La OTAN y Ucrania, por lo tanto, apostaron a que Rusia no tenía la capacidad militar para implementar su propia doctrina. Sintieron que el personal ruso carecía de las comunicaciones necesarias para coordinar las operaciones y que las fuerzas rusas, especialmente las movilizadas recientemente, carecían tanto de entrenamiento como de moral. “Estaban equivocados”, concluye concisamente Scott Ritter. Un fracaso aplastante. En los últimos días, Ucrania ha lanzado dos de sus brigadas mecanizadas mejor entrenadas y mejor equipadas contra las líneas rusas, pero su progreso ha sido nulo y las pérdidas sufridas enormes.
Un fracaso que da testimonio de la solidez de las defensas rusas, pero también de las malas valoraciones del lado ucraniano, como escribió Scott Ritter, ex oficial de inteligencia de la Infantería de Marina, en una columna para Sputnik.
“La génesis de este fracaso son dos cosas. En primer lugar, la mala opinión de Ucrania y sus aliados de la OTAN sobre las capacidades de combate del ejército ruso (…) Y en segundo lugar, las expectativas poco realistas sobre el entrenamiento y el equipamiento de la OTAN que se les había proporcionado”, explica el especialista.
Las fuerzas ucranianas, apoyadas por la inteligencia de la OTAN, habían apuntado así a un sector de Zaporiyia que pensaban que estaba menos defendido. En particular, las columnas avanzaron hacia el territorio ocupado por la 42ª División de Fusileros Motorizados de la Guardia Rusa. Unidades rusas descritas como “compuestas por reclutas y voluntarios movilizados (…) con entrenamiento y disciplina deficientes”, según el Instituto para el Estudio de la Guerra, un grupo de expertos estadounidense cercano a la OTAN.
Al apuntar a este sector, Kiev pensó, por lo tanto, en presionar sobre supuestas debilidades rusas “en términos de mando y control y moral”, subraya Scott Ritter. Pero el asalto no salió según lo planeado, y las imágenes de los tanques ucranianos destruidos se han vuelto virales en las redes sociales.
Hardware de la OTAN impotente
Kiev y sus aliados también han sobreestimado sus fuerzas y su equipo, en particular las brigadas mecanizadas 33ª y 47ª, armadas con tanques Leopard alemanes y vehículos de combate Bradley estadounidenses (BFV).
Pero estas unidades no lograron abrirse paso y la artillería y la fuerza aérea rusas golpearon las columnas blindadas. Un fracaso que demuestra que la OTAN no está armada para competir con el sistema defensivo ruso, según Scott Ritter.
“La OTAN no está entrenada ni equipada para llevar a cabo el tipo de pelea que le está pidiendo a Ucrania que realice contra Rusia (…) No tiene la capacidad, tanto en términos de equipo como de doctrina, para derrotar a Rusia en una confrontación de fuerza. Sobre todo un enfrentamiento en el que Moscú explota su fuerza doctrinal (operaciones defensivas) mientras la OTAN busca hacer algo (un asalto a las defensas preparadas) de lo que no tiene experiencia.
El asalto ucraniano también se topó con la habilidad del mando ruso en el sector. El comandante militar en la región de Zaporiyia no es otro que Alexander Romantchuk, el hombre responsable del diseño de la doctrina defensiva rusa moderna.
En el acto, el coronel general puso en práctica su concepto de “fuerzas dispersas” para construir un esquema defensivo que confundió el asalto ucraniano, explica Scott Ritter.
“Es decir, el lugar elegido por la OTAN y los servicios de inteligencia ucranianos como “punto débil” en el esquema defensivo ruso fue diseñado por el principal especialista ruso en combate defensivo y puesto bajo su mando directo”, ironiza el especialista.
La OTAN y Ucrania, por lo tanto, apostaron a que Rusia no tenía la capacidad militar para implementar su propia doctrina. Sintieron que el personal ruso carecía de las comunicaciones necesarias para coordinar las operaciones y que las fuerzas rusas, especialmente las movilizadas recientemente, carecían tanto de entrenamiento como de moral. “Estaban equivocados”, concluye concisamente Scott Ritter.
Fuente: Sputnik