. La realidad de la construcción de Camp Bondsteel no tiene que ver exclusivamente con Kosovo y la OTAN.

Existen intereses geoestratégicos relacionados con los Balcanes, Asia Occidental y la frontera occidental de Rusia. Ya The Washington Post había señalado durante la época de decisión de construcción de Bondsteel que “con Oriente Medio cada día más frágil, necesitaremos bases y derechos de vuelo sobre los Balcanes para proteger el petróleo del Mar Caspio” Recordemos que la base se encuentra en una zona a vuelo de avión sin reabastecer de Asia Occidental, el Cáucaso y Rusia. De esta forma se puede controlar oleoductos y corredores energéticos vitales como el oleoducto transbalcánico donde multinacionales estadounidenses como Halliburton tienen presencia e intereses (4)

En el corazón del disputado territorio de Kosovo, los serbios brillan por su ausencia – concentrados y desplazados al norte de esta provincia o república reconocida en forma limitada según sea quien defienda determinada política. Serbios han sido reemplazados por otras minorías: la de funcionarios, civiles y militares de la ONU, la OSCE, ONGs y OTAN. La soberanía de Belgrado sobre Kosovo – considerada por los serbios como la cuna de su nación – es una fantasía bajo la secesión de la población albanokosovar. Se han suprimido las leyes federales yugoslavas. El dinar, sustituido en principio por el Marco alemán ha sido sustituido por el Euro como moneda oficial de cambio, para todo tipo de comercio, sea este legal o ilegal. Pérdida de soberanía expresada, por ejemplo, en la autorización de las autoridades de ocupación de la ONU para imprimir sellos postales cuyo uso fue aprobado por la Unión Postal Universal. La no existencia de patentes en los mayoritariamente robados Mercedes Benz, Audi y BMW que surcan las caóticas calles de Pristina, son el símbolo del no reconocimiento a los odiados serbios, pero también del dudoso origen de los automóviles con banderas albanesas ondeando en sus techos. Todo ello no deja lugar a dudas, de Serbia no se quiere saber nada. Alemania ocupa hoy un lugar central.

Los teutones han tejido sus redes, desde la muy políticamente correcta Eslovenia, pasando por Croacia y la Federación croata-musulmana de Bosnia Herzegovina y dando un salto hacia la ocupada provincia Serbia de Kosovo, Macedonia y expandiéndose hacia Grecia y Turquía.  El poderío económico alemán sienta las bases de un nuevo orden global para los Balcanes. Allí donde se escribía socialismo, como bloque, hoy se constata la presencia multinacional, que deriva a una hegemonía política y económica de esta nueva Alemania convertida en el motor de la pujante UE y con ventajas en su avance hacia el Este y que le está generando dificultades con su socio estadounidense pues Alemania habla de negocios con Rusia cuando Washington quiere hablar de guerra.

En Kosovo, el trabajo productivo de la agricultura y la minería se ha reemplazado por el meramente asistencial y caritativo. Campea el contrabando, el narcotráfico de las mafias, especialmente la llamada mafia albanokosovar (5) cuyos mercados principales se ubican en Italia, Suiza y Alemania pero que extiende sus tentáculos incluso en África y el continente americano. La prostitución permite a civiles y militares extranjeros gastar a manos llenas los codiciados euros. El objetivo declarado, por la ONU y las fuerzas aliadas de la OTAN, para su intervención en Kosovo, sostenía la necesidad de detener las matanzas llevadas a cabo por las fuerzas serbias contra la población albanokosovar. Han pasado más de dos décadas desde el fin de los bombardeos contra Serbia y la situación, en esencia, no ha variado. Reinan las reglas de la limpieza étnica, pero ahora con un perjudicado distinto.

