Aunque Rusia no oculta la potencia de sus Fuerzas Armadas ni su influencia en el mundo, el país no está interesado en imponer su modo de vivir a otras naciones y quiere poner fin al enfrentamiento con Occidente, según ha afirmado el ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov.
Durante una conferencia sobre relaciones internacionales en Moscú este miércoles, el responsable de la diplomacia rusa señaló que su país “no tiene ambiciones de superpotencia por mucho que alguien trate de convencerse a sí mismo y a los demás de lo contrario”.
“Tampoco tenemos el fervor mesiánico con el cual nuestros socios occidentales tratan de extender a todo el planeta su agenda de valores democráticos. Para nosotros está claro desde hace mucho que imponer cierto modelo de desarrollo desde fuera no lleva a nada bueno y los ejemplos son Oriente Medio, el norte de África, Libia, Yemen y Afganistán”, subrayó.
Lavrov acentuó que Rusia “no tiene un complejo de inferioridad” y siempre está “dispuesta a ayudar a los que lo necesiten”. En cuanto a Occidente, y Estados Unidos en particular, el país está interesado en desarrollar “relaciones pragmáticas”. Sin embargo, lamentó que los representantes de estas naciones “no estén listos para un diálogo honesto“, lo que socava las perspectivas de la diplomacia internacional. “Ningunas sanciones ni ultimátums pueden ayudar en las negociaciones con nosotros”, recalcó.
El pasado 1 de junio, Lavrov declaró que Moscú no se hace ilusiones de que se tomen “decisiones históricas y cruciales” durante la reunión entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, que está previsto que se celebre el próximo 16 de junio en Ginebra.
Esta cumbre será la primera reunión cara a cara entre los dos jefes de Estado desde la toma de posesión de Biden y se celebrará en medio de un “estancamiento” en las relaciones bilaterales y con vistas a evitar su “degradación irreversible“, según lo describió la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova.