Los aliados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, incrementan el suministro de armamento de largo alcance para el Ejército ucranio frente a un enemigo que ha consolidado sus posiciones en los territorios ocupados
Las prioridades de Ucrania en la guerra quedan claras tan solo entrar en el país. En la principal vía de acceso desde Polonia, la de la carretera que conecta Przemysl con Lviv, un cartel de propaganda en inglés da la bienvenida al visitante con el siguiente mensaje: “Dad armas a Ucrania”. El cartel está ilustrado con dos cazas de combate en formación. El aprovisionamiento de armamento por parte de sus aliados occidentales ha sido clave para que Ucrania haya resistido ante la invasión rusa. Ahora necesita arsenales más potentes para recuperar el terreno perdido.
Al principio de la invasión, hace cuatro meses, en ese mismo punto de la carretera, había otro cartel: “Cerrad el espacio aéreo”. Las autoridades ucranias exigían que la OTAN interviniera impidiendo el vuelo de aeronaves rusas, algo que la Alianza Atlántica descartó tajantemente ante el peligro de desencadenar una tercera guerra mundial. El conflicto evoluciona y el contendiente agredido se adapta a lo que sus socios occidentales pueden darle. Porque no se trata solo de aportar una batería antiaérea o un avión, es necesario formar a los militares que los operan y, sobre todo, acompañar su uso con una cadena de mantenimiento difícil de garantizar.
Toda ayuda parece poca frente a la ofensiva rusa de desgaste, ahora centrada en la zona de Donbás en el este, y basada en un uso masivo de su arsenal. Oleksii Melnik, codirector del Centro Razumkov de estudios de relaciones internacionales y política de seguridad, recuerda a EL PAÍS que la diferencia de artillería es abismal: por cada diez misiles y obuses rusos, Ucrania tiene uno. The Economist publicó la semana pasada que en dos semanas de guerra, Rusia dispara el arsenal que fabrica Estados Unidos en un año.
Los nuevos iconos de la ortodoxia ucrania son armas modernas como el cohete portátil antitanque Javelin, de producción estadounidense. Presente de manera constante en la propaganda y cartelismo de guerra, los Javelin son el símbolo de la destrucción masiva de blindados rusos por parte de las fuerzas armadas ucranias —más de 1.600 tanques y 3.800 vehículos, según el Ministerio de Defensa—. Los lanzacohetes antitanque británicos NLAW, que destacan por su pequeño tamaño, también son utilizados por el Ejército defensor después de que el Gobierno de Boris Johnson donara 5.000 unidades.
Otra arma que ya forma parte de la cultura popular ucrania es el dron turco Bayraktar. Un ejemplo de ello es que la compañía de telefonía Lifecell ha llenado el país con un anuncio de una oferta de conexión a internet que lleva el nombre y la imagen del dron. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quiere mantener lazos con su homólogo ruso, Vladímir Putin, pero al mismo tiempo ha facilitado la adquisición por parte de Ucrania, desde el inicio de la invasión, de medio centenar de unidades del Bayraktar. Esta nave no tripulada es la mayor fuerza de fuego aéreo ucrania, responsable de los ataques a columnas rusas más letales de la guerra. Se ha hecho incluso famosa una canción dedicada al dron, que compuso el coronel Taras Borovok a principios de marzo. Los primeros versos de la canción dicen así: “Los invasores llegaron a Ucrania / con sus nuevos uniformes y su cadena de mando, / pero su inventario se fundió bajo el Bayraktar”.
A medida que Rusia consolida sus posiciones en el terreno conquistado, la artillería pesada de larga distancia se convierte en crucial para Ucrania. El arma actualmente en boca de todos son los Himars, un sistema multilanzadera de cohetes de alta precisión estadounidense, autotransportado, que pueden llegar a distancias de 80 kilómetros —el doble de la capacidad actual ucrania—. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, destacó el pasado miércoles en su mensaje diario que los Himars habían conseguido destruir polvorines rusos estratégicos. Cuatro se incorporaron el pasado junio al arsenal ucranio, según un informe publicado este julio por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). El Gobierno de Estados Unidos se ha comprometido a aportar media docena de unidades Himars más en las próximas semanas. Son cifras del todo insuficientes, según el equipo de Zelenski. Mijailo Podoliak, uno de los asesores más influyentes del presidente, aseguró el 13 de junio que para ganar la guerra necesitarían, entre otro armamento, 300 multilanzaderas como las Himars.
