El escándalo estalla justo cuando el presidente de EE UU se prepara para anunciar su candidatura a la reelección y en pleno auge de popularidad
Un Congreso dividido. Una inflación disparada. Perspectivas de investigaciones. Y, desde la semana pasada, una nueva crisis en torno al hallazgo de documentos clasificados de sus tiempos como vicepresidente en su residencia y oficina privadas. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cumple este viernes dos años en la Casa Blanca con la perspectiva de grandes desafíos para la segunda mitad de su mandato.
Hace solo un par de semanas Biden estaba en racha. En la primera mitad de su mandato logró aprobar más legislación y de mayor alcance que cualquiera de sus predecesores desde Lyndon B. Johnson (1963-1969) en el mismo plazo. Las elecciones de medio mandato en noviembre pasado arrojaron mejores resultados de lo esperado para los demócratas, varios de los cuales habían evitado durante la campaña a un Biden que atravesaba sus peores momentos de impopularidad: ese partido amplió su control del Senado y perdió la Cámara de Representantes, aunque solo por un puñado de escaños. Los republicanos parecían desorientados tras una votación para elegir presidente de la Cámara que requirió 15 rondas de sufragios para que Kevin McCarthy lograra los apoyos suficientes.
En diciembre, Biden tuiteaba: “Creo que va a ser un gran año. ¿Por qué? Porque vamos a empezar a desarrollar un montón de las cosas que aprobamos el año pasado”.
Pero entonces estalló el caso de los papeles clasificados. La Casa Blanca reveló la semana pasada que en noviembre fueron hallados documentos confidenciales en la oficina de un think tank que Biden había mantenido tras sus tiempos como vicepresidente y en su residencia privada en Wilmington, Delaware. El responsable del departamento de Justicia, Merrick Garland, nombró a Robert K. Hur como fiscal especial para investigar el caso. Los republicanos rápidamente lanzaron toda una avalancha de críticas sobre el hecho de que el equipo de Biden ocultara el hallazgo durante dos meses. El incidente podría complicar la gestión del presidente en los próximos meses y su campaña para la reelección en 2024.
Los desafíos para esta segunda mitad de mandato ya han comenzado. Con una nueva mayoría republicana en la Cámara, será mucho más difícil para la Administración demócrata aprobar proyectos de ley en el Congreso. El partido de Donald Trump está decidido a abrir investigaciones y juicios políticos sobre casi cada aspecto de la política de gobierno, desde la retirada de Afganistán a la estrategia en inmigración. Y, por encima de cualquier otra, sobre los negocios del hijo del presidente, Hunter, que consideran dudosos.
La deuda federal alcanzará su techo definitivo en unos seis meses, y republicanos y demócratas deben negociar su alza para que el país pueda hacer frente a sus pagos. Ambas partes se mantienen enrocadas en sus posiciones. “No vamos a negociar con esto”, ha declarado esta semana la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre. El límite de deuda se debe aprobar “incondicionalmente”, ha agregado. En el Capitolio, los republicanos insisten en que sin importantes recortes en el gasto gubernamental no darán su visto bueno.
El actual inquilino de la Casa Blanca no es precisamente el más carismático de los presidentes que ha tenido Estados Unidos. Tiene fama de torpe y de meter la pata al hablar, entre acusaciones de que la edad, 80 años, le pesa demasiado. “Sleepy Joe” (Joe el Adormilado) es uno de los motes con los que le describe su predecesor y rival político, Donald Trump. Y el apodo ha calado.
Pero su edad también aporta experiencia. Su conocimiento de cómo funciona el sistema tras más de 40 años en el Senado le ha permitido lograr la aprobación de medidas muy ambiciosas, varias de ellas con apoyo de congresistas de ambos partidos.
Medidas legislativas
Su paquete de rescate tras la pandemia, por valor de 1,9 billones de dólares, salió adelante en las primeras semanas tras su jura del cargo el 20 de enero de 2021, con los ecos del asalto contra el Capitolio aún frescos en los oídos de todos. Meses después, el Congreso daba el visto bueno a su Ley de Infraestructuras, de un billón de dólares, la mayor en una generación y que adjudica centenares de millones de dólares para áreas como la red eléctrica o los aeropuertos.
