El presidente encabeza la conmemoración del movimiento independentista en un acto del que excluyó deliberadamente a la titular del Poder Judicial, Norma Piña, por sus disensos con la Suprema Corte
Palacio Nacional fue esta noche un espejo y la imagen reflejó al Poder Ejecutivo en bruto, o valga decir en absoluto. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, encabezó esta noche el tradicional Grito de Independencia en el balcón de Palacio Nacional, rodeado de funcionarios del su gabinete y acompañado de su esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez. Se trata del penúltimo año en el que López Obrador estará al frente de esta celebración patriótica, muy valorada por el presidente, porque evoca la primera de las revoluciones mexicanas en el camino a la construcción de la nación. El mandatario ha decidido no invitar en esta ocasión a la presidenta de la Suprema Corte y cabeza del Poder Judicial, la ministra Norma Piña. López Obrador ha declarado sin tapujos que no la convocó por la mala relación que existe entre su Gobierno y el Alto Tribunal, que ha frustrado varios de sus proyectos legislativos y de infraestructura. Tampoco acudieron los representantes del Congreso federal. El Ejecutivo y su solipsismo.
López Obrador ha mencionado, como cada año, a los héroes de la gesta independentista, del cura Miguel Hidalgo y José María Morelos a Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario. El presidente, adepto a poner su sello a los actos de Gobierno, también ha dedicado vivas a la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia y la soberanía. También, sosteniendo la bandera nacional, ha dicho: “¡Mexicanas, mexicanos, que muera la corrupción, que muera la avaricia, que muera el racismo, que muera la discriminación, que viva el amor!”, signos todos que caracterizan su movimiento político y lo que él ha dado en llamar Humanismo mexicano.
El próximo año, el último de la gestión de López Obrador, por estas fechas ya habrá un nuevo mandatario electo del Ejecutivo, tras los comicios del 1 de junio. Es más que probable que la contienda electoral sea entre Claudia Sheinbaum, la aspirante del oficialismo, y Xóchitl Gálvez, la abanderada de la oposición, y que por primera vez en la historia México tenga una mujer presidenta.
El presidente, flanqueado siempre por su esposa, ha dedicado también vivas a “los héroes anónimos”, a “los hermanos migrantes”, a los pueblos indígenas y a “la grandeza cultural” de México. López Obrador ha dado el Grito ante un Zócalo repleto de personas que han acudido no tanto por motivaciones patrióticas como por su lealtad a la causa obradorista. El Gobierno ha contratado al popular Grupo Frontera para amenizar la espera de la ceremonia patriótica, que dio inicio al filo de las once de la noche y concluyó con el repique de la campana de Dolores, la misma que hizo sonar el cura Hidalgo hace 213 años en Guanajuato para llamar a la insurrección, según el canon.
Hace un año, en ese mismo balcón de Palacio Nacional, el presidente se hizo acompañar del ministro Arturo Zaldívar, un juez muy cercano al Gobierno y que entonces comandaba la Suprema Corte. Esos años dorados de la relación entre el Ejecutivo y el Judicial han terminado ahora, con la llegada de la ministra Norma Piña a la cabeza del Supremo. López Obrador ha acusado a la jueza de tolerar la mala actuación de los jueces, a los que ha llegado a señalar de tener complicidades con el crimen, el organizado y el de cuello blanco.
En el ocaso de su Administración, el mandatario ha marcado a su partido la hoja de ruta y ha pedido que el próximo año se apruebe una reforma constitucional para remover a los ministros de la Corte y permitir que los relevos sean electos por la ciudadanía mediante voto directo. Cuando terminó la arenga, López Obrador contempló los fuegos artificiales. Desde el Zócalo se alzaron gritos de apoyo del público: “¡Es un honor estar con Obrador!”, “¡presidente, presidente!”. El Ejecutivo y su esposa mandaron un abrazo a la distancia al pueblo y desaparecieron puertas adentro de Palacio Nacional.