El Pentágono insiste en que un obstáculo con los Himars, y con otras máquinas de tecnología avanzada, es que requieren semanas de formación para los pelotones que las operan y sobre todo una línea de abastecimiento de munición y componentes difícil de asegurar. Thomas Theiner, militar italiano experto en el conflicto en Ucrania, y una voz reconocida en Kiev, apuntó esta semana en sus redes sociales que esta inferioridad ucraniana se compensa con la mejor información que tiene su Ejército sobre la ubicación de los objetivos, en buena parte gracias a la red de informantes que tiene en los territorios ocupados. En un artículo publicado por la Universidad de Potsdam (Alemania) el pasado mayo, el director de su programa de Estudios Militares Internacionales, Sönke Neitzel, añadía que igual o más importante que sus arsenales era la información que estaban facilitando los servicios de inteligencia de Estados Unidos sobre la localización de objetivos rusos.
“Para Ucrania es fundamental todo lo que sean armas de largo alcance”, comentó este jueves en rueda de prensa el general Oleksii Hromov, vicejefe de Operaciones del Alto Mando de las Fuerzas Armadas ucranias. El analista Melnik opina que el suministro de tanques no urge como la artillería de largo alcance porque son más vulnerables a la superioridad rusa y porque, en la nueva fase de contraofensiva, las autoridades ucranias quieren la mayor precisión de fuego posible para evitar al máximo más destrucción en zonas urbanas. Pese a ello, el asesor presidencial Podoliak también incluyó 500 tanques en la lista ideal para expulsar a las tropas rusas del país.
Estar fuera del alcance del fuego ruso requiere atacar desde cuanto más lejos, mejor. Por eso, los nuevos referentes de la guerra son los cañones de artillería autopropulsados de última tecnología: los alemanes PHZ 2000, los polacos AHS Krab y los franceses Caesar. Estos últimos fueron determinantes para la reconquista ucrania la semana pasada de isla de las Serpientes, un islote en el mar Negro estratégico como punto de control militar. En la toma de la isla también fueron fundamentales, según el ECFR, los Himars y los misiles antibuque de Estados Unidos Harpoon.
Ucrania tiene armamento de fabricación propia que ha demostrado su eficacia, en especial los obuses autotransportados Bohdana y el misil antibuques Neptune, uno de los más avanzados del mundo y con el que fue hundido el pasado abril el buque insignia de la flota rusa, el Moskva. Las Fuerzas Armadas ucranias cuentan con un centenar de baterías antiaéreas S-300, originarias de la Unión Soviética. Con estas, explicó el general Hromov, se ha conseguido anular un 70% de los ataques rusos desde aeronaves.
Defensa antiaérea para las ciudades
Los sistemas antiaéreos son la obsesión del Gobierno ucranio. Zelenski señala prácticamente cada día que para recuperar cierta normalidad en las ciudades del país es necesario contar con mecanismos que intercepten los misiles de crucero rusos. “Da igual cómo evolucione la guerra en el campo de batalla, la prioridad es asegurar nuestros cielos para que las mujeres y los niños puedan volver a casa”. La mejor noticia que ha recibido fue el reciente anuncio de la Casa Blanca de que suministraría a Ucrania uno de los sistemas de defensa aérea más avanzados del mundo, de producción noruega, los NASAMS.
Hromov enumeró como la última fase en el suministro de armas para Ucrania el conseguir cazas de combate. Las negociaciones con Estados Unidos son lentas, aunque ya se han puesto las bases legales para entrenar a pilotos ucranios en el vuelo de aviones F-15 y F-16. Miembros de la OTAN como Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania han sido por el momento reacios a donar estas aeronaves por la complejidad de la operación, la falta de formación ucrania y por la posible reacción violenta de Rusia más allá de Ucrania ante unos cazas que facilitarían los ataques sobre su propio territorio.