Tras más de un año de duras negociaciones con los demócratas más cercanos a posturas republicanas, Biden logró la aprobación de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), un ambicioso programa económico y medioambiental para llegar a la meta de recortar las emisiones en un 40% por debajo de los niveles de 2006 a finales de esta década. También aspira a estimular la industria nacional, promover la investigación en Inteligencia Artificial, la biotecnología o la tecnología cuántica, entre otros.
Aunque algunas de las medidas aprobadas estos dos años pudieron alimentar una inflación galopante en un primer momento, comienzan a dar frutos. El desempleo se mantiene en niveles bajos y el precio de la gasolina ha caído desde los máximos que alcanzó este verano. Incluso la inflación, el gran problema económico de Biden estos dos últimos años y que llegó en junio al 9,1%, parece ir quedando bajo control: el índice al por mayor cayó más de lo esperado, un 0,5% en diciembre.
Política exterior
La intensa actividad de estos dos años también se ha extendido a la política exterior. El mandato de Biden comenzó en este área con un paso que aún suscita polémica: la caótica retirada de Afganistán después de 20 años de guerra. Pero el consejero de Seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, insiste en que la salida “fue la decisión adecuada desde el punto de vista estratégico” y ha permitido a Estados Unidos centrarse en peores “amenazas más del siglo XXI, no las que había en 2001 o 2002″.
El apoyo firme de Estados Unidos a Ucrania ha permitido al Gobierno del presidente Volodímir Zelensky resistir la invasión rusa que ya dura casi un año y recuperar parte del territorio arrebatado por Moscú. Washington ha reforzado antiguas alianzas y creado nuevos vínculos militares, como el Aukus (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) en Asia. Cerró un acuerdo con México sobre inmigración procedente de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela que ha reducido el número de inmigrantes de esas nacionalidades que cruzan la frontera de manera irregular. Ha reparado, hasta cierto punto, las relaciones con los socios europeos dañadas durante el mandato de Trump, aunque estos aliados se lamentan de que la legislación IRA protege la industria nacional estadounidense a su costa.
No todo han sido éxitos. Después de que el conservador Tribunal Supremo cancelara la sentencia Roe contra Wade, que desde 1973 protegía el derecho al aborto en todo el país, Biden había prometido una ley para garantizarlo a nivel federal si los demócratas mantenían su mayoría legislativa en las dos cámaras. Algo que ahora queda descartado. Tampoco ha habido avances en la cuestión migratoria, eternamente pendiente.
Popularidad
Pero la popularidad presidencial, hace meses por los suelos, está subiendo. De los mínimos por debajo del 40% se ha elevado al 44%, según una encuesta publicada esta semana por la Universidad de Massachusetts-Amherst. El clima político para el anuncio de su candidatura a la reelección se presentaba favorable.
“Aunque el presidente ha disfrutado de una subida en su aprobación, especialmente entre los jóvenes, independientes, estadounidenses de clase trabajadora y personas con educación universitaria, una mayoría del público (un 52%) sigue expresando opiniones negativas sobre su gestión. Mientras se plantea presentarse a la Casa Blanca en 2024, Biden y sus partidarios esperan que su subida en la aprobación sea el adelanto de lo que está por venir”, apunta Tatishe Nteta, profesor de Ciencia Política y codirector del sondeo.
La encuesta es previa al escándalo de los documentos. Algo que ha dado nuevas alas a unos republicanos desmoralizados y que exigen conocer todo tipo de detalles en torno al caso. Y que, según lo que encuentre la investigación, si acaba enfrentándose en las próximas elecciones a Trump, como se espera, puede neutralizar una de las armas del presidente: su imagen de honestidad frente a un expresidente sospechoso de obstrucción a la Justicia. El magnate inmobiliario acumuló miles de materiales clasificados que tuvieron que recuperarse en un registro del FBI en Mar-a-Lago, su residencia de Florida, tras meses de requerimientos sin respuesta.
Pese a que ambos casos son muy diferentes ―los documentos en poder de Biden son muchos menos, y el presidente y su equipo colaboran con la investigación―, los republicanos ya alegan que se ha tratado al mandatario actual con guante blanco y a Trump, de manera injusta y con exceso de celo.
A partir de ahora cabe esperar nuevos enfrentamientos entre demócratas y republicanos. Estos últimos prometen abrir nuevas pesquisas. La Administración ha contratado más asesores legales y expertos en comunicación para responder a esas investigaciones. De momento, la Casa Blanca trata de contener los daños y esperar que esta tormenta pase.