En Kosovo, las minorías, antaño consideradas verdugos no tienen nada que celebrar con la presencia de franceses, italianos, estadounidenses, africanos o toda esa multiplicidad de nacionalidades que se han instalado allí.  Serbios y gitanos son hoy los parias de la histórica y disputada provincia. Ser gitano en Pristina es llevar la marca de Caín, sinónimo de haber hecho el trabajo sucio de los militares y paramilitares serbios contra la población albanokosovar. Las acusaciones que suelen repetirse son, que al caminar por las calles de Pristina, Prizren, Istok o Djavorica, el no ser albanokosovar es arriesgarse a una paliza y hasta la muerte. Acusación no casual si consideramos que el líder del ELK (Ejército de Liberación de Kosovo) Hashim Thaci, primer ministro de Kosovo autoproclamado independiente el año 2008 y desde 2016 presidente, hasta el año 2020 en que dimitió tras ser acusado de crímenes de guerra y encarcelado en un centro de detención del Tribunal de La Haya.

El medio euronews señala que “En 2008, justo después de que Kosovo declarara la independencia, Carla Del Ponte, la fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional de las Naciones Unidas para la ex Yugoslavia (TPIY) de 1999 a 2007, publicó sus memorias: ‘Señora Presidenta: Enfrentamientos con los peores criminales de la humanidad y la cultura de la impunidad’ (‘Madame President: Confrontations with Humanity’s Worst Criminals and the Culture of Impunity’). En ella, no sólo alegaba que durante el conflicto de Kosovo se habían cometido graves delitos contra nacionales serbios, que habían permanecido en Kosovo después de la guerra, sino que esos delitos no se habían investigado seriamente. Participaron importantes figuras del gobierno kosovar de la posguerra. Además de los abusos, asesinatos y desapariciones de prisioneros en una amplia red de centros de detención del Ejército de Liberación del Kosovo en Albania septentrional y central, Del Ponte destacó las denuncias de que se habían extraído órganos de algunos prisioneros en una clínica médica de Albania, se habían transportado al extranjero y se habían vendido (6)

Las Naciones Unidas y la OTAN han administrado la provincia de Kosovo y tras veinte años, este recién creado y poco reconocido estado tiene una economía inexistente y se ha convertido en un foco del crimen organizado, del tráfico de drogas, de armas y de seres humanos con trata de blancas que suelen nutrir el mercado de Italia y Suiza, principalmente. Los funcionarios internacionales han constatado que en Kosovo no hay una auténtica sociedad civil, en condiciones de poner en funcionamiento una verdadera institución democrática. Lo que se constata más vívidamente es que ahí malviven diversas minorías protegidas por las tropas internacionales. Para los 100.000 serbios, 30.000 gitanos, 35.000 eslavos musulmanes, 20.000 turcos y los 12.000 goranis (eslavos de la región de Gora que profesan el islam), que aun malviven en una de las zonas más conflictivas del mundo la idea de paz y tranquilidad escapa a su cotidianidad.

Los medios europeos, con satisfacción dieron a conocer que gracias a la mediación de la Unión Europea y su representante ante el conflicto, Miroslav Lajcak habían alcanzado un acuerdo que puso fin a las tensiones en la frontera de fines de septiembre pasado. Resulta evidente, que el enemigo en Yugoslavia siempre estuvo adentro, en las entrañas de esa multiplicidad de pueblos, aunque el Titoismo intentó mantener las viejas y odiosas rivalidades en un estado de tenebroso enmascaramiento, la disolución del campo socialista, la irrupción de la OTAN más allá de las fronteras que tenía el otrora Pacto Varsovia y esa búsqueda de mercados encubierto bajo razones humanitarias, la imposición de soluciones que apuñalan la dignidad de los pueblos, han vuelto a colocar en el tapete que los Balcanes sigue siendo una zona donde la tensión  es pan de cada día por más que exista una fuerza multinacional liderada por la OTAN  la denominada KFOR (7) que sólo ha servido como muestra de la inoperancia de aquellas creaciones de la ONU para impedir conflictos